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Ciencia

¿Es la oxitocina la hormona del amor?

Definitivamente, no. Pero puede ayudar complementando las mayores oportunidades de interacción social que suelen otorgar el tiempo de verano y las vacaciones.

21 agosto, 2019 09:25

Definitivamente, no. Pero puede ayudar complementando las mayores oportunidades de interacción social que suelen otorgar el tiempo de verano y las vacaciones. La oxitocina es una poderosa hormona que se fabrica en el cerebro, afecta a las conductas sexual y maternal y contribuye a crear o potenciar lazos de cierta estabilidad entre las parejas y las personas en general. Ha sido llamada hormona del abrazo, hormona del amor y la felicidad, hormona de la confianza y también hormona de la generosidad y la bondad. Apelativos, sin duda, exagerados, pues ¡qué más quisiéramos que esa sola hormona permitiera alcanzar esos estados!

Los experimentos con roedores han mostrado que la oxitocina estimula la conducta sexual del macho, en parte, promoviendo la erección del pene y la eyaculación, y las hembras en celo pueden perder todo interés en el macho cuando se le desactivan las neuronas que responden a la oxitocina. En personas las cosas no parecen ir tan lejos. Generalmente se ha observado que, aunque la oxitocina nasalmente inyectada no modifica sustancialmente la motivación y excitación, la erección del pene, o la lubricación vaginal, sí que aumenta la intensidad del orgasmo y la satisfacción y saciedad tras el intercurso sexual, siendo estos efectos frecuentemente más pronunciados en el hombre. Algunas mujeres tras recibir la oxitocina nasal manifiestan también sentirse más capaces de compartir sus deseos sexuales y empatizar con su pareja.

El efecto más especial de la oxitocina es el de crear o fortalecer vínculos de proximidad y relación entre las personas. Cuando la gente se abraza o se besa, igual que durante el sexo, los niveles de oxitocina en sangre aumentan. También se ha observado un alto incremento en los niveles sanguíneos de oxitocina en los primeros estadios de enamoramiento en las parejas jóvenes, comparados con los de personas sin pareja. Pero la oxitocina no sólo refuerza los lazos y el deseo de seguir juntos en la pareja amorosa y sexual, pues lo hace también entre los progenitores y su prole. Tanto en los padres como en los niños, los niveles de la oxitocina aumentan con su mutuo trato interactivo. Al parecer, podría ocurrir también en la interacción entre animales y entre personas y animales.

Aunque se han puesto de manifiesto sus bondades, los niveles de oxitocina pueden ser también altos en situaciones no deseables, como el estrés, el aislamiento social y la infelicidad. También se ha observado que la oxitocina puede promover vínculos entre las personas de un mismo grupo o de grupos diferentes que pueden ser fuente de favoritismos, endogamias, prejuicios, envidias, agresiones y hasta corrupción nacida de la colaboración. Los celos, pueden ser también exacerbados por la administración nasal de una dosis de esta hormona. Para algunos investigadores, el conjunto de observaciones que tenemos actualmente sobre los efectos de la oxitocina tiene incluso más que ver con el estrés y el miedo que con el amor.

Debemos ser muy prudentes a la hora de valorar los efectos y las funciones de la oxitocina. No hay duda de que es una hormona prosocial, es decir, una hormona que contribuye, aunque de manera todavía muy desconocida, a establecer o reforzar vínculos entre las personas, no necesariamente de carácter sexual. Pero sería una simplificación y un error considerar que ella sola es la responsable de esos vínculos en un cerebro donde coexisten multitud de sustancias químicas, muchas de ellas hormonas también o neurotransmisores, que interactúan de forma compleja para generar los sentimientos y el comportamiento de las personas. Son demasiados los factores que influyen en las interacciones y los vínculos sociales humanos como para simplificarlos en el efecto de una hormona.

Quizá, como ha sugerido también algún especialista, lo que hace la oxitocina, más que crear vínculos afectivos o hacernos mejores personas, es potenciar los sentimientos que ya tenemos. No nos engañemos ni creemos nuevos mitos. No existe una hormona del amor, ni de la felicidad, ni de la bondad o algo por el estilo. Se necesitan además muchos más estudios y mejor controlados en humanos para conocer en profundidad los efectos pro sociales de una hormona tan pluripotencial como la oxitocina.

Ignacio Morgado es catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es autor de Deseo y Placer: La ciencia de las motivaciones (Barcelona, Ariel, 2019)