Música

Recuerdos de una vida

Centenario Shostakovich

21 septiembre, 2006 02:00

Dmitri y Nina Vasílevna (Años 40)

Coincidiendo con su centenario, se presenta la próxima semana el libro Shostakovich. Recuerdos de una vida (Siglo XXI editores), las conversaciones del reverendo Mijaíl Ardov con sus dos hijos, Maxim y Galina. El Cultural adelanta varios pasajes, a la vez que selecciona una discografía esencial del creador ruso.

Aunque los libros en torno a Shostakovich son abundantes, estos Recuerdos de una vida que El Cultural prepublica, representan un documento de primera mano en las voces de los dos hijos del compositor, Galina y Maxim, junto al reverendo Mijail Ardov, hijo del escritor Víktor Ardov, figura también cercana al creador. El texto se desarrolla como una larga conversación a tres bandas, en la que se intercalan, ocasionalmente, opiniones y referencias directas de otros protagonistas de la vida musical soviética. Un primer plano lleno de vida que contrasta con esa impresión distante que su imagen oficial y la que algunos de sus biógrafos se han encargado de proyectar. A través de sus hijos, aparece como un hombre atormentado, que vive en un régimen carcelario, dispuesto a devorarle en cuanto considere que se aleja de sus deseos. Una guía muy útil para conocer a uno de los grandes del siglo.

El terror: la amenaza de Stalin
Maxim: "Desde la década de los años treinta y hasta la muerte de Stalin, nuestro padre vivió bajo la constante amenaza de ser arrestado y ejecutado. Ni la lealtad al régimen ni la genialidad artística servía de salvaguarda ante esa amenaza: el trágico sino que corrieron el poeta Osip Mandelstam o el director de escena Vsévolod Meyerhold lo testimonian con claridad.

Es notorio que entre los admiradores de Shostakóvich figuraba el mariscal Mijaíl Tujachevski, fusilado posteriormente por orden de Stalin, y mi padre a veces se veía con el famoso militar. El compositor Veniamín Básner me refirió la siguiente historia que le había contado mi padre.

Una vez, después de visitar a Tujachevski, Shostakóvich fue citado a la «Casa Grande», es decir a la NKVD (Ministerio del Interior) de Leningrado, donde se le interrogó: «Usted ha visitado la casa de Tujachevski. ¿No he oído cómo Tujachevski debatía con sus visitas un plan para asesinar al camarada Stalin?». Mi padre se puso a negarlo todo [...] Mi padre siguió firme, explicando que no había notado nada por el estilo, que no recordaba nada. [...] «Le daré algún tiempo para que se lo piense; su plazo expira a las once de la mañana. A esa hora vendrá a verme y continuaremos esta conversación». Mi padre volvió a casa más muerto que vivo. Decidió que no prestaría testimonio alguno en contra de Tujachevski, y empezó a prepararse para el inminente arresto. A la mañana siguiente, volvió a comparecer en la «Casa Grande», pidió su pase y se puso a esperar a la puerta del funcionario que le había interrogado la víspera. Pasaron horas, pero nadie le llamaba. Por fin, un oficial de seguridad que pasaba por el corredor, le preguntó:
—¿Qué hace usted aquí?
—Estoy esperando —contestó mi padre—. Me ha citado el oficial N.
—¿N? —repitió el oficial—. Pues lo espera en vano. Fue detenido anoche."

La Histórica Resolución
Galina: "Mi padre recorre nuestro apartamento, pasando de una habitación a otra, y fumando sin cesar… Estamos en el invierno de 1948; tengo casi doce años; Maxim, diez. [...] Todos los periódicos exaltan la Histórica Resolución del Comité Central del Partido Comunista acerca de la ópera La gran amistad de Muradeli, en que se vitupera de mil maneras la música de Shostakóvich y de otros compositores «formalistas». Maxim iba a una escuela musical en la que estudiaron a fondo la Histórica Resolución. Nuestros padres lo tuvieron en cuenta y estimaron conveniente que dejase de ir a las clases durante algún tiempo. Le envidié mucho semejante suerte porque yo iba a una escuela soviética común y corriente y en las clases de mi sexto curso nadie mencionaba siquiera esta resolución del Comité Central.

