Image: Royal Ballet, bailando con cisnes

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Danza

Royal Ballet, bailando con cisnes

13 julio, 2018 02:00

Ryoichi Hirano y Sarah Lamb, en El lago de los cisnes. Foto: Bill Cooper

El Teatro Real acoge a partir del próximo miércoles la deslumbrante versión de El lago de los cisnes ideada por Liam Scarlett para celebrar los 200 años de su artífice, Marius Petipa. Será la primera vez que se vea fuera del Covent Garden. Hablamos con sus dos bailarinas principales, Sarah Lamb y Marianela Núñez, prodigios de técnica y personalidad.

El lago de los cisnes es probablemente la obra más popular de la historia del ballet. En su casi siglo y medio de vida ha sufrido revisiones, retoques, cambios en la dramaturgia, reestructuraciones de la partitura de Chaikovski e incluso la transformación del destino final de sus personajes que, dependiendo de las versiones, pueden terminar ahogados o sobrevivir rompiendo el maleficio con la fuerza de su amor.

Coincidiendo con los 200 años del nacimiento del principal artífice de la obra, Marius Petipa, el Royal Ballet de Londres ha encargado a Liam Scarlett, su Coreógrafo Residente, una revisión de este clásico y devolver así a su exigente público una visión respetuosa y coherente con el momento actual. Marianela Núñez, Bailarina Principal del Royal Ballet, explica a El Cultural que se siente "muy orgullosa" de este montaje. Ella estrenó la obra el pasado mes de mayo en Londres y bailará también la primera función en el Real el próximo miércoles 18, despertando en ambos escenarios grandes expectativas tanto sobre la obra como sobre su forma de interpretarla. "Fue muy emocionante -dice a El Cultural la bailarina argentina- toda la preparación de esta producción".

Con el trabajo de Scarlett, el Royal Ballet sustituye la versión de El lago que ha estado interpretando durante los últimos treinta años. Firmada por Anthony Dowell, era uno de los sellos de identidad de la casa; de ahí la trascendencia de la apuesta de Kevin O'Hare, actual director del Royal Ballet, que buscaba una versión opulenta de El lago con la que deslumbrar mostrando la grandeza de la compañía. Así, delegó el trabajo en el joven pero ya consagrado Liam Scarlett y su diseñador de cabecera John Macfarlane, quien ha podido, con sus nuevos figurines y escenografía, sacarse la espina que le había quedado clavada de una antigua producción de este mismo ballet. La calurosa respuesta del exigente público del Covent Garden, explica Núñez, supuso para ella un hito en su carrera: "La conservaré siempre en mi corazón".

La estadounidense Sarah Lamb, otra Bailarina Principal de la compañía y, junto con Núñez, uno de los iconos de actual ballet inglés, también encarnará a la mujer-cisne en Madrid (aparte de Natalia Osipova, Akane Takada y Yasmine Naghdi). En el Covent Garden, Lamb tuvo la responsabilidad de interpretar el ensayo general. "Suele ser la noche anterior al estreno, y es una buena forma de calibrar cómo va a ser recibido un ballet nuevo porque la sala se llena con familia y amigos, además de miembros del público y colegas del Royal Opera House. Mi compañero en el escenario, Ryoichi Hirano, y yo nos sonreíamos el uno al otro todo el tiempo porque la respuesta fue increíble", recuerda. "Al público le encantó y la función fue igual de positiva, si no más. Un día incluso tuvimos una ovación con todo el público en pie, algo muy poco frecuente allí".

Scarlett se ha enfrentado a este reto con la audacia y la humildad de quien valora la importancia histórica de la obra. "No creo que haya nada que pueda superar al hecho de tener la oportunidad de hacer un Lago", afirma. En el caso del Royal Ballet, añade, "tiene una trascendencia enorme ya sólo por sus predecesores en la compañía; es como un mamut. Me encanta".

"En la Royal Opera House nos ovacionaron con todo el público en pie. Eso es algo poco frecuente allí". S. Lamb

De la versión original de El lago de los cisnes apenas quedan rastros: estrenada en Moscú en 1887 con coreografía de Julius Reisinger sobre la partitura original de Chaikovski, tuvo una respuesta discreta por parte del público y renació en 1895 cuando, tras la muerte del compositor y con permiso de sus herederos, el coreógrafo Marius Petipa reorganizó la partitura y, con la ayuda de su asistente Lev Ivanov -quien creó bajo su supervisión los célebres actos blancos con escenas de cisnes-, nos legó una obra maestra. Sin embargo, mucho han cambiado las cosas desde entonces y tanto los personajes de este ballet como la coreografía en sí misma han vivido multitud de retoques que, sin alterar notablemente el espíritu original del ballet, han cristalizado en una pieza que entusiasma al público y se ha convertido en un éxito mundial.

Ahora Scarlett, el heredero artístico de los ballets narrativos de Ashton y MacMillan que dan identidad al repertorio del Royal Ballet, ha reconsiderado cada uno de los personajes, dotándolos de una fuerza dramática específica. "Me gusta y admiro muchísimo la razón e importancia que Liam les ha dado", afirma Marianela Núñez. "Es maravilloso ver cómo todo tiene sentido, de principio a fin", añade. Lamb, de la misma opinión, explica que Scarlett "mantiene una creencia profunda en la importancia de comunicar sentimientos a través del la danza". Lamb valora haber podido verle en el estudio, ensayando con ella cada personaje porque, apunta, "él es muy claro y muy preciso".

