Un fotograma de 'Casablanca' con Humphrey Bogart como Rick Blaine en primer plano y Claude Rains como el capitán Renault al fondo

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A la intemperie

'Personaje secundario': el inspector Enrique Murillo descubre de repente que aquí se juega

El célebre traductor y editor publica unas memorias en las que revela los entresijos del mundo editorial español.

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Conste que me divertí mucho leyendo Personaje secundario (Trama, 2025), fundamentalmente un libro de humor y una memoria de una persona principal que acarició el cielo del mundo de la edición española en el lugar exacto y en el momento preciso.

Conste que el libro está muy bien editado por Trama, muy bien escrito, muy bien estructurado y muy bien contado. Siempre desde las cercanías procelosas del poder del cielo.

Como el inspector Renault en Casablanca, Enrique Murillo nos descubre de repente a los inocentes lectores a los que nos interesan estas cosas que en el café de Rick, el americano, hay juego clandestino todos los días.

"He descubierto que aquí se juega", dice Renault en su papel del espía Julian Assange que, de repente también, descubre que era agente principal —y personaje secundario— de una cueva de asesinos y y no del cielo que le habían prometido.

¿Y el público? Aplaude a rabiar al final de la obra, como pedía Plauto en sus comedias, de acuerdo con la moral del personaje secundario, al fin y al cabo luchando como el esclavo y gladiador Espartaco, con su ética y su estética, contra el Imperio de la Maldad, porque allí también se juega y, aunque en todas partes cuecen habas allí, según dicho de César Moro, sólo se cuecen habas.

Cubierta de 'Personaje secundario', de Enrique Murillo (Trama, 2025)

Cubierta de 'Personaje secundario', de Enrique Murillo (Trama, 2025)

En algunas de las páginas de sus memorias, el agente principal y personaje secundario, saca a bailar a un enano moral mientras se oye al fondo la siniestra melodía de Twin Peaks: "Los premios literarios se amañan", dice el enano, otro que se cae del cielo como el inspector Clouseau mientras se lava las manos como Pilatos (a mí que me registren).

En las más de cuatrocientas divertidas páginas de Personaje secundario, aparecen multitudes de dioses grandes y diosecillos de toda índole. El autor quiere dejarnos claro, con todo detalle, que él, Enrique Murillo, se codeaba con todos, de tú a tú, tomaba copitas y comía faisanes con ellos y era, al fin y al cabo, cómplice de ellos. Acabáramos.

Y luego están los amiguetes, que son todos grandes escritores y periodistas culturales, tratados a cuerpo de reyes en esta memoria, como conviene al buen recuerdo de las cosas. Y está, en algunas de esas páginas, un personaje lóbrego y siniestro a quien llamaremos Blandiblú, así lo nombramos algunos, aunque otros lo tildan de Príncipe de las Tinieblas.

Este agente principal, a quien conocí lo suficiente para saber que su principal defecto, la traición como inveterada costumbre, es su mayor virtud humana, pretendía, desde su máxima indigencia intelectual, que su hermano, un pésimo novelista amateur, llegara a ganar el Premio Nobel de Literatura. "O tempora!, o moros!", como escribiera Juan Goytisolo en Reivindicación del Conde don Julián. "Plaudite", como pedía Plauto en latín al final de la función.

En otras muchas páginas, de tratamiento superior, salva Murillo a los grandes dioses de la edición multinacional, todos amigos suyos. y zahiere a quienes lo han esclavizado durante tantos años cuando él lo único que pretendía era hacerlo muy bien, que para eso habían puesto en él toda su confianza fraternal y profesional los Capone de la juerga editorial.

Por eso repito que Personaje secundario me parece un libro cómico, broma intelectual que juega con la broma y se embroma embromando a los lectores ("plaudite!", malagradecidos, por favor).

En fin. Hay quien escribe que el mundo literario español es un sainete y no deja de tener razón, en el fondo y en la superficie: "Ecce homo". Personaje secundario es la prueba: ha sido aplaudido intelectualmente como un libro muy serio que, olvidándose de lo que ya leíamos en las memorias de Rafael Borràs, viene a revelarnos la mala nueva que todos conocíamos.

Pero ¿no es así toda la sociedad española desde que existe?, ¿quién acaso sino España inventó el género literario del Lazarillo?, ¿por qué nos rasgamos las vestiduras si todo, todo, todo, es así en este país del mus, trileros y el siete y medio, de Quijotes y Sanchos, de Don Juan y Don Nadie por todos lados?

Falta aquí y hoy un Cyril Connolly que se pregunte con ácido humor británico por qué en este país lo que es serio la sociedad en general se lo toma en broma y, al revés, todo lo que es broma se lo toma en serio. Cuestión de cultura, pienso yo, cuestión de educación, me repito.

En cuanto a la cita que Murillo hace de mí en Personaje secundario, una precisión, maestro, si me la permite: nunca fui colaborador editorial del gran Mario Lacruz en Argos Vergara. Entré en esa casa editorial de la mano de Rafael Soriano y Carlos Barral (que fundó y dirigió allí su Bibliotheca del Fenice) en el año 1981, como Director Editorial (de la Sección de Librerías), lugar que dejaba Anne Marie Commert, "la Paracaidista", que a su vez había sucedido a Mario Lacruz cuando este se marchó a dirigir Seix Barral. Oká. De nada. Plaudite.