Leiva y Rubén Pozo preparando su reencuentro de 2023. Foto: Movistar Plus+

Leiva y Rubén Pozo preparando su reencuentro de 2023. Foto: Movistar Plus+

Música

'Hasta que me quede sin voz': Leiva se desnuda en un documental que muestra la lucha del gigante

El cantante abre de par en par la trastienda íntima de su estrellato en una película en la que se desnuda en cuerpo y alma.

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Leiva, Miguel Conejo en el DNI, no se ha hecho un documental para poner morritos, pose de rockero molón y salir guapo. En Hasta que me quede sin voz se expone sin remilgos, abriendo de par en par la trastienda íntima de su estrellato.

Que salga desnudo tantas veces cuadra. Le vemos incluso con los pantalones bajados, cuando le chutan algo en el culo para sobreponerse a una gripe que lo ha tumbado. Quince mil personas le esperan en el Palacio de los Deportes y no puede fallarles (era el concierto final del emotivo reencuentro con Rubén Pozo, su cómplice en Pereza, en las navidades de 2023).

La cámara impúdica también le encuadra tras una operación en una cuerda vocal desgastada, con el batín apenas tapando su triste figura, todavía grogui por la anestesia, sin poder hablar, en unos instantes en que una persona no puede estar más desvalida, más hecha polvo.

Esa cuerda vocal es el talón de Aquiles de una carrera en el cénit: hace que cada gira, cada concierto casi, sea un relato de suspense. La incertidumbre la explota el guion de Hasta que me quede sin voz, el documental que se estrena este viernes en salas (después en Movistar+) , dirigido por Lucas Nolla (también guionista) y Mario Forniés. Así tensan una narración en la que Leiva, alérgico al narcisismo compulsivo en redes, lleva el registro confesional todavía más allá que en su último disco, Gigante.

En la canción homónima al álbum ya lo soltaba sin paños calientes: “Dicen que a mi voz le quedan cuatro días”. Y en Leivinha, otro de los temas del disco, pintaba un autorretrato a caballo entre la autoindulgencia y la autoflagelación: “Maniaco, inestable, obsesivo y currante / Hiperaprensivo, ensimismado y leal”.

Leiva, alérgico a las redes, lleva el registro confesional más allá que en su último disco, 'Gigante'

El desnudo físico aquí es la antesala del desnudo de un alma atormentada desde la preadolescencia, desde aquel suceso que marcó su vida, y su cara. A los 13 años, su primo cogió una pistola de perdigones que había por su casa, le apuntó al rostro, a solo 20 centímetros de distancia, y apretó el gatillo. Creía que estaba descargada, pero se equivocaba. El plomo le voló un ojo.

En el hueco le quedó “una masa gris, como la de un perro ciego”, describe la voz en off del cantante madrileño mientras viaja en un vagón del metro de Nueva York, con sus pintas de dandi del delta del Misisipi. “Aquello me acarreó muchos problemas y me los sigue acarreando”.

Leiva camino del quirófano, en una escena del documental. Foto: Movistar Plus+

Leiva camino del quirófano, en una escena del documental. Foto: Movistar Plus+

A bocajarro también, Forniés y Nolla nos muestran al joven tuerto desfogando sus tormentos sobre una batería, en un local de ensayo de su barrio, la Alameda de Osuna. La herida es reciente y el chaval se evade arreándole baquetazos a los parches.

Ya solo por ese golpe de efecto merece la pena ver esta película: un privilegio viajar a la mitad de los 90 y poder observarle dando sus primeros pasos en la música, con Malahierba, la banda formada precisamente junto al primo que le disparó y que no dejó por ello de ser su mejor amigo.

Su padre le había prohibido volverlo a ver, pero, con la complicidad de su madre, burlaba la prohibición. No obstante, la sensación de quebrantar la exigencia paterna le inoculó un temblor perenne en la psique.

En el alcohol encontró un refugio, más bien una fuga, pero ahora es otro agujero negro del que ha de salir. “Hoy son diarreas e inflamaciones, pero en un tiempo estaremos hablando de otra cosa”, le advierte la doctora en una conversación de honestidad brutal con el cantante.

Leiva en Nueva York. Foto: Movistar Plus+

Leiva en Nueva York. Foto: Movistar Plus+

No va a tener fácil atender la prescripción médica con amigos como Joaquín Sabina. Deliciosa y emocionante es la escena en la que los vemos engastar al alimón versos en una melodía. Al igual que la mencionada reconciliación con Pozo.

La amistad le redime: sus amigos suman más que sus demonios, que diría Carolina Durante. Las pachangas futboleras con los viejos colegas del barrio son un bálsamo. Y las visitas al domicilio de sus padres, a esa cocina de clase media reconocible con croquetas caseras en la mesa. Y las montañas nevadas de la sierra del Guadarrama, que trepa desbocado, para “bajar las revoluciones” en su mente.

La gelidez que respira en la cima le “cicatriza” el alma, quizá no la garganta. Lo primero, de todas formas, es lo más importante. No lo duda. Porque si fallan las cuerdas vocales, avisa, no le dolerán prendas en colgar de nuevo anuncios (“Batería busca banda”) en locales de ensayos. “Yo he venido a hacer música y la voy a seguir haciendo, con o sin voz”.

Hasta que me quede sin voz

Dirección: Lucas Nolla y Mario Forniés

Guion: Lucas Nolla y Sepia

Intervenciones: Leiva, Juancho Conejo, Joaquín Sabina, Rubén Pozo...

Año: 2025

Estreno: 17 de octubre