Image: Giovanni Anselmo, las partes, el todo

Image: Giovanni Anselmo, las partes, el todo

Arte internacional

Giovanni Anselmo, las partes, el todo

22 abril, 2016 02:00

El Museo de Arte Contemporáneo de Turín, Castello di Rivoli, dedica estos días una gran exposición a Giovanni Anselmo, uno de los nombres del Arte Povera, que ha hecho de lo tangible un medio para alcanzar la energía cósmica del universo

Bloques de granito, hojas de lechuga, una esponja, papeles de gran formato, espejos, planchas de metacrilato, arenas, cuerdas, superficies pintadas de azul ultramar, troncos de madera, cables de hierro, una palabra proyectada sobre el cuerpo de alguien... Todos son elementos reconocibles en la obra de Giovanni Anselmo, nacido cerca de Turín en 1934, otro de esos grandes artistas europeos cuya carrera, una vez superadas las cinco décadas, retiene una inalterada vigencia. Como se sabe, Anselmo fue punta de lanza de las nuevas evoluciones que surgieron en torno a la escultura mediados los años 60. Tendemos a llamar Arte Povera a la vertiente italiana de esta efervescencia, un término que remite a la singularidad material hacia la que esta generación de artistas orientó su práctica, basada en el desdén hacia la tecnología y la ideología del progreso tan arraigados en el libreto moderno y hacia el carácter presuntamente perecedero de sus resoluciones formales. No seré yo quien desligue a Anselmo de este grupo, pero en su obra lo que de verdad da sentido a ese largo inventario de lo tangible es todo aquello que no vemos, un reverso inmaterial de naturaleza cósmica, la tensión entre la experiencia del momento y del lugar y la consciencia inexplicable del infinito, del que estas formas -algo precarias, sí- son reflejo. Hace poco hablábamos en estas páginas de Giorgio Griffa, de su simpatía por lo desconocido y de su interés por carácter intuitivo y autónomo de la materia. Citaba con reiteración a Merz y a sus Fibonacci, y también a Anselmo, de quien admiraba ese hacer dejar a los diferentes elementos, que se disponían en el espacio guiados por una aguja imantada, como resignadamente conscientes de las fuerzas magnéticas que gobiernan el planeta. Hablamos de la serie Direzioni, una de las más relevantes del artista, y uno de cuyos más nítidos ejemplos, (Mentre la terra si orienta, 1977) puede verse en esta exposición. Carolyn Christov-Bakargiev es la nueva directora del Castello di Rivoli y también de la Galería de Arte Moderna de Turín. Este es su primer proyecto en la institución, y la comisaria parecería resuelta a poner freno a un asunto delicado, el silencio expositivo de Giovanni Anselmo en Turín, su ciudad, en más de 30 años. No lo ha hecho, sin embargo, a través del tópico de la exposición retrospectiva sino desde el formato del proyecto específico. Algunos esperarían más, pero este es un Anselmo muy bien contado, aún con poco. La comisaria quiere enfatizar la vigencia de su obra en un mundo en el que lo virtual tensa invariablemente nuestra negociación de lo real.
Una de las fotografías de Interferenza nella gravitazione universale, 1969 Su intervención se ha montado en la Manica Lunga, una sala difícil. Tiene casi 150 metros de longitud y sólo 6 de anchura, pero es idónea para la presentación de Interferenza nella gravitazione universale, una serie de veinte fotografías tomadas en 1969 en un prado en los alrededores de Turín. Anselmo aprovechó entonces la última luz de la tarde y fotografió el sol cada veinte pasos en un camino de este a oeste. De este modo expandía el tiempo de contemplación del sol antes de su declive, y al caminar en el sentido contrario, ralentizaba asimismo, testimonialmente, el tiempo de rotación de la tierra. Tiempo ganado, debió pensar Anselmo, como cuando Cildo Meireles, ese mismo año, proponía emprender viaje en una canoa de poca eslora y remar en dirección contraria a la rotación de la tierra para volverse así un poco más joven. En la Manica Lunga, Anselmo ha dispuesto estas fotografías siguiendo el eje este-oeste que marca la propia sala. Recorrer el proceso implica asomarse a los ventanales que nos enseñan el sur mientras que Mentre la terra si orienta, con su aguja imantada, nos revela el norte. En nuestro caminar por la sala somos ahora nosotros los que expandimos esa noción temporal como entonces hizo Anselmo en aquel campo, y constatamos la clarividencia con la que el artista despliega la ambición holística de su experiencia y con la que nos invita a interferir en los procesos gravitacionales del universo. Lo visible y lo oculto. Lo tangible y lo inmaterial. Sobre diferentes lugares, esquinas, muros, otros proyectores, la piel desnuda de un cuerpo errante, un plinto, un rodapié o una tubería se proyecta la palabra "particolare". Es un haz de luz que sólo cobra sentido al encuentro de un cuerpo material. Cualquiera vale, pues cualquiera es una particularidad en el conjunto de las cosas del mundo. Uno recuerda el baño vespertino del señor Palomar, aquel célebre personaje de Calvino, y su asunción de que la "espada de sol" hacia la que nada existe sólo porque existe él. Salpica la instalación el conjunto heterogéneo de particulares, fortaleciéndose así la tensión entre las partes y el todo. Al hilo del proyecto en la Manica Lunga, el Castello di Rivoli ha reorganizado su epatante colección en el edificio anexo, construido por el arquitecto Filipo Juvarra. Tres extraordinarios trabajos de Anselmo pueden verse en una de las salas decoradas con exuberantes frescos, entre ellos Neon nel cemento, un hilo de luz que se pierde en el interior de un breve bloque de cemento, como la savia que le diera vida, o la extraordinaria Respiro de 1969, dos estructuras longitudinales de hierro que respiran gracias a la esponja que las une, que se contrae y se dilata en función de los cambios de temperatura. @Javier_Hontoria