Image: L’ Elisir fiesta en el Liceo

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Música

L’ Elisir fiesta en el Liceo

Vuelve la versión de Mario Gas de L’Elisir d’amore de Donizetti

17 marzo, 2005 01:00

L"Elisir en el montaje de Gas

El Teatro del Liceo repone a partir del 18 de marzo la versión de Mario Gas de L’Elisir d’amore de Donizetti, que podrán disfrutar, en una veintena de funciones, más de cuarenta mil aficionados. Para asumir los papeles principales se cuenta con grandes nombres del momento como Mariella Devia, Angela Gheorghiu o Rolando Villazón.

Nada menos que 20 funciones, desde mañana al 7 de junio, ha programado el Liceo de L’elisir d’amor, en una propuesta bastante nueva: realmente no creemos que se haya dado con frecuencia en nuestro país el que vean la obra casi 45.000 personas, lo que, en cuestiones de gran arte, es mucho. Es ésta la fórmula ideal -que esperamos vaya cundiendo, por ejemplo, en el Real (hay ciertos proyectos al respecto)-, aquélla que propone una ampliación seria del aforo a base de la repetición, a precios populares en varios casos, de un mismo título, con repartos de similar categoría. Mejor que esa otra -que puede terminar en engendros como el de los millonarios tres tenores- de acercar la ópera a los estadios o grandes e inhóspitos espacios. La ópera ha de ser seguida y degustada en los sitios para los que fue creada.

Elixir es una obra de síntesis de un estilo, el cómico, ya periclitado o a punto de hacerlo en 1832, año de su estreno en Milán, pero hábilmente recuperado por Donizetti. El trazo levemente sentimental, trufado de un humorismo y de una ironía más bien ingenuos, dio lugar a una excelente narración musical, cuajada de un melodismo muy atractivo. Las traídas y venidas del ingenuo Nemorino, la curiosidad de su adorada Adina, la cara que le echa el buhonero Dulcamara y la fatuidad bufonesca del sargento Belcore van poblando la tontorrona anécdota con el concurso de un coro y de una orquesta chispeantes y llenos de una muy mesurada gracia.

La producción de Mario Gas viste la trama con los ropajes de la Italia fascista, en la que la pareja de amantes aparece impulsada por un viento fresco e incontaminado. Y nos trae un buen puñado de figuras para ocuparse de esa vocalidad ligera, de ese aéreo neobelcantismo en el que se sumerge aquí la música donizettiana. Se alternarán en el papel de la rica y a la postre tierna pueblerina cinco sopranos de cierto tronío: Mariella Devia, Elisabeth Futral, Mariola Cantarero, María Bayo y Angela Gheorghiu. De ellas, esta última es la que posee un instrumento en principio más adecuado a una parte que es para una lírica con cuerpo, con graves, buen centro -los sobreagudos son escasos- y resuelta coloratura; aunque Devia está más en el estilo y posee un timbre más cristalino. La brillante Cantarero se nos antoja algo falta de carne vocal por ahora: tendrá problemas en la franja inferior.

Desfile de tenores
Nemorino se lo reparten Stefano Secco, Rolando Villazón, Joseph Calleja y Giuseppe Filianotti, tenores en alza. El primero es quizá demasiado ligero, el tercero, de buenas hechuras, está aún desbravándose, pero posee material importante; el cuarto flojea en los agudos, pero cuenta con un hermoso instrumento de lírico-ligero. Puede que sea el segundo, Villazón, quien puede encajar a la postre en mayor medida: la voz es clara, fácil, extensa y el arte parece ir madurando para aproximarse con fortuna a ese canto de lirismo trascendido y de corte en ocasiones elegíaco.

Son relevantes también los Dulcamara, personaje que requiere un bajo bufo. De los cinco apuntados, hay cuatro destacados: dos italianos, Simone Alaimo -algo corto de agudos- y Alessandro Corbelli -quizá en exceso baritonal, aunque de un humorismo bastante fino-, y dos españoles, Simón Orfila -de recia apostura, desparpajo y buen centro- y Carlos Chausson -excelente caricato, de voz llena, sólidos graves y gracia a raudales-. Es el último sin duda el que mejor ha de servir una parte como la del charlatán y aportarle esas miajas de ternura que se encierran en él. Belcore se lo distribuyen Christopher Schaldenbrand, Jean-Luc Chaignaud, el catalán ángel ódena y el argentino Víctor Torres. Será interesante ver de qué manera enfoca este barítono muy lírico el papelón del engreído militar. Buena ocasión en un montaje como éste de echarle encima todos los tópicos del fascista.

En el foso, un director ya avezado, aunque de carrera todavía relativamente joven: Daniele Callegari, conocido en el Liceo por su Norma. Batuta firme, de buen criterio. ¿Tendrá la gracia necesaria para poner en órbita la transparente música?