Image: El calvario de la música sacra

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Música

El calvario de la música sacra

Escasean las nuevas creaciones del género

22 diciembre, 2004 01:00

Schola Antiqua en la última semana de Música Religiosa de Cuenca. Foto: Santoago Torralba

El proceso de secularización vivido en los últimos decenios, unido a nuevas formas de entender la liturgia, hace que la música religiosa se encuentre en uno de los peores momentos de su larga historia. Escasean las nuevas creaciones del género mientras que obras como El Mesías de Haendel siguen dominando por estas fechas las programaciones. El Cultural analiza la situación de este campo de la composición y de la interpretación y pregunta a cinco personalidades relacionadas con este ámbito acerca de la validez hoy de lo religioso como vehículo de expresión musical.

Uno de los fenómenos más sorprendentes, y a la vez de más difícil justificación histórica se refiere al profundo declive en el que ha caído la música religiosa occidental en general y la católica en particular a lo largo del siglo XX. Sólo con asombro se puede asistir a una decadencia que, después de haber dado a luz composiciones que forman parte del tronco más sólido de la tradición musical europea, ha permitido arribar a niveles tan ínfimos como los vividos en los últimos treinta años: De la Misa del Papa Marcello de Palestrina a Juntos como hermanos de Gabarain, la distancia aparece, como mínimo, preocupante.

Se ha achacado a la secularización de nuestra sociedad, que ha llevado a los creadores a interesarse menos en lo sacro pero también es atribuible a otros factores, inherentes al valor que se le concede a la música en la liturgia. La conciencia de la situación ha provocado, incluso, a una toma de posición del propio pontífice Juan Pablo II que, a fines del pasado año, publicaba un documento sobre la música sagrada donde recordaba su importante función, "que San Pío X presenta como medio de elevación del espíritu a Dios y como valiosa ayuda para los fieles".

"La música religiosa vive un momento malo y eso está a la vista de cualquiera", afirma José Vicente González Valle, canónigo y ex-director del Instituto de Musicología del CSIC. "En realidad no es que antes estuviera demasiado bien y ahí está el Motu proprio de Pio X que dio la puntilla a las tradiciones románticas, pero comparativamente, en el XX, el bajón ha sido mayor", afirma con cierta tristeza. Todo ello sorprende si se tiene en cuenta que, en palabras del propio Juan Pablo II, la Iglesia "ha favorecido a lo largo de toda su historia el canto en las celebraciones litúrgicas, tanto de Occidente como de Oriente".

Para María Nagore, profesora de Historia de la Música en la Complutense, hay que establecer una diferencia entre música religiosa y música litúrgica: "Siempre habrá personas que puedan sentirse inspiradas por lo espiritual con lo que existirá siempre", comenta. El problema es más complejo con la música litúrgica. Y aquí son muchas las voces que señalan, en el caso católico, al Concilio Vaticano II como culpable del descalabro.

"En mi opinión, esa impresión no es del todo justa", señala González Valle porque, en efecto, según se lee en las actas del Concilio, éste afirmaba que la Iglesia "admite en el culto divino todas las formas artísticas auténticas dotadas de las debidas cualidades".

Problema de aplicación
Para González Valle, el problema ha venido de su aplicación, realizada a partir de la instrucción Musicam sacram, publicada por Pablo VI en 1967. "El Concilio quería abrir la liturgia a las lenguas vernáculas, un poco al modo protestante. Pero en el caso español no había buenos textos y las creaciones musicales se encomendaron a personas de cuarta categoría. Lutero, que era compositor, acudió en el siglo XVI a grandes figuras de su tiempo y elaboró un cantoral muy bueno que, además, en los últimos tiempos se ha adaptado bien.

En el caso católico se dejó en manos, en algunos casos, de gente poco preparada. Por otro lado, hubo un sector que atacó el canto polifónico o, incluso, el órgano, al considerarlos como elitistas, para ofrecer como contrapartida música de baja calidad", señala González Valle con indignación.

"Gran parte de la música religiosa es litúrgica y, como tal, funcional al estar supeditada a un rito", comenta María Nagore. "Se ha visto condicionada por la evolución del rito y ha vivido múltiples controversias en épocas precedentes. De ahí que las polémicas hayan sido recurrentes. Ya en el siglo XII aparecieron críticos que despreciaban la polifonía del momento porque no se entendía. Luego vino Trento; en el XIX, el Motu proprio de San Pío X y ahora en el XX , el Vaticano II, con lo que se ha llegado a un grado de simplificación que, desde muchos puntos de vista, parece peligroso".

