Priyageetha Dia: 'Spectre system', 2024. Foto: Roberto Ruiz

Priyageetha Dia: 'Spectre system', 2024. Foto: Roberto Ruiz

Arte

Priyageetha Dia se clava en las entrañas en la nueva sede madrileña de la galería The Ryder

En su primera individual en España, la artista singapurense establece un diálogo con la arquitectura de la galería, que fue un secadero de jamones en pleno barrio de Tribunal.

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El kavadi attam es un ritual de sacrificio muy extendido en las comunidades tamiles de Sri Lanka o Singapur. Los trabajadores de las plantaciones de caucho de Malasia lo celebran cada año en honor del dios Murugan. Es entonces cuando se perforan la piel, las mejillas o la lengua con hileras de agujas o varillas metálicas. Piel y carne trabajadora, marginal y subalterna atravesada por el metal.

Priyageetha Dia. Kokki

Galería The Ryder Projects. Madrid. Hasta el 14 de febrero. De 5.000 a 20.000 €

Era inevitable que Priyageetha Dia (Singapur, 1992) no recordara esta práctica cuando la madrileña galería The Ryder le propuso inaugurar su nueva sede en el barrio de Tribunal. El espacio había sido un antiguo secadero de jamones y Burr Studio –los arquitectos responsables de su estupenda rehabilitación– decidieron mantener las infinitas hileras de ganchos en los techos como diálogo con su pasado industrial.

Quizá el kavadi attam tampoco esté tan lejos de la mortificación cristiana del cilicio y el flagelo, que –sobre todo el primero– suele estar realizado en una malla de metal rematada en pequeñas ganzúas, que se ciñe al muslo hasta atravesar la piel y provocar la herida. Las lejanas historias que nos cuenta esta artista del sudeste asiático también resuenan aquí, en el corazón de Madrid.

Vista de la fachada de la nueva sede de la galería diseñada por Burr Sudio. Foto: Roberto Ruiz

Vista de la fachada de la nueva sede de la galería diseñada por Burr Sudio. Foto: Roberto Ruiz

La mortificación a través del dolor es compartida por diversas culturas, pero Dia la utiliza como metáfora del sacrificio del trabajador sometido a la cadena de producción y a la vigilancia de los capataces y sus cámaras infrarrojas de visión nocturna (una práctica habitual en Malasia). Dos rituales, el laboral y el religioso, retroalimentados como una misma cultura de violencia.

La primera individual de Dia en España se clava con precisión quirúrgica en el espacio galerístico con pocas pero intensas piezas, tan solo ocho. Destaca su trabajo en 2D: las impresiones lenticulares (que cambian su cromatismo dependiendo del punto de vista del espectador) tituladas H.E.A.T Data Report_5 y 6 (2025) parecen mostrar un paraíso de palmeras en un entorno tropical, aunque, en realidad, sean unas vistas de la plantación de caucho donde Dia ancla su relato.

Priyageetha Dia: 'Material Study: After Form I', 2025. Foto: Roberto Ruiz

Priyageetha Dia: 'Material Study: After Form I', 2025. Foto: Roberto Ruiz

Las bellísimas Material Study: After Form I, II y III (2025) son relieves en aluminio que traducen la grafía de la ganzúa (recordemos que kokki, el título de la exposición, en tamil significa “gancho”) en una ilegible y enrevesada tipografía que escribe un relato sobre el metal. El dibujo del gancho deriva en letra y luego en trama, mientras la mano que empuja el buril se piensa como cuerpo y fuerza de trabajo.

Aunque comenzó su trayectoria artística de manera autodidacta trabajando el espacio público –cubriendo con pan de oro la escalera del bloque de viviendas públicas donde vivía con su familia en Singapur, conectando la arquitectura con su linaje familiar, ligado a la orfebrería–, a partir de la Covid empezó a interesarse por los nuevos medios, a los que se acerca desde el apropiacionismo, la ciencia ficción, la ficción especulativa o la estética del videojuego, dándole a sus imágenes una factura futurista.

Priyageetha Dia: 'H.E.A.T Data Report_5'. Foto: Roberto Ruiz

Priyageetha Dia: 'H.E.A.T Data Report_5'. Foto: Roberto Ruiz

Kokki (2025), la videoinstalación con dos pantallas de plasma atada a la pared con herrajes metálicos, toma imágenes reales del ritual antes mencionado descargadas de plataformas de vídeo en línea. Las duras grabaciones se tiñen progresivamente de un intenso y sanguinario rojo. Dia distorsiona y estira el material audiovisual hasta transformarlo en un áspero retrato del interior de la máquina. Lo maquinal deviene entraña y lo carnal, automatismo.

Aquí se cuestionan las formas de producción posfordistas: unos trabajadores que se confunden con los sistemas de producción, como también lo fue este espacio, antaño dedicado a la producción masiva de carne muerta. Así, el trabajo de Dia se redimensiona en una espiral de significantes especulativos que conectan historia, trabajo, herramienta y ritual, sucediendo todo en un tiempo que superpone tres: pasado, presente y futuro.

Dia utiliza la mortificación como metáfora del sacrificio del trabajador sometido a la cadena de producción

La segunda instalación, ya presentada en la pasada Manifesta 15 de Barcelona, en la antigua cárcel de mujeres, es Spectre System y fue un encargo de la Fundación Han Nefkens para la Bienal de Diriyah (2024). En ella acompañamos los pies de un espectro que deambula sin rumbo por unas plantaciones marcadas por siglos de dominio imperial.

La pieza de vídeo en formato vertical ha sido realizada con un programa de inteligencia artificial, lo que le proporciona una factura onírica, hiperrealista, casi de videojuego, en la que unas luces azules flotan en el aire como motas de polvo brillantes acompañando a un sujeto sin identidad. El vídeo se presenta con un enorme mural en el que unas manos a gran escala parecen salir de un glitch o un error en la programación del videojuego. La imagen, pixelada y deforme, de esas manos de dedos larguísimos parece querer alcanzar algo que nunca llega a tocar.

A pesar de tratar temas radicalmente políticos, Dia no aporta soluciones ni denuncias explícitas. Su trabajo es un enunciado en el que resuenan las pensadoras Gayatri Spivak y Donna Haraway, también de Zakiyyah Iman Jackson, reflexionando sobre la negritud, la subalternidad, el posfordismo y el colonialismo, pero desde un acercamiento silencioso, casi susurrado, que engancha.