Ciencia

La teoría de la evolución

Francisco J. Ayala.

21 febrero, 1999 01:00

Temas de Hoy, Madrid, 1999, 215 páginas, 2.200 pesetas

Francisco Ayala se ha propuesto explicar la evolución de forma clara y concienzuda, y lo ha conseguido

La teoría moderna de la evolución se estableció en 1937, cuando el genetista estadounidense Theodosius Dobzhansky publicó Genetics and the Origin of Species. Ese texto capital disolvió la disputa que enfrentaba al evolucionismo ortodoxo, representado por los darwinistas, y a los heterodoxos, provenientes de la emergente ciencia de la genética. Dobzhansky había conseguido compatibilizar ambos enfoques en una única concepción que, muy adecuadamente, pasó a denominarse teoría sintética de la evolución.
Han transcurrido más de 60 años desde entonces; y si bien el paradigma fijado por el genetista estadounidense sigue en pie, los constantes avances en el campo de la genética molecular y de poblaciones hacen necesario una puesta al día que incorpore los últimos hallazgos; y si esa actualización se hace en lenguaje llano, dirigido al gran público, tanto mejor.
Ese es el cometido que se ha fijado con el presente libre Francisco J. Ayala (Madrid, 1934), una figura estelar de la ciencia española; o, más precisamente, de la ciencia hispanoestadounidense, habida cuenta que la carrera científica de Ayala de los últimos 30 años se ha desarrollado en Estados Unidos. Allí, sus méritos le han llevado a la presidencia de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia y al Comité de Asesores de Ciencia y Tecnología del presidente Clinton.
El recorrido propuesto por Ayala sigue la pauta establecido en los libros de estudio, arrancando de Darwin y finalizando con la evolución molecular. En los prolegómenos, el autor no evita una mención al debate del creacionismo, que de tanto en tanto provoca encendidas polémicas en Estados Unidos. A este respecto, Ayala distingue la actitud de la Iglesia católica, que ha aceptado desde 1950 el hecho de la evolución, de la actitud beligerante de los fundamentalistas protestantes, empeñado en defender una "Ciencia de la Creación", que para el autor no tiene nada de científico.
Después del episodio darwiniano se suceden capítulos crecientemente técnicos. Se nota la intención de Ayala por no enmarañar el lenguaje con jerga científica; pero a esta altura ciertas cosas no pueden explicarse sin conocimientos básicos de qué es un gen, el ADN o el genoma.
Las aportaciones más interesantes se encuentran en la última parte del libro, como era de prever por su propósito actualizador. Estas partes conciernen a la dinámica genética de la evolución, donde se incorporan los conocimientos respecto del factor aleatorio en las variaciones genéticos, mucho más importante de lo que suponía el determinismo de los modelos teóricos tradicionales.
Una de las áreas de mayor controversia en la teoría de la evolución actual, explica Ayala, tiene que ver con el origen de las especies. Existen dos teorías al respecto, la incidental y la selectiva; sin embargo, el autor es de la opinión de que no son necesarimente compatibles y pueden integrarse en una teoría más comprensiva.
Igualmente interesante se presenta la discusión de los ritmos de la evolución, es decir, si los seres vivos evolucionan por la acumulación en el tiempo de cambios relativamente pequeños o, por el contrario, esas modificaciones se concentrarían en períodos cortos e intensos, tal como lo defiende la teoría del equilibrio pautado. En esta polémica, comenta Ayala, el eje es la frecuencia relativa de los cambios; y, por lo tanto, la distinción entre lo gradual y lo episódico es relativa.
El último capítulo está dedicado a la evolución molecular, el nivel más elemental del proceso evolutivo. A fin de cuentas, los cambios visibles en las especies y en los individuos que las componen son el resultado de modificaciones en el ADN. Partiendo de esta base, los genetistas se han lanzado a la reconstrucción de los árboles genealógicos de la zoología a partir de las relaciones filogenéticas entre organismos diversos, apasionante tarea que no ha hecho más que comenzar.
En la introducción Ayala anuncia su intención de brindar un texto breve y concienzudo. Al final de su lectura cabe concluir que lo ha conseguido.