Música

Carmen Linares

“El día que pierda la ilusión, ya no cantaré más”

4 octubre, 2007 02:00

Carmen Linares. Foto: Sergio Enríquez

Carmen acaba de llegar de Granada, donde ha intervenido en la representación de Poeta en Nueva York, el texto de Federico García Lorca coreografiado y con un montaje de la bailarina Blanca Li, directora del Centro Andaluz de Danza. Pero también ha actuado en la Bienal de Málaga con el concierto Entre dos luces y ha participado en la puesta en escena de A las siete en punto de la tarde, en la Plaza de Toros de Ronda.

La ampliamente galardonada Carmen Linares (Carmen Pacheco, Linares, Jaén, 1951) ha publicado una serie de títulos presididos por la rigurosidad, por la exquisita selección de textos y músicas y, sobre todo, por la exigencia inalterable de la calidad artística. Sus nueve discos manifiestan la sólida formación clásica de la autora para abrirse luego a una dinámica evolutiva a través de la que ha conseguido un lenguaje propio y original. Su estilo, transparente y enriquecido con generosas contribuciones personales, ya ha creado escuela y son muchas las jóvenes cantaoras que siguen sus propuestas estéticas y expresivas. Sin embargo, su objeto más preciado hoy, del que se siente dichosa, es el bien diseñado estuche que contiene la reedición, que acaba de publicar Universal, de su obra magna, La mujer en el cante.

-Han pasado diez años desde la publicación de La mujer en el cante, que ahora reedita. ¿Ha cambiado Carmen Linares en este tiempo?
-He cambiado porque me han ocurrido muchas cosas. Claro que en lo fundamental, sigo siendo la misma. Cuando eres más joven existe cierta radicalidad. Ahora actúo desde la condescendencia, lo veo todo más pausado y soy selectiva, no sólo con el flamenco, sino con la vida en general. Las experiencias resultan necesarias porque para llegar a mi estado de madurez actual, he tenido que pasar por una serie de etapas y terminar valorando lo que realmente importa.

Popularidad
-¿Y qué es lo que "realmente importa"?
-Intentar hacer lo que me gusta, aunque siempre he tenido claras las ideas sobre las decisiones que debía tomar y lo que me satisfacía en el terreno artístico. Antes aceptaba cualquier invitación; ahora estoy en disposición de escoger mis actuaciones, aunque no me reporte tanta popularidad. Por encima de todo, soy aficionada y amo el flamenco. Desde siempre, mi carrera ha estado impulsada por esta motivación.

-¿Y esa madurez se refleja también en otros aspectos?
-Naturalmente, ayudo a mis hijos en todo cuanto puedo. El mayor se ha metido con otros compañeros en una aventura maravillosa: montar una farmacia en el hospital de Gambo, Etiopía, y enseñarles a fabricar sus propias medicinas. Me han hecho madrina de este proyecto, por lo que el 18 de octubre actuaré para recaudar fondos en el madrileño teatro de Comisiones Obreras. En fin, trato de comprometerme con ideas que tengan una repercusión positiva en este mundo que nos ha tocado vivir.

-La mayoría de los especialistas considera La mujer en el cante como su obra cumbre y más significativa.
-Con anterioridad a esta obra, había realizado trabajos discográficos muy elogiados por la crítica y el público, ya que, como tú sabes, he cuidado mucho mis grabaciones. Pero reconozco que ha existido un antes y un después de la antología, un trabajo que me encumbró y que es serio y perfectamente informado, donde he aportado mi personalidad artística a un conjunto de cantes interpretados por mujeres de otras épocas, que no pretendía calcar, sino realizar versiones libres, según el juicio de una artista de hoy, con sus características de voz y sus recursos expresivos, aunque respetando la esencia del original.

-Supongo que sería un reto enfrentarse a un proyecto de tal envergadura...
-Me gusta hacer las cosas muy bien, con la máxima dignidad. Es un trabajo para el que se requiere una profunda base documental y haber investigado acerca de los movimientos musicales en el flamenco, desde finales del XIX hasta ahora. Cada estilo que seleccioné tuve que elaborarlo largamente para que adquiriese los matices adecuados y esa capacidad de transmisión que logra conmover al público.

-¿Transmite lo mismo en un disco que en un concierto?
-Tengo que confesar que soy una artista más de directo que de disco; aunque para subirse hoy a un escenario hay que estar loco como una cabra. Sin embargo, cuando suena la guitarra y todo va funcionando, cuando la voz fluye y comienzas a vaciarte y percibes cómo se emociona la gente… Eso no está pagado. Es algo prodigioso y gratificante.

-¿Ocurre algo cuando vuelve a oír la antología tras diez años?
-Me trae muchos recuerdos porque fueron doce meses en el estudio de grabación, en sesiones espaciadas pero intensas. Desde el principio, tuve la sensación de que estábamos haciendo algo importante. Hoy veo que es un trabajo fresco, que no ha pasado de moda, aunque reconozco que lo enfocaría de otra manera, lo que indica que he evolucionado.

-¿Y echa de menos esa época?
-La recuerdo con cariño, aunque sin nostalgia. Aquello fue hermoso, rescataba músicas perdidas u olvidadas que asumía como propias. Hoy se conocen estilos de otras épocas gracias a la antología. Ahora estoy haciendo cosas nuevas y me hallo en pleno rendimiento, trabajando con ilusión, porque el día que la pierda, ya no cantaré más.