Y tú que lo veas

Rarezas británicas

12 octubre, 2012 02:00

La justificación que se ha hecho de esta exposición -que, con excepción de algunas individualidades, el arte británico no es suficientemente conocido por el espectador español- es poco convincente. Yo diría que conocemos mucho mejor el arte británico que el ruso, el griego, el austriaco o el polaco. Ni el planteamiento ni los textos del catálogo aportan gran cosa a esa profundización que nos aconsejan. Y, sin embargo, les recomiendo muy vivamente que visiten esta Isla del Tesoro que, como comprobarán, funciona como un pequeño museo efímero confeccionado con obras traídas de colecciones, en gran parte británicas, que la mayoría de nosotros no hemos visitado nunca. Y ahí está el interés de la muestra: no vamos a descubrir el arte del Reino Unido, ni siquiera a bastantes de los artistas elegidos sino una buena cantidad de obras raras de, en general, muy buena calidad y, en ocasiones, cuando pertenecen a colecciones particulares o instituciones no abiertas al público, de difícil acceso.

Richard Humphreys trabajó en la Tate Gallery de Londres entre 1981 y 2008 como conservador, editor y organizador de actividades, y es hoy comisario y crítico freelance. En la Fundación Juan March comisarió la magna exposición de Wyndham Lewis y nos trae ahora esta selección que no constituye tanto una breve historia del arte británico como una declaración de afectos que se circunscribe principalmente a la pintura. El subtítulo “De Holbein a Hockney”, que vende bien, es en realidad falaz, pues la obra de este último es de 1966 y la más reciente incluida, Gran Bretaña vista desde el norte, de Tony Cragg, es de 1981. Dado que no hay un argumento que se quiera demostrar no tiene sentido hacer una crítica en sentido estricto de la exposición. Agustín Fernández Mallo les ofrece hoy en las páginas de El Cultural un acercamiento literario a ella y yo voy a dirigir su atención a algunos hitos artísticos que no deberían pasar por alto en su visita.



El retrato de Sir Thomas Wyatt es el primer retrato all'antica de la pintura inglesa. Es un formato que se inspira en las medallas romanas y que presenta al retratado de riguroso perfil. Mientras que en la escultura el corte en el cuello parece más lógica, en la detallada, naturalista y a la vez estilizada pintura de Holbein, ese corte introduce un elemento de extrañeza, poniendo de relieve las convenciones de la reprentación. Lo más chocante es que Wyatt sería años después decapitado -no ahorcado, como se dice en el catálogo- por orden de Enrique VIII, acusado de traición.



El retrato que William Larkin hizo de una dama, identificada como Lady Thornhagh, se vendió en Christie's a un coleccionista particular en 2008, por algo más de 500.000 libras. Es un cuadro muy valioso, en particular por los detalles de la vestimenta, con ese escote descomunal que parece indicar otra profesión que la de aristócrata, y esos asombrosos dibujos bordados en la falda: dragones, reptiles, aves y flores que emergen del agua. En la etapa isabelina, que llegaba entonces a su fin, la moda llegó al límite de riqueza, recargamiento -no hay más que ver, en esta exposición, a la condesa de Nottingham, que no puede ya pingarse ni un alfiler- y excentricidad. La propia reina dio ejemplo de ello, como vemos en en este retrato -no expuesto- en el que luce una falda similar.





En este fragmento del retrato de Richard Streatfeild y su familia realizado por uno de los mejores artistas de su tiempo, William Dobson, aparecen cuatro calaveras, interpretadas como ¡las de sus hijos muertos!



¿No podría ser esta escultura carnosa de Joseph Wright of Derby una representación de la Galatea de Pigmalión? Es un cuadro bellísimo de uno de los pintores con más personalidad del arte inglés, que traduce el tenebrismo barroco al Siglo de las Luces y el misticismo religioso al entusiasmo por la ciencia y la tecnología.



Interesantísimo este grabado que reproduce un estudio anatómico de un caballo, de George Stubbs, autor también de un paisaje campestre estupendo seleccionado para la exposición. Stubbs estudió muy en serio la anatomía humana y animal, y triunfó como retratista de caballos para la aristocracia, así aquí tenemos una especie de síntesis de su vida artística.



