Música

Ana Caterina Antonacci

“Sin riesgo, esta carrera es un aburrimiento”

24 noviembre, 2005 01:00

Ana Caterina Antonacci. Foto: Askonas Holt

La soprano Ana Caterina Antonacci ha protagonizado una de las más interesantes carreras de los últimos años. De voz rotunda y apabullante presencia escénica, visita este sábado el Liceo con arias de concierto de Mozart y en diciembre debutará en el Teatro Real en un recital donde desplegará, junto a Gluck y Berlioz, todas sus capacidades vocales.

Tras ganar hace casi dos décadas los concursos Verdi de Parma, el Callas y el Pavarotti, la soprano Ana Caterina Antonazzi inició una ecléctica carrera que le ha llevado a convertirse, gracias a su fuerte temperamento y personalidad musical, en una de las grandes "trágicas" del momento. Cumplidos los cuarenta, su carrera tuvo un punto de inflexión después de unas triunfales representaciones de Medea en París el pasado verano. Vinculada durante años a Haendel o Rossini, hoy Monteverdi -Poppea- y Berlioz -Les Troyens- son sus principales caballos de batalla. ávida de nuevos retos, vuelve al Liceo con dos arias de concierto de Mozart, Ah, lo previdi!, KV 272 y Ch’io mi scordi di te, KV 505, que "por su dramatismo, virtuosismo y coloratura endiablada, requieren un gran esfuerzo. Pueden resultar, por la temática, algo abstractas. Pero es difícil encontrar un aria de ópera de Mozart de semejante intensidad y duración. Eso me atrae", señala.

-También en su recital en el Real, dará muestra de todos sus registros.
-Empecé haciendo mucho barroco, Haendel especialmente. Luego Cherubini, Mozart y Rossini. Mi repertorio no es tan grande, he querido ser coherente. Me siento muy ‘clásica’, desde Gluck, hasta su sucesor ideal, Berlioz. Hoy me he alejado de las partes más ligeras de Haendel, como Agrippina y Rodelinda, y del barroco solo hago Monteverdi.

-Vivió un momento de incertidumbre técnica que le hizo volver a papeles de mezzo coloratura.
-Sí, añoraré la Cenerentola o Rosina, pero desde hace tres o cuatro años mi objetivo es otro, no quiero pasar por cambios de registro entre un compromiso y otro. Aún así, hay títulos a los me he aficionado demasiado y no dejaré fuera de mi repertorio, como Werther, I Capuleti e i Montecchi o Carmen, que haré en el Covent Garden el próximo año.

-Parece no tener miedo a los grandes papeles. Hoy es difícil encontrar esa voluntad de riesgo.
-Siempre he querido tener ambiciones muy altas, si no me aburro. Sin riesgo, ¿qué sentido tiene esta carrera? Pero no he querido cometer locuras. Esperé hasta cumplir los cuarenta para hacer la Medea de Cherubini, nunca lo hubiera hecho más joven. Sólo cuando vi que técnicamente podía prepararme y acercarme con dignidad al papel me decidí, y no crea que no tenía miedo... Pero el hecho de tener óperas estupendas y difíciles en proyecto me anima a mantener el entusiasmo y la ilusión de trabajar.

-El reciente reconocimiento de su Cassandra de Les Troyens, en París y Toulouse, ha sido definitivo...
-Es lo más grande que me ha sucedido en los últimos años de mi carrera. Vivo en París desde hace tiempo, pero aún no conocía al público de esta ciudad. Me han hecho sentir en casa. Amaba a Berlioz pero no conocía el personaje. Es muy grande, supuso mucho esfuerzo pero valió la pena. La acogida me electrizó y motivó para ser todavía más ambiciosa, volver con fuerza al ruedo, algo fundamental en esta profesión.

-¿Ha superado sus expectativas?
-Sin duda, nunca habría pensado poder llegar a cantar los papeles que estoy haciendo. Tras cerca de 20 años de carrera, hoy no descarto hacer algún Verdi, cosas no muy pesadas, como Don Carlo, o incluso Bellini, ¡me gustaría tanto la Norma...!

-Parece sentirse igual de bien en los montajes menos tradicionales...
-No soy categórica. Por ejemplo, he cantado mucho barroco y es cierto que se han hecho montajes muy modernos que han ayudado mucho a dar una nueva dimensión a este repertorio. El barroco, por su carácter de fábula ilimitada, da pie a la fantasía, permite inventar mucho, al contrario que épocas posteriores donde todo está teatralmente definido. Hay que buscar un equilibrio. Mire a Pizzi, ha sabido, en su Armide o en Rinaldo, hacer algo clásico pero manteniendo ese aroma de irrealidad.

-Ha hecho Poppea con Abbado y Agrippina con Jacobs, ¿Con qué concepción se queda?
-Jacobs tiene sus ideas sobre el barroco, nos entendimos pero no coincidimos. Me siento más a gusto con Abbado, el no piensa, "ahora esto tienen que sonar barroco...". Se acerca al repertorio de una forma más sencilla, que coincide con la mía. No soy ninguna experta y, como él, pretendo hacerlo no pensando excesivamente en cuál será el estilo justo. Prefiero guiarme por el instinto y no me ha dado malos resultados.

-¿Su facilidad teatral es igualmente intuitiva?
-Nunca he estudiado. Abordo el repertorio con sencillez. Las sensaciones vienen instintivamente. Ensayo, experimento y veo qué me sucede dentro del personaje. Además, casi todos comparten el elemento dramático. Algo que necesito. Incluso Gluck, que puede parecer de mármol, contiene grandísimas vibraciones, y es eso lo que busco.