Yoko Ono: 'Voice Piece for soprano', 1961. Foto: Nigel Hartnup /  Yoko Ono

Yoko Ono: 'Voice Piece for soprano', 1961. Foto: Nigel Hartnup / Yoko Ono

Arte

Instrucciones para mirar el cielo con Yoko Ono, la artista que se reinventa en el MUSAC

La exposición "casi" retrospectiva de León nos descubre una nueva mirada al trabajo de Ono, con piezas de todas su etapas pero en un montaje diferente, lleno de filias más que de fobias.

Más información: Yoko Ono imagina León en su exposición más grande en España, coincidiendo con el 20 aniversario del MUSAC

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Escuchar el sonido de la tierra girando, grabar las voces de los peces en una noche de luna llena, imaginar mil soles en el cielo brillando al mismo tiempo o usar una tarjeta de visita sin nombre son algunas de las bellas y conceptuales –también absurdas y divertidas– directrices que nos da Yoko Ono (Tokio, 1933) en su famoso libro Grapefruit (Pomelo, 1964), cuya primera edición cuelga ya de las paredes del MUSAC. Con él, Ono convierte las “instrucciones” en categoría artística y artefacto poético.

Yoko Ono. Insound and instructure

Musac. León. Comisarios: Álvaro Rodríguez Fominaya, Jon Hendricks, Connor Monahan. Hasta el 17 de marzo

Este es el mundo que este icono transgeneracional –madre fundadora de tantas cosas– dibuja para nosotros en esta estupenda exposición de León, la más grande en España después de la que exhibió el Guggenheim de Bilbao (2014), coproducida con el Sabanci Museum de Estambul.

En 1.700 metros se reúnen más de 80 piezas bajo el título Insound and Instructure, de enrevesada traducción, que juega con las palabras sonido, estructura e instrucciones.

Ono es un referente incontestable. Inventó lugares que hoy nos son comunes, antes que nadie. Brilla en performance, cine experimental, arte participativo –llamado en los 90 “relacional”– y también en música. Nos cuenta uno de los comisarios, Connor Monahan, que ella no es una artista de taller, sino alguien que resuelve una idea con un disco, una performance o un vídeo según le surja en cualquier lugar.

Dada la imposibilidad de abarcar todo lo que la exposición sugiere, les proponemos unas breves instrucciones para desvelar algunas claves de “la más famosa artista desconocida del mundo”, como la definió el mismo Lennon.

Yoko Ono, 'Cut Piece', 1964. Foto: Minoru Hirata / Yoko Ono

Yoko Ono, 'Cut Piece', 1964. Foto: Minoru Hirata / Yoko Ono

Empiece por la calle. Dispersas en la ciudad de León –en la estación de tren o en Puerta Castillo, también en los baños de algunos bares– se han desplegado varias piezas. Las urbanas proponen cinco lemas: “Imagina la paz”, “Sí”, “Respira”, “Vuela” y “Recuerda”, instrucciones abstractas que nos introducen en el universo de la artista. Su gramática de mínimos reafirma que sus obras suceden en nuestras mentes, más allá de los objetos.

Ono lideró también la desmaterialización del arte, como la definió Lucy R. Lippard en su célebre manual. Muchas de sus piezas performativas, como la famosísima Cut Piece (1964), en la que invita a los espectadores a cortar su ropa, desnudan el arte de sus elementos accesorios dejando lo esencial.

Descálcese. Tírese por el tobogán, entre en el laberinto. Pregúntese qué significa “participar”. No es convertirse en figurante: es aceptar un pacto. Para entrar en la exposición hay que elegir: lanzarse por un tobogán, entrar por un camino ciego o atravesar un estrecho pasillo de espejos. Decida.

La entrada ya es una pieza: Entrada (en trance) (1990). Cuando Ono propone que elijamos, que escuchemos, que reconstruyamos, no apela a la espontaneidad ingenua, sino a un ritual. Lo primero que se necesita para transformar algo es querer hacerlo.

Vista del vestíbulo del museo intervenido por Yoko Ono. Foto:  Imagen MAS © Yoko Ono

Vista del vestíbulo del museo intervenido por Yoko Ono. Foto: Imagen MAS © Yoko Ono

En Cuadro para dibujar un círculo (1964), nos invita a coger un rotulador y trazarlo sobre el propio lienzo. En Pieza para reparar (1966) propone reconstruir, como queramos, piezas de alfarería rotas. En Laberinto - asombra / amaze (1971) construye un laberinto en el que entramos descalzos para hablarnos del pudor femenino.

Conecte ideas y montaje. Esta exposición no sigue un orden cronológico ni retrospectivo. En ella conviven piezas de los sesenta –la más antigua, de 1961– junto a sus últimas obras –la más reciente, de 2015–, lo que activa asociaciones libres de ideas en diferentes soportes.

Evite la trampa de Lennon. Es tentador mirarla a través del aura del beatle. Ella ya era una artista relevante antes de conocerle. Vivió el terror y el hambre de la Segunda Guerra Mundial, aunque perteneciera a una familia pudiente. Fue la primera mujer admitida en Filosofía en la Universidad de Gakushuin antes de mudarse a Nueva York.