Ello ha llevado a que en varios foros surjan propuestas, caso de los congresos de 'Música y sacralidad' de Valladolid, donde se ha puesto el dedo en la llaga. "Se ha dicho que todo esto ha venido como producto de la vulgarización. Con una buena intención que era la participación de los fieles en el acto litúrgico, se han compuesto músicas de andar por casa, adaptando, y no siempre bien, piezas populares. La Iglesia no le ha dado importancia a la música de calidad", comenta Nagore.

Esta preocupación la ha expresado Juan Pablo II afirmando que "la misma categoría de música sagrada ha ampliado hasta tal punto su significado que incluye repertorios que no pueden entrar en la celebración sin violar el espíritu y las normas de la liturgia misma" y de ahí que, "no todas las formas musicales pueden considerarse aptas para las celebraciones litúrgicas".

El problema, que está en el tejado del Instituto Pontificio de Música Sacra, es cómo se aplican estas directrices papales teniendo en cuenta que son demasiado generales y que hay que contar con la realidad interna de la Iglesia. "Se ha dejado de impartir clase de música en prácticamente todos los seminarios, salvo Valladolid y Madrid. Esa falta va a influir en los futuros sacerdotes", comenta Nagore.

Por su parte, González Valle afirma que "un sacerdote debe tener conocimientos musicales porque la liturgia los requiere. En mi época, los sacerdotes estudiábamos órgano, armonía y composición. Ahora, no". Todo ello, por cierto, en contra de las instrucciones del Concilio que señalaba que la importancia que debe darse a la práctica musical en los seminarios, en los noviciados de religiosos y religiosas, y en las casas de estudio, así como en los demás institutos y escuelas católicas".

Decadencia del repertorio
Y aunque el Concilio apostaba por los coros, a modo de Scholae cantorum, especialmente en las catedrales, la decadencia del repertorio, el envejecimiento de la feligresía y la falta de tradición, ha llevado al frente de ellos a personas que, pese a su buena voluntad, están escasas de preparación que afrontan repertorios de ínfimo nivel de calidad.

Por otro lado, la creación se ha encontrado con un competidor importante: la música antigua que ha venido a desplazar a la contemporánea: "Es curioso cómo las iglesias se utilizan cada vez más como salas de concierto y, sin embargo, no se favorece que esa música suene en el marco de la liturgia" comenta Nagore. Por otro lado, en los eventos parece utilizarse sólo "a Mozart y otros compositores del pasado. No se encargan piezas nuevas, lo cual tiene alguna lógica si pensamos que nuestros autores se miran demasiado al ombligo y -que si descontamos a Messiaen, Penderecki y algunos más-, parecen despreciar al potencial oyente", subraya González Valle. Además, comenta el musicólogo, "han sido muchos los que se han pasado del pasodoble torero a la metamorfosis de la corchea, generando una confusión de la que yo, como tantos otros, soy también víctima".

Esa desconfianza era puesta en boca de Juan Pablo II cuando, señalando hacia la creación actual afirmaba que "el ámbito sagrado de la celebración litúrgica jamás debe convertirse en un laboratorio de experimentaciones o de prácticas compositivas y ejecutivas introducidas sin una esmerada verificación".

"Yo creo que la crisis no es sólo de la música religiosa, sino de todo el arte religioso en nuestra sociedad. Y la solución, si es que existe, no es nada fácil", comenta María Nagore. Son contados los compositores que siguen inspirándose por este ámbito, lo que González Valle achaca a la victoria del cientifismo que ha quebrado el culto a las humanidades: "Ahora se busca la rentabilidad inmediata". Quede al menos la voluntad del papado actual plasmado en su Carta a los artistas a los que les exhortaba para que pongan "todo su empeño en acrecentar el repertorio de composiciones que sean dignas de la altura de los misterios celebrados y, al mismo tiempo, adecuadas a la sensibilidad actual".


Un proceso decadente
Si el siglo XVIII alcanza el vértice de la creación religiosa, desde el XIX comienza un proceso que se ha visto acrecentado en los últimos decenios. De hecho, el XX ha conocido muy pocos compositores que apuesten por la religión como motor de su obra. Y si todavía encontramos a pesos pesados como Stravinski o Schoenberg que miraron hacia la Biblia o, simplemente, a los textos litúrgicos como puntos de referencia, posteriormente el interés parece ser menor.

