Itsaso Arana, Francesco Carril, Vito Sanz e Irene Escolar juegan al ping-pong en el filme de Jonás Trueba

Itsaso Arana, Francesco Carril, Vito Sanz e Irene Escolar juegan al ping-pong en el filme de Jonás Trueba

Cine

'Tenéis que venir a verla', atrapar la irrealidad del mundo

Esta nueva entrega confirma al director como una de las voces más sugerentes y únicas de nuestro cine

19 junio, 2022 16:08

¿Se puede hacer una película a partir de una sensación que no se acaba de reconocer del todo, de un escalofrío que desaparece en un segundo? Eso se pregunta Jonás Trueba en Tenéis que venir a verla, película que competirá en la sección oficial del festival de Karlovy Vary tras su estreno en España. Tan sencilla y espontánea como Los exiliados románticos (2015), tan misteriosa como La virgen de agosto, pero con un poso de tristeza y amargura sin precedentes en su filmografía, esta nueva entrega confirma al director como una de las voces más sugerentes y únicas de nuestro cine.

¿Quién si no se atrevería a presentar un filme que rebasa por poco la hora de metraje, en una jugada a contracorriente del éxito logrado con su anterior filme de pura ficción, esa virgen estival que consiguió más espectadores en Francia que en España y que estuvo nominada al César a la mejor película extranjera?

Merece la pena detenerse en algunos aspectos cosméticos del filme, como su título, que no solo hace referencia al principal disparador de la trama, esa invitación de los personajes que interpretan Francesco Carril e Irene Escolar a su pareja de amigos, a los que dan vida Itaso Arana y Vito Sanz, para que vayan de una vez por todas a visitar la casa que tienen en la sierra de Madrid, sino que también hace una irónica apelación al público para que se acerque a una sala de cine, en un gesto reivindicativo y excéntrico que se traslada a ese tráiler sin imágenes de la película o a un cartel de una excesiva y cómica sinceridad.

Todo arranca en un concierto de Chano Domínguez en el invierno de 2020 en el Café Central de Madrid, con Trueba deteniéndose en los rostros de los actores mientras el piano del músico sirve de catalizador hacia esa emoción entre melancólica y triste que domina el filme, potenciada en otros momentos por la voz en off de Olvido García Valdés mientras lee algunos de sus enigmáticos versos.

Y es que el romanticismo desaparece aquí del cine de Trueba para dejar paso a las dudas existenciales de unos personajes hastiados y vueltos hacia sí mismos, aflorando temas como el aborto, el estancamiento profesional o el distanciamiento de los amigos, sin que no dejen de ser meros apuntes.

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No es una película tan ligera como aparenta, de hecho puede llegar a incomodar la tensión subterránea entre los cuatro personajes, que nunca parecen estar del todo cómodos con ellos mismos y con los demás, a pesar de esas conversaciones que los actores llevan de manera tan natural y que pueden destellar en ciertos momentos de serena comicidad.

Y si es difícil extraer el sentido último del filme (para aquellos que lo necesite), siempre quedan esos momentos de fina sensibilidad (esa pareja hastiada cruzando sus manos sobre la cama) o ese estallido de risa final en el que podemos vislumbrar esa sensación de irrealidad que nos asalta a todos en ciertos momentos y que Trueba trata de capturar.