En 1960 alquila un loft en Manhattan donde, junto al compositor La Monte Young, realizó performances y eventos que se convirtieron en parte fundamental de la emergente escena neoyorquina. Aunque Lennon fue su compañero de trabajo en varias piezas –de hecho, aparece sonriendo en Película n.º 5, Sonrisa (1968)–, ella siempre ha brillado con luz propia imaginando el mundo en términos radicalmente personales.

Yoko Ono: 'SKY TV for Washington',  1966/2014. Foto: Cathy Carver /  Yoko Ono

Yoko Ono: 'SKY TV for Washington', 1966/2014. Foto: Cathy Carver / Yoko Ono

George Maciunas y John Cage. Dos nombres clave. Maciunas, fundador de Fluxus, fue un firme impulsor de su trabajo. Organizó su primera exposición en AG Gallery, en 1961, donde presentó sus obras conceptuales iniciáticas, y la invitó a unirse formalmente al grupo, aunque ella prefirió ser independiente.

Estaba y no estaba en el movimiento: algo, por otra parte, muy Fluxus. Colaboró e inspiró muchas de sus piezas con su transgresión (no olvidemos Bottoms, de 1966-1967, una película que muestra los glúteos desnudos de 365 personas, entre ellas Carolee Schneemann, Richard Hamilton o Anthony Cox, su marido de entonces), unida a su filosofía zen que disolvía las fronteras entre artista, espectador y objeto.

En la exposición encontramos Piezas dedicadas a George Maciunas, el arquitecto fantasma (1965) y 9 piezas de concierto para John Cage (1966). Con Cage fue al revés: él influyó en su trabajo. Ono participó en clases de composición experimental, conciertos y acciones junto a él; una relación que intensificó su conexión con el neodadaísmo, el azar y la concepción del arte como experiencia transformadora.

Oriente y Occidente. Su trabajo reúne lo mejor de ambos mundos. Por una parte, un exacerbado lado espiritual, zen, minimal, donde el ritual y el respeto a los demás marcan su práctica. Por otra, la filosofía occidental, la transgresión descarada, la denuncia política, la llamada a la acción. La hibridación es esencial en su relato; de hecho, Grapefruit alude a un fruto que es un híbrido natural entre la naranja occidental y el pomelo chino.

Vista general de la exposición. Foto: Imagen MAS © Yoko Ono

Vista general de la exposición. Foto: Imagen MAS © Yoko Ono

El cielo. En la posguerra, la familia Ono fue evacuada a una aldea agrícola, donde no había nada que comer; Yoko y su hermano Keisuke, tumbados de espaldas, miraban el cielo y “se intercambiaban menús en el aire”. Desde entonces, la metáfora del cielo la acompaña toda su vida.

Podemos ver aquí la primera pieza realizada con circuito cerrado de la historia: TV Cielo / Sky TV (1966), un monitor que emite imágenes del cielo sobre el museo en tiempo real. También encontramos Escaleras hacia el cielo (1968) y Cuadro para ver los cielos (1961), con dos agujeros en la parte superior, situado ante un enorme ventanal.

Lo político es feminista o no es. Ono no sermonea: muestra lo que hay. Lo político impregna su obra y se vuelve más explícito en sus últimos años. “Propongo la feminización de la sociedad; el uso de la naturaleza femenina como fuerza positiva para cambiar el mundo. Podemos cambiarnos a nosotros mismos con inteligencia y conciencia femeninas, en una sociedad básicamente orgánica, no competitiva, que se base en el amor más que en el razonamiento”, escribió en su libro Yes Yoko Ono (2000).

¡No más abusos! En la instalación Arising (2013-en curso), Ono invita a mujeres a enviar un testimonio del daño sufrido por el hecho de ser mujer junto con una fotografía de sus ojos. Esos materiales se exhiben en la sala y crecen en cada exposición. Esta pieza se mostró por primera vez en la Bienal de Venecia, donde le concedieron el León de Oro a su trayectoria.

Vista general de la exposición. Foto: Imagen MAS © Yoko Ono

Vista general de la exposición. Foto: Imagen MAS © Yoko Ono

A pesar de su imagen de mujer fuerte, Ono ha sufrido racismo y misoginia. La prensa anglosajona la llamaba despectivamente dragon lady, un calificativo que designaba a una emperatriz china demasiado controladora; en Japón le decían que “olía a mantequilla”, acusándola de haberse occidentalizado. No entraremos en la separación de los Beatles.

Después de su gran retrospectiva de la Tate Modern, Music of the Mind (2024), que viaja a Düsseldorf, Berlín y Chicago –donde se encuentra hoy–, Insound and Instructure se convierte en una refrescante mirada a su trabajo, relacionando épocas y conceptos transversales en ella, en un montaje impecable, divertido y sorprendente, donde la poesía y la conciencia social se dan la mano mientras, en lo alto, las nubes cruzan el cielo hasta desaparecer ante nuestros ojos.