Muy pocos compositores pueden considerarse como adalides de la espiritualidad religiosa. Entre todos destacan el francés Olivier Messiaen que ha dejado obras fundamentales como su ópera San Francisco de Asís. Otro nombre fundamental es el del polaco Kryzsztof Penderecki que ha presentado piezas de tanta relevancia como La Pasión según San Lucas o el Réquiem Polaco.

Tampoco se puede olvidar el ejemplo del estonio Arvü Part que ha utilizado, en piezas como el Stabat Mater, el Te Deum o el Magnificat, textos fundamentales de la liturgia católica. Otros compositores se han visto, puntualmente subyugados por esta sensibilidad, caso de Francis Poulenc, Leonard Bernstein, Benjamin Britten o Sofia Gubaidulina. En España hay que destacar a Guinjoan o Turina.


ESTÍMULO COMPOSITIVO
La música religiosa puede seguir siendo tan válida como en cualquier otra época. Siempre habrá compositores que se vean estimulados por un impulso religioso. Quien ha cambiado ha sido el responsable del encargo. Si en el siglo XVII o el XVIII era la Iglesia, en el caso católico, o las diferentes confesiones protestantes, ahora son las orquestas, los festivales o las instituciones públicas, las que requieren de los creadores obras con un carácter religioso.

Por ello, la dedicación de los compositores es menor, ya que los encargos tampoco abundan en general. El Festival de Cuenca, sin embargo, sigue apostando por creaciones inspiradas por la religión o la espiritualidad. Antonio Moral. Director de la Semana de Música Religiosa de Cuenca.

SOY EL ÚLTIMO MOHICANO
Parte de mi música surgió en los años cincuenta, en un momento en que la religión estaba muy politizada en Polonia. Obras como los Salmos o La Pasión según San Lucas tienen un fuerte valor testimonial e histórico para la época. Pero no se puede olvidar que la tradición religiosa fundamenta la evolución de nuestra música desde el gregoriano hasta ahora. Es posible que a la gente joven no le interesa porque no la necesita o porque ha encontrado algún sustitutivo. También puede ser que sea el último mohicano de este género. Pero me siento muy orgulloso de que la música religiosa forme parte de mi corpus creativo. Kristof Penderecki. Compositor.

CARGA DE MISTERIO
El hombre necesita asombrarse. La poderosa carga de misterio asociada a la religión siempre ha atraído su atención. El estupor ante lo inconmensurable, lo infinito, lo trascendente, lo hace un ser religioso por naturaleza. La música, con su innegable carga metafísica, con su halo de misterio, asociado a lo intangible, encuentra su pareja ideal en esos sentimientos religiosos humanos. Como director, he encontrado las páginas más trascendentes y profundas de la creatividad humana en el campo de la música religiosa. Nada me emociona más que cualquier página de la Pasión según San Mateo de Bach; o de algún oratorio de Handel. E. López Banzo. Director de Al Ayre Español, Premio Nacional de Música 2004.

VALIDEZ DE EXPRESIÓN
En mi repertorio la música religiosa ocupa un lugar importante. Al ser contratenor y estar "especializado" en el periodo que comprende entre los años 1500-1750, la mayoría de obras que interpreto tienen como estructura poética y conceptual textos religiosos. La programación de conciertos y publicación de grabaciones de obras religiosas demuestra su validez como expresión musical, tanto para aquellos que lo perciben como parte de su creencia como para los que lo viven como un significado espiritual independiente de su credo. Conocer las entrañas de los conceptos religiosos que se produjeron en esa época: Reforma, Contrarreforma, estética anglicana, pietismo, patetismo humano latino... me parece fundamental para poder desarrollar un criterio de interpretación y una expresividad musical interesante. Carlos Mena. Contratenor.

ADAGIO RELIGIOSO
Pese a no ser religioso me interesa mucho el hecho histórico de las religiones. En ocasiones he usado el adjetivo "adagio religioso" en mi música para que el intérprete entienda que tiene que ejecutarla con devoción. El hecho religioso genera en mí una disposición a la introspección que amplía mi capacidad de expresión musical. Algo que queda patente en las obras de carácter litúrgico que he compuesto como el Salmo responsoriale para coro -encargo del arzobispado de Milán, para una de las partes de la misa- o también el Cuarteto de cuerda n°2, "desde las sombras", que, incorporado aquí a la tradición antigua de la katábasis, representa el descenso y posterior retorno de Cristo al mundo de las tinieblas (Hades), los tres días que estuvo muerto. Jesús Rueda. Compositor. Premio Nacional de Música 2004.