La exposición incluye uno de los retratos de Thomas Gainsborough, inusual por cuanto está pintado en un interior. En compensación, nos traen este paisaje tardío en el se aprecia esa vegetación plumosa típica del artista. Aunque se ganó la vida como retratista de moda de gentlemen y ladies en Bath y en Londres, confesó en alguna ocasión que no podía con ellos: su ideal de vida estaba en el campo, en una “dulce aldea” y en las pequeñas granjas que sometía a una estetización y una sentimentalidad evidentes.



Si no me equivoco, no hay en las colecciones públicas españolas ni una solo cuadro de Henry Fuseli, así que todo encuentro con el pintor de las pesadillas es un acontecimiento. La escena, inspirada en el Rey Lear, no puede ser más teatral: en los gestos, la reducción de algunas de las figuras a máscaras, el telón que enmarca un escenario pequeñísimo en el que se agolpan los protagonistas...



La pintura británica está recorrida por una vena visionaria que se expresa fundamentalmente en el paisaje. Uno de sus faros es Samuel Palmer, del que vimos hace poco obras en la exposición que Caixaforum dedicó a William Blake, como uno de Los Antiguos, jóvenes pintores que arroparon con su admiración al maestro. Sus pequeños cuadros -éste mide 17 x 15 cm- son pastosos y brillantes, y ejercieron una notable influencia en el arte británico de los años 50, cuando fue redescubierto tras siglo y medio de olvido.

He aquí lo que faltaba en la exposición de Caixaforum: los libros ilustrados de William Blake. En concreto, los Night Thoughts de Edward Young. Emocionante. Atención, en general, a las vitrinas con ediciones y publicaciones. Sorpresa: A New Method of Assisting in the Invention in Drawing Original Compositions of Landscape, de Alexander Cozens, el famoso método para inventar paisajes a partir de manchas en el papel. Las nubes de Constable le deben mucho.



Otro precursor del Romanticismo: Thomas Girtin, que murió con sólo 27 años pero ya haciendo sombra a Turner.



Y el Romanticismo en su más desaforada expresión, en esta gigantesca pintura de John Martin, extraña por sus tonalidades azuladas. Le acompañan dos de sus grabados en “manera negra”, en los que espacios de semejantes dimensiones gigantescas se condensan en pequeños papeles.



La vista del Támesis de James Whistler está muy cerca de la abstracción. Atención a la firma, en el borde derecho: a partir de 1869 identifica sus obras con una mariposa, estilización de sus iniciales “JW”, y la evolución de ese dibujo ha ayudado a los expertos a datar algunas obras. Aquí la asimila a un sello japonés, que conviene al aire oriental de la imagen.



La fotografía tuvo uno de sus orígenes en Inglaterra, con Henry Fox Talbot, y ha tenido a lo largo de la historia grandes maestros en las islas. Con excepción de este retrato de la pictorialista Julia Margaret Cameron, no hay fotografías en la exposición. ¿Por qué?



Homenaje al Grupo de Bloomsbury a través de la figura de Lytton Strachey en un cuadro de Henry Lamb que, si atendemos a las proporciones que ocupa en la composición, es más un paisaje que un retrato.



La I Guerra Mundial sacudió duro a Gran Bretaña, y puso en marcha un aparato de propaganda artística del que Christopher Nevinson formó parte. Muy buena obra, procedente de uno de los museos londinenses poco conocidos: el Imperial War Museum.



Entre los excéntricos británicos, Stanley Spencer opta al podio. Hizo de Cookham, su pueblo, el escenario de un drama religioso-sexual en el que su propia familia era la protagonista. Aquí, su señora y su hija.

Me da pena tener que decirlo pero la exposición da un bajón cuando llega a la segunda mitad del siglo XX. Sería absurdo pedir que en las salas de la Juan March cupiera algo de todos los mejores artistas que se han sucedido a lo largo de cinco siglos, pero creo que algunos de los pintores elegidos no juegan en la misma liga que sus antecesores, mientras que se echa de menos a Victor Burgin, Michael Craig-Martin, Art & Language, John Hilliard, Hamish Fulton, Barry Flanagan, Antony Gormley, Richard Deacon, Anish Kapoor... y algunas de las obras de grandes artistas como Paul Nash o Richard Long no son de las mejores. Y ¿por qué se detiene la selección en 1981? Quizá se suponga que conocemos mejor el arte de las últimas décadas. Es posible.

A continuación, algunas las pocas obras destacables de este periodo:


R.B. Kitaj



Keith Arnatt



Tony Cragg


Image: El héroe discreto

El héroe discreto

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