Image: Erik Poppe: Apoyo la guerra contra Afganistán

Image: Erik Poppe: "Apoyo la guerra contra Afganistán"

Cine

Erik Poppe: "Apoyo la guerra contra Afganistán"

El cineasta noruego estrena Mil veces buenas noches, la historia de una corresponsal de guerra que ha de decidir entre su vida familiar y su vocación profesional

8 agosto, 2014 02:00

Erik Poppe

Reportero de guerra antes que cineasta, el noruego Erik Poppe recorrió los conflictos más salvajes del mundo con su cámara tratando de ser el testigo del horror. Por eso dice que Mil veces buenas noches, en las que refleja el desgarro de una corresponsal en zonas de conflicto entre su vida familiar y su arriesgada profesión es su película más personal. Juliette Binoche, enorme, da vida a una mujer dividida entre su vocación, y su rabia, y una familia que también la necesita y está cansada de sufrir cada vez que hace la maleta. Poppe reflexiona sobre su experiencia personal y el propio trabajo de fotoperiodista.

Pregunta.- En el filme plantea un dilema desgarrador, hay una familia que necesita una madre pero la sociedad también necesita reporteros de guerra.
Respuesta.- Todo parte de mi propia experiencia personal, incluso enseñé a mi familia la película antes de darla por terminada para que decidieran si había algo que no querían mostrar. Los periodistas de guerra son profesionales absolutamente necesarios, ellos son los ojos del mundo. Si no fuera por el coraje de esas personas no podríamos conocer las cosas horribles que pasan en algunos lugares del mundo. Su función es poner rostro a las víctimas, otra cosa es que nosotros queramos verlas.

P.- ¿Se enfrentan esos reporteros a la indiferencia de la gente?
R.- Por supuesto. Y de los medios. Si miras las fotografías de guerra de los años 70 eran mucho más crudas que las de ahora.Muchas veces el mejor material se queda inédito porque nadie quiere comprar unas fotos tan brutales y que se les estropee el número especial de verano. Los periódicos de hoy son más light que los de entonces. La experiencia que retrato en la película, cuando la protagonista no consigue vender las fotos de un reportaje, es absolutamente cierta. Eso causa mucha frustración.

P.- Parece que en general estamos viviendo una decadencia progresiva del periodismo.
R.- Es algo trágico. En el caso de los fotoperiodistas se está sustituyendo el trabajo de profesionales por imágenes realizadas con el móvil. Ahora se publican fotos o se emiten vídeos con una imagen mucho peor que la de antes. Ser corresponsal de guerra significa enfrentarse a diario a numerosos conflictos morales y existe una ética que uno debe seguir, unos principios, aunque muchas veces sea difícil saber qué es lo correcto.


Una imagen de la película de Poppe

P.- El episodio de Afganistán, cuando el personaje de Binoche acompaña a una terrorista suicida está al límite de la ética. ¿Hasta dónde es sensato llegar?
R.- Esa secuencia plantea muchos interrogantes. Por una parte, es terrible filmar a una terrorista suicida en sus últimas horas, acompañarla hasta el lugar de la masacre. Puede parecer que estamos justificando o amparando sus acciones o que deberíamos ir a denunciarla. Por la otra, los periodistas solemos tener un buen acceso a las maniobras de los ejércitos occidentales y hay muchas fotos sobre ello. Se trata de poner rostro a las historias, que la gente descubra que detrás de esos terroristas hay personas y que detrás de las víctimas que provocan nuestros ejércitos también. Es importante que comprendamos que cuando hablamos de radicales también hay personas. Y yo apoyo la guerra contra Afganistán.

P.- Mucha gente podría pensar que está usted en contra.
R.- Mucha gente quizá no conoce lo espantosos que eran los talibanes. Una cosa no quita la otra. Las cosas se podrían haber hecho mucho mejor pero había motivos para hacer esa guerra. Lo que no tiene sentido es que ahora los dejemos abandonados.

P.- Surge el tema de la rabia como motor, ¿eso también le motivó a usted?
R.- Cuando estás en una zona de guerra sientes muchísima rabia porque no se está haciendo nada desde Occidente para impedirla, porque la gente prefiera mirar hacia otro lado antes que preocuparse por lo que sucede en el mundo. Esa rabia la conozco muy bien. Al mismo tiempo, surge una frustración porque como fotoperiodista no puedes hacer nada. Si te enteras de dónde hay armas o de que se está preparando un atentado no puedes ir y denunciarlo a la policía porque entonces pones en peligro todas y cada una de las vidas de los periodistas que están en el país y se acabaron para siempre los periodistas allí. Con lo cual es peor. Eres un testigo, y como testigo también te preguntas constantemente hasta qué punto lo que fotografías es real o lo están fabricando para ti.

P.- ¿Debemos decir después de ver su película que cuando uno tiene familia es insensato ser reportero de guerra?
R.- Esos periodistas suelen ser personas normales con vidas y familias normales, y es bueno que así sea. En el caso de una mujer creo que su presencia es crucial porque como madres tienen una conciencia del dolor muchas veces más profunda que la de los hombres. Y en el caso de los países musulmanes, es especialmente importante porque los hombres no podemos comunicarnos con las mujeres con lo cual se nos veta de entrada una vía de información fundamental.