Image: Pedro Calapez, geografía y memoria

Image: Pedro Calapez, geografía y memoria

Exposiciones

Pedro Calapez, geografía y memoria

Lugares de la pintura

21 julio, 2005 02:00

Vista de la exposición de Pedro Calapez con las obras Composiçao 03 y Piso zero

Comisario: Mariano Navarro. Cab. Saldaña, s/n. Burgos. Hasta el 9 de octubre

Hay exposiciones especialmente reveladoras que hacen que el espectador se empeñe en los intereses de la obra como si fueran propios. ésta de Pedro Calapez (Lisboa, 1953) es una de ellas. Y es que ahora, cuando parecía que su obra -tan original y variada en técnicas y en formatos y, sobre todo, de tan honda condición pictórica- se había configurado con la claridad y la exactitud "definitivas" de la madurez, precisamente ahora se revela más desembarazada y autónoma, más abierta y extraordinariamente porosa que nunca. Como si todo, o casi, volviera a estar en ella por hacer.

¿Qué cambios se están operando en el arte de Calapez? Ante todo, el artista se nos muestra experimentando en un tránsito fantástico desde el canon geométrico y el espacio fluyente de lo arquitectónico -consolidados en su obra anterior-, hacia un paisajismo de carácter marcadamente geográfico, casi telúrico. En uno de los ámbitos principales de la exposición (que ocupa seis salas y dos corredores), en el espacio denominado Al ras, se han montado las dos composiciones más recientes de Calapez, en las que se sintetiza el calado importante del cambio en curso. De una parte, el pintor testifica la excelencia de sus logros en un políptico de trece piezas, Composiçao 03 (2004), extraordinariamente bello, pero le contrapone la valentía de su nueva pintura en Piso zero (2004), una compleja obra de suelo, elevada un palmo sobre la solería a través de un sistema de pies derechos, como si se tratara de un palafito. Así, mientras Composiçao 03 -que es como un diálogo cromático infalible entre un azul y un rojo intensos, saturados, sobre el blanco del muro- responde a la estructura "de conjuntos" de la pintura en "líneas" o franjas (de madera, lienzo o metal) característica de su autor, por su parte Piso zero declara un viraje muy fuerte hacia la representación del paisaje visto como territorio, como panorámica de geografía amplia, que se configura como un complejo campo de parcelas, diferentes en extensión, forma y perfil. Se trata de una pintura-puzzle, en la que un conjunto de elementos lineales y formales van configurando, como en la Naturaleza, de manera aparentemente aleatoria, un entorno que crece y se desarrolla resultando profundamente armónico. En Piso zero Calapez aplica, además, su mirada de fotógrafo (de joven se ganó la vida con encargos fotográficos), una mirada que tiene como constante la idea de espacio envolvente. Resulta curioso que la geografía remarcada de Piso zero haya surgido a partir del estudio de los planos arquitectónicos diseñados por Siza para el CGAC en Santiago. Lo que confirma que la obra de arte termina por imponer su propio sentido.

Al mismo tiempo, el respeto que Calapez siente por la tradición de la modernidad -desde Miró a Clyfford Still, Hofmann y Newman- ha desembocado en una práctica asombrosa, muy potente y personal, redefiniendo cada vez más a la pintura como arte de la memoria. En su obra actual Calapez entiende la acción rememorativa no tanto como facultad del recordar sensible (o sea, como retención de las impresiones y representación de las percepciones), sino como acción espiritual, como acto dialéctico "por medio del cual el alma ve en lo sensible lo inteligible".

Así, en esta exposición, tradición y memoria provocan al pintor una reafirmación de la propia personalidad, subrayando el carácter -apuntado por Bergson- de que la memoria constituye la esencia misma de nuestra conciencia, "el ser esencial del hombre en cuanto entidad espiritual". A ese respecto, la sala de pinturas y dibujos Sombra de estrellas que Calapez dedica en esta exposición al "recuerdo" de Miró, resulta excepcional, pues el imaginario mironiano -trufado aquí, por sorpresa, con la memoria dibujística de Beuys- sirve a Calapez para reasegurar la vigencia de lo moderno en nuestra actualidad, ya casi posterior a la posmodernidad.

En definitiva, la pintura de Calapez nos reafirma en que recordamos según somos; o en que -en términos agustinianos- "el alma recuerda en la dimensión en que es".