Image: Jorge Galindo, extrañamiento ensimismado

Image: Jorge Galindo, extrañamiento ensimismado

Exposiciones

Jorge Galindo, extrañamiento ensimismado

Fotomontajes pintados

8 septiembre, 2005 02:00

Repos de star, 2005

Soledad Lorenzo. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 8 de octubre. De 12.000 a 45.000 e

Leyendo la introducción de José Marín-Medina a la exposición de Jorge Galindo, caí en un hecho que, sin haber visto todavía los cuadros, me había pasado inadvertido: los grandes lienzos que la integran no habían sido pintados por el artista, sino realizados con "el concurso de otro profesional de la pintura, habiendo recurrido a la colaboración de un estupendo pintor especializado en carteles y anuncios publicitarios para fachadas de locales de cine".

¿Qué razones habrían llevado a Galindo a esa decisión? No podía ser, en alguien de su inteligencia y conocimiento, un intento de sorprender simplonamente al espectador, ni tampoco una refutación de los fundamentos de su trabajo. Siquiera el hecho de perseguir una factura propia de cartelera cinematográfica resultaba original. ¿Por qué, entonces?

En la galería, delante de los cuadros, atraído por la contundencia visual de lo que se entremezclaba ante mis ojos, no podía, sin embargo, evitar una sensación de extrañamiento, que creo pareja a la que Galindo mismo buscaba someter a su retina y a sí mismo: armar la imagen, componiéndola con fracciones de deseo y reprimenda, incitar engañosamente a la mirada y, coexistente con la estratagema, desvelar el hábil artificio que sirve de señuelo para la seducción. Curiosamente, por un camino inverso al que había sido hasta ahora habitual en él, Galindo revalidaba tres principios clave en su manera de actuar: el ensimismamiento que le hace "verse" en los más oscuros rincones del cuadro, la capacidad óptica de crear ilusiones y lo imprevisible del acto final de pintar (en este caso, por delegación y no por azar).

El concepto collage y, más abundante y permanente, el fotocollage, forma parte e interviene discursivamente en la obra de Jorge Galindo desde muy a principios de los años noventa. Fotomontajes y pinturas de grandes formatos alternaban su presencia en las páginas de los sucesivos catálogos de sus exposiciones o constituían, por sí mismos o acompañados de textos confeccionados con las mismos preceptos, libros específicamente definidos.

Cuando Jorge Galindo hizo, en esta misma galería, una exposición titulada precisamente Fotomontajes, su presentador, Rafael Doctor, equiparaba la estructura collage de la imagen que recibimos del mundo con el fotomontaje como modo apropiado de interpretarlo.

El cuerpo fragmentado del fotomontaje resulta extraño al compacto organismo de lo visible, del mismo modo que, pintado cual trampantojo, la pintura se vuelve una extraña para la retina. Cumple Galindo así otra de sus voluntades, la de ser irrespetuoso con la pintura, su intento por desembarazarla de aura, sólo que si antes lo consumaba en el acto propio de realizarla, ahora lo proclama desde la naturaleza vicaria del resultado obtenido. Manteniéndose, eso sí, fiel a sus motivos iconográficos principales, manos y dedos, ojos, muchos, muchos ojos -protagonistas de una de mis piezas preferidas, Nueva luz para los ojos-, desnudos, animales, fotografías antiguas, etc, algunos de los cuales nos remiten a aquellos años primeros suyos y sus fetiches.

En Cénit -que para una visibilidad perfecta necesitaría instalarse en un techo más alto-, nos alerta sobre la doble militancia de estas pinturas: tiene tanto de sabiduría sobre lo que el arte es capaz de fabricar, como de aparato sobre el que lo popular monta sus efectos atrayentes. En el juego yace el riesgo, o, viceversa, todo lo atrevido es juego.