Personajes matizados

El grupo protagonista -liderado por Odette como la princesa convertida en cisne por el maléfico Von Rothbart, y el príncipe Sigfrido a quien Odile seduce y engaña para hacerle romper su juramento de amor eterno con Odette y así mantener el hechizo de su padre- ha sido totalmente replanteado por Scarlett aunque se ha mantenido respetuoso con las versiones más extendidas en cuanto a la coreografía en sí misma. "Liam -dice Lamb- ha conseguido conectar la existencia de Odette como ser humano con su metamorfosis en cisne y después, a través de su muerte, con su vuelta a la forma humana. Ha cambiado y engrandecido el personaje de Von Rothbart en la historia para hacerlo más coherente".



Núñez, una de las bailarinas hoy más aplaudidas en el doble personaje de Odette/Odile, dice admirar a muchas intérpretes que han encarnado anteriormente a la protagonista y destaca a dos artistas rusas: "Natalia Makarova y Uliana Lopatkina están en lo más alto de mi lista". Si bien en sus orígenes Odette y Odile eran interpretadas por dos bailarinas distintas, hace ya décadas que suele abordarlo una misma artista, asumiendo un auténtico reto técnico y expresivo. Lamb confiesa que le encanta hacer de Odile: "Tiene tanto poder y seguridad... ¡Está tan embelesada consigo misma!". Un personaje que, aunque en su origen era la hija de Von Rothbart disfrazada de princesa y dispuesta a enamorar a Sigfrido, con los años terminó convirtiéndose en el ya célebre Cisne Negro y protagonizando una escena exigente y muy brillante; Odile es hoy una figura malévola que representa la estética y los valores opuestos al Cisne Blanco encarnado por la inocente Odette en el acto anterior.

Giros a discreción

"La música [del paso a dos Cisne negro] es extraordinariamente triunfal y arrastra la danza hacia adelante", explica Lamb. Este célebre pasaje se interpreta con frecuencia en galas o concursos por sus exigentes acrobacias ya que en él aparecieron por primera vez los 32 fouettés: una sucesión de giros consecutivos sobre un mismo pie que supone un tour de force pero que, no obstante, es el momento favorito de la bailarina americana. "Especialmente, si los fouettés van bien, me entusiasma cuando Odile baila hacia Sigfrido, casi como una flecha, en la diagonal de después".

Ambas bailarinas recalcan la importancia fundamental de su compañero de reparto como Príncipe Sigfrido, un personaje que en ocasiones puede parecer apenas un soporte bien justificado para el lucimiento de ella. "Tengo la suerte de bailar con un compañero increíble y maravilloso, Vadim Muntagirov", dice Marianela Núñez. "En la compañía lo llamamos ‘Vadream' [jugando con la pronunciación inglesa del nombre del bailarín] porque realmente es un sueño como artista y como colega".

"De las bailarinas de El lago, Natailia Makarova y Uliana Lopatkina están en lo más alto de mi lista". M. Núñez
El lago contiene -tanto en los actos blancos II y IV, como en el acto III- algunas de las escenas de pareja más exigentes del repertorio clásico porque la aparente simplicidad de los pasos encierra detalles musicales y dramáticos fundamentales para mantener el ambiente mágico del ballet. "Cualquier partner, en danza, es de máxima importancia. Independientemente de cómo baile uno su solo, el paso a dos es tan importante, o más", explica Lamb. "Bailar con Ryoichi es un placer. Disfrutamos trabajando juntos y él tiene una fortaleza y una resistencia asombrosas. Este ballet es muy clásico y ni de lejos se acerca al romanticismo de muchos de los ballets de MacMillan que bailamos normalmente; por ejemplo, necesitamos dejar claro que nos tenemos un amor profundo al terminar el acto II, de modo que el trauma del acto III desemboque en una enorme pérdida en el acto IV". Un complejo camino dramático en el que el entendimiento es clave. "Ryoichi y yo -añade- estamos siendo capaces de crear una relación de pareja donde podemos desarrollarnos ambos como artistas porque confiamos explícitamente el uno en el otro".

Notables novedades

Scarlett mantiene en esta propuesta algunos de los puntos fuertes de la versión a la que sustituye en el repertorio de la agrupación inglesa, entre ellas las escenas de cuerpo de baile del acto II y la célebre Danza Napolitana del acto III que coreografió Ashton en 1963 y que tantas veces interpretó el propio Scarlett durante sus años como bailarín de la compañía. La versión sí presenta incorporaciones notables en el prólogo, que revela la transformación de la princesa Odette en cisne, o las danzas de los actos I y III, y respeta la selección musical heredada de Ashton para el acto IV, incluyendo un fragmento de Chaikovski que el compositor Riccardo Drigo suprimió más tarde.

Su coreografía, que en Madrid estará acompañada por la Orquesta Titular del Teatro Real dirigida por Koen Kessels, se mueve entre las versiones más tradicionales de El lago y busca en todo momento mantener una coherencia narrativa y dramática. "Lo que sucede a veces con los clásicos -explica Scarlett- es que olvidamos que cuentan una historia; una historia que el público no había oído nunca, de una forma que no se había hecho hasta entonces. Fue algo revolucionario en 1895, cuando el público de Rusia vio por primera vez la producción de Petipa e Ivanov. Fue increíble, un auténtico fenómeno… y aún hoy sigue teniendo una gran relevancia".

@ElnaMatamoros