Las consecuencias de la Histórica Resolución no se hicieron esperar: orquestas sinfónicas suspendieron la ejecución de las obras de Shostakóvich y, para mantener a la familia, nuestro padre tuvo que componer música para el cine, cosa que no le agradaba ni lo más mínimo. Además, le expulsaron del claustro de profesores del Conservatorio, por lo cual nuestra familia perdió la posibilidad de recibir asistencia médica en una clínica para miembros del Gobierno. En aquellos días se respiraba un ambiente muy tenso…"

El viaje a USA
Maxim: "Cuando Stalin llamó a papá, estábamos en casa mis padres y yo. Mi padre hablaba desde su estudio y mamá escuchaba la conversación desde el otro aparato que teníamos instalado en el recibidor. Le rogué que me pasase el auricular porque tenía unas tremendas ganas de escuchar en vivo la voz de Stalin. Ella accedió y me tocó en suerte escuchar algunas frases de la conversación que aquél mantuvo con mi padre. Bien se sabe que, a fin de cuentas, Shostakóvich viajó a Estados Unidos en 1949. Oficialmente, integraba la delegación soviética que asistía al Congreso Internacional de la Ciencia y la Cultura para la Paz Mundial. La delegación incluía también a escritores, directores de cine y científicos. Debido a su timidez y su modestia, Shostakóvich nunca refirió detalles de su viaje allende el océano. Pero el escritor Alexandr Fadéyev, quien también viajó con la delegación, comentó con sus amigos algunos pormenores de la bienvenida que dieron al célebre compositor en Estados Unidos. Para empezar, varios miles de músicos se congregaron en el aeropuerto de Nueva York con el fin de saludar a Shostakóvich. El propio grupo de personalidades que llegó desde la Unión Soviética fue denominado en la prensa de la siguiente manera: «Dmitri Shostakóvich y sus acompañantes». Como a los norteamericanos les costaba pronunciar correctamente nuestro apellido, lo transformaron a su manera llamando a mi padre con una especie de apodo: «Shosty».

De vez en cuando, la gente le gritaba: «Shosty, ¡da el salto, como Kasiánkina!». Poco antes de aquel viaje de nuestro padre a Estados Unidos, ocurrió allí un escándalo cuando una maestra rusa de apellido Kasiánkina, que trabajaba en una escuela adjunta a la misión soviética, pidió asilo político. Los diplomáticos soviéticos trataron de ponerle obstáculos y encerraron a la mujer en un local de la embajada. Pero Kasiánkina consiguió abrir la ventana y saltó a la calle, donde le esperaba una multitud de americanos. Lamentablemente, el pobre Shostakóvich no podía ni soñar con seguir el ejemplo de Kasiánkina. Se daba perfecta cuenta de qué suerte correríamos su mujer y sus hijos, como también toda la numerosa y extensa familia que teníamos, si se hubiese quedado en Occidente. Fui yo quien pudo dar este paso en 1981. Pero mis circunstancias eran diferentes: mi primera mujer ya tenía otra familia y estaba conmigo el que era entonces mi único hijo. Además, en términos de posibles represalias, el régimen de Brézhnev no podía compararse con la crueldad del de Stalin…

Fadéyev contó también a uno de sus amigos el siguiente episodio. Shostakóvich entró en una farmacia de Nueva York para comprar aspirina. Pasó en el establecimiento no más de diez minutos, pero cuando salía a la calle vio que uno de los dependientes ya colocaba en el escaparate un anuncio publicitario que decía: «Aquí compra Shostakóvich»".