Image: La próxima piel o la suplantación

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Cine

La próxima piel o la suplantación

21 octubre, 2016 02:00

Emma Suárez y Alex Monner protagonizan La próxima piel

Isaki Lacuesta e Isa Campo estrenan La próxima piel, una hipnótica ficción que consiguió la Biznaga de Plata de la última edición del Festival de Málaga. Este tándem artístico lleva el tema de las suplantaciones a un lugar perturbador y cruel con ingredientes de thriller metafísico.

Hace cuatro años se estrenó el sorprendente documental El impostor (2012, Bart Layton), en el que un joven francés de inquietante mirada y pasmosa inteligencia explicaba paso a paso cómo había logrado suplantar la identidad de un niño desaparecido para, al cabo de tres años, ser recibido con los brazos abiertos por su supuesto hogar familiar. El imposible regreso al hogar había ocurrido tal como lo contaban los implicados a cámara y reconstruía el documental.

Una noche lluviosa, el joven fue recogido por la Guardia Civil en Linares (Jaén) tras denunciar que había escapado de un secuestro donde fue brutalmente torturado. Entregado a un orfanato, años después fue identificado como el niño desaparecido de una familia de San Antonio, Texas. El joven había planeado todo para justificar hasta el cambio de color de los ojos. Su deseo por adquirir una nueva identidad y poder llevar una vida más o menos normal, sumado a la angustia y soledad de una familia, especialmente la madre y la hermana, que estaba dispuesta a lo que fuera para recuperar a su hijo (aunque no fuera su hijo), hizo posible el milagro del "reencuentro". La investigación que se puso en marcha reveló un pasado familiar tan inimaginable como trágico. La historia en verdad era otra.

No sé si Isaki Lacuesta e Isa Campo conocen esta película, si estaba en sus pensamientos o no cuando escribieron La próxima piel (lo que es imposible si el proyecto arrancó en 2004, como sostienen), pero desde luego podría perfectamente pasar por la inspiración, el contraplano documental o la deconstrucción a la antesala de su hipnótica ficción, reconocida con la Biznaga de Plata (Especial del Jurado y Mejor Dirección) del Festival de Málaga.

Fractura de las identidades

La pareja creativa Lacuesta y Campo llevan esta premisa argumental en torno a las suplantaciones a un lugar tremendamente perturbador, borroso, cruel, con el aire de una fábula nevada y agreste, donde todas las identidades se fracturan, incluso puede que las del propio cineasta. Este thriller que llamaremos metafísico arranca allí donde se produce el reencuentro entre Leo / Gabriel (Álex Monner) y Ana (Emma Suárez), la supuesta madre del adolescente que, unos minutos antes, amenazaba con arrojarse de lo alto de un edificio. Las sospechas de que es un huérfano en busca de un hogar a cualquier precio se concentran en Enric (Sergi López), un tipo hosco, cuñado de Ana, hermano del marido fallecido.

La capacidad de la película para asomarse a precipicios inesperados, por pasar esquinadamente por los elementos más comunes del género, por crear una tensión de fondo, es tan magnética como inusual en un cine español que lleva unos cuantos años abonado al thriller como reclamo comercial de cierta autoría de calidad. Las conquistas de La próxima piel, lo que quizá la hace tan inquietante en ese paisaje general, procede de la riqueza psicológica de unos personajes fracturados, en los que la abrupta geografía pirenaica que los envuelve da tanta información sobre ellos como los primeros planos. Esos personajes van a dar al cuerpo de unos actores que los llenan de expresión física. Suárez se engrandece como la mujer de todas las pérdidas, viuda y madre de un hijo desaparecido, como si continuara el papel de Julieta tras el reencuentro. López entrega quizá su mejor interpretación en todas las películas que no hace de sí mismo. La intensidad de Monner le garantiza un lugar entre los actores revelación más importantes de los últimos años.

Desde su debut con Cravan vs. Cravan (2002), la figura del doble y sus suplantaciones ha estado presente en la obra de Lacuesta y Campo, quien hasta ahora aparecía acreditada como guionista y estrecha colaboradora. En la primera película que codirigen juntos, aparecen de nuevo las formas en que se trata de domesticar la memoria personal o histórica, convertirla en un aliado para la supervivencia emocional, como en cierto modo ocurría en Los condenados (2009), sobre exilios políticos y pretéritos indescifrables. Es la reconstrucción de un pretérito abstracto, la tentación de Leo por apropiarse del pasado de Gabriel lo que propulsa el drama a rincones extraños y a la depuración de su sentido. Se produce un pacto silencioso en un baile y sentimos que la película es como el primer plano del filme, como un proceso de deshielo.

Aliento documental

La combustión en la pantalla nos alcanza en el último tercio del filme, cuando camina hacia una confrontación que se traduce en revelación, y entonces cambia la formulación de las preguntas que la historia lanzaba hasta entonces al espectador. Ya no interesa tanto el relato de la suplantación como la intuición de un pasado, las relaciones y mentiras familiares. Aunque el marco que acoge el relato podamos entenderlo como un thriller, la película huye de toda clase de artificio propio del género y, como es habitual en el cine de Lacuesta, propone un cruce entre el aliento documental y la fabulación metafórica. Con la comedia canalla Murieron por encima de sus posibilidades (2014), Lacuesta dio una especie de quiebro inesperado en su filmografía. Con La próxima piel vuelve a demostrar su heterodoxia autoral, aquella que le ha convertido en uno de los cineastas españoles más estimulamantes y sobresalientes.

@carlosreviriego