Cine

Disney reinventa los cuentos de princesas para realizar una fábula sobre la libertad

2 febrero, 2011 01:00

La película más moderna, revolucionaria y chispeante de animación de la temporada está basada en... una princesa destronada, un reino de fantasía y un príncipe que no parece un príncipe. Casi 200 millones de dólares se ha gastado la factoría de Mickey Mouse para devolver a la vida al cuento de Rapunzel, esa historia mítica de los hermanos Grimm sobre esa bella muchacha encerrada en una torre cuya larga cabellera tiene poderes mágicos. Y el resultado es, una vez más cuando hablamos de la creadora por antonomasia de fantasías animadas, apoteósico: Enredados es una película dotada de la gracia y el encanto de los filmes clásicos de la productora como La sirenita o La bella y la bestia, a sumar ciertas dosis de corrosión quizá cortesía del nuevo amo del cotarro, mr. Pixar, o sea, John Lasseter, que aquí hace las veces de productor ejecutivo. La mayor parte del mérito, que es mucho, sin embargo, corresponde a Glenn Keane, animador de casi todas las películas de los últimos veinte años de Disney, y los directores, los casi debutantes Nathan Greno y Brian Howard.

Los cuentos de los hermanos Grimm quizá conocen tantas versiones como personas los han contado y, desde luego, en Disney se toman la libertad de adaptarlo como quieren. En la versión original el príncipe era él, y no ella, aquí, él es un ladrón amable, un chico huérfano y guapo que sueña con hacerse rico y convertirse en algo más que un paria. Y ella adopta en esta nueva versión un rostro que puede hacernos pensar en esta Enredados como una versión muy libre de tres mitos mucho más recientes. Por ejemplo, es fácil pensar en una versión light de la peripecia de Natascha Kampusch, esa austríaca que vivió secuestrada quince años, u otra historia aun más siniestra, la del Monstruo de Amstetten, ese padre luciferino del mismo país que encerró a su hija y a sus hijos-nietos durante años y que se transforma en Enredados en la malvada antagonista. Incluso, enredando aun más el asunto, esta película puede verse como una versión infantil de la griega Canino, ya que aquí también encontramos a una víctima que vive oculta del mundo exterior, ese lugar horrible que sólo contamina las almas y estropea los corazones, y una interesante reflexión sobre la construcción de la realidad a partir del lenguaje como significante.

Partiendo de un esquema clásico, Enredados no juega, o casi no juega, a la ironía posmoderna como Shreck. La Edad Media surge en Enredados no como un lugar para dar rienda suelta a un humor basado en el anacronismo chistoso sino como una reinvención del pasado mítico de Occidente versión bucólico-pastoril. El reino de la película está basado en una tiranía amable y la existencia de la pena de muerte no atenúa su condición de lugar para la justicia. La carga de vitriolo que ya es habitual en el cine reciente de Disney no hay que encontrarla, por tanto, en una metáfora política que se esquiva ni siquiera en el ya inevitable mensaje feminista (en este caso muy suave) sino en su contundente manifiesto a favor de la autonomía de los hijos respecto a las padres, que incluye una muerte violenta e insospechada y supone una agresiva e inesperada relectura de la teoría clásica freudiana de "matar al padre", en este caso simbolizado por una madre pérfida que es una de las malvadas más logradas y complejas del cine reciente de Disney.

Como ya es norma, Enredados llega en doble versión. Aunque las tres dimensiones sigue despertando ciertos recelos incomprensibles entre algunos puristas, la insuperable tecnología de la película, que combina con virtuosismo lo mejor del lápiz y el ordenador aporta momentos memorables de gran belleza plástica entre los que cabe destacar la hermosa escena de las linternas nocturnas, en las que se logra algo muy difícil, un romanticismo desatado y dosis de emoción. Es, también, uno de los escasos momentos en los que el filme pierde viveza. Mientras la factoría Pixar, puntal de Disney, ha triunfado ofreciendo productos de enorme riesgo artístico como Wall-e, donde apenas hay palabras durante más de media hora, o Toy Story 3, que ofrece un crepuscular y elegíaco canto al fin de la infancia, Enredados pretende ofrecer entretenimiento sin casi pausa al espectador enlazando una tras otra escenas de acción y frenesí en el más puro estilo Indiana Jones, película a la que se homenajea haciendo uso de una sartén, elemento que la película convierte en un icono con sorprendentes resultados. Buenhumorada y llena de buenas intenciones, Enredados viene a confirmar el momento de plenitud de la animación y un hecho quizá indiscutible, a la hora de montar grandes espectáculos, Hollywood arrasa.