Joan Miró y Pilar Juncosa fotografiados en Nueva York por Cecil Beaton para la revista Vogue, 1961. Foto: Condé Nast- Vogue Archives

Joan Miró y Pilar Juncosa fotografiados en Nueva York por Cecil Beaton para la revista Vogue, 1961. Foto: Condé Nast- Vogue Archives

Arte

Joan Miró, a la conquista de Estados Unidos en siete viajes con la armada surrealista

La Fundación Miró de Barcelona presenta una exposición que profundiza en el periodo americano del maestro y en su relación con el surrealismo.

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Cuando, en la segunda década del siglo XX, Joan Miró (Barcelona, 1893 - Palma de Mallorca, 1983) inicia su carrera, París era la capital del mundo y el sueño de la juventud europea con ambiciones artísticas. El artista catalán, asfixiado en el contexto cultural del país, tenía la convicción de que su obra tan solo podría desarrollarse en Francia. Son dramáticas sus cartas de estos años en que describe las dificultades en Barcelona y la necesidad imperiosa de escapar a la capital francesa.

Miró y los Estados Unidos. Fundación Miró

Barcelona. Comisarios: Marko Daniel, Matthew Gale, Dolors Rodríguez Roig y Elsa Smithgall. Hasta el 22 de febrero. Patrocinada por Fundación BBVA y Fundación Puig

Finalmente, en 1925 y en aquella ciudad, Miró realiza la exposición que marca su eclosión como gran artista de la mano de Pierre Loeb. Cuando la prensa pregunta a Loeb el porqué de aquella muestra, el marchante responde con una rara transparencia: “Tengo mucho respeto por Bretón y sus amigos y pensé que si ellos se interesaban por Miró era porque había cualidades en sus obras que yo, quizá, no sabía descubrir, por eso hice esta exposición”. El éxito de Miró responde a un movimiento de absorción de los surrealistas.

El artista realiza su primer viaje a los Estados Unidos en 1947 (realizará en total siete), cuando tiene 64 años, o sea, una edad realmente madura y con un prestigio ya construido en París. Y, sin embargo, esta fama no es suficiente, el mundo se ha transformado: la capitalidad cultural –y el mercado artístico– se ha desplazado de París a Nueva York que atrae por una razón de supervivencia. No solo Miró, sino también, por ejemplo, Salvador Dalí, que, desde París, se estableció en Estados Unidos entre 1940 y 1948, una etapa fundamental para el artista ampurdanés.

Hay una expresión que resume la experiencia americana de Miró y aparece de manera recurrente en su correspondencia de finales de los años cuarenta y cincuenta: “Plan de ataque”, como si de una guerra se tratase. Para Miró, EE.UU. es una cuestión de mercado y visibilidad, consciente de que Nueva York es el centro de poder y la caja de resonancia más poderosa.

No hay una sola explicación de su éxito, pero, entre otros aspectos, un audaz marchante, y dicho sea de paso, sin escrúpulos, Pierre Matisse, desarrolló una eficaz campaña de promoción. Él es el creador del Miró americano: colocaba piezas en influyentes colecciones, encargaba obra pública al artista y colaboraba con instituciones.

Joan Miró: 'Le soleil rouge' [El sol rojo], 1948. Foto: Sucessió Miró

Joan Miró: 'Le soleil rouge' [El sol rojo], 1948. Foto: Sucessió Miró

Él está detrás de las dos retrospectivas que el MoMA dedicó a Miró (1941/42 y 1959). Su consagración universal hubiera sido imposible sin la experiencia americana y sin Pierre Matisse. Nueva York define el canon del arte moderno.

Sin embargo, hay algo más. No se trata exclusivamente de una razón de marketing: Miró sintonizó con una nueva generación de jóvenes artistas que, como Jackson Pollock, Robert Motherwell, Mark Rothko, Barnett Newman y Arshile Gorky, entre otros, expresaron su admiración por el artista catalán, al igual que hicieron críticos tan influyentes como Clement Greenberg o Harold Rosenberg.

¿Qué observaron en él? Miró, “el asesino de la pintura”, lleva hasta al límite la tradición europea. Aquella generación que buscaba un arte propio y romper con el colonialismo cultural de Europa, intuía en el artista la promesa de un nuevo arte. Los arcanos de lo primitivo, el automatismo, las referencias a los impulsos psíquicos y el inconsciente estaban latentes en el artista catalán.

Este es un viaje de ida y vuelta: Joan Miró fue poroso a esta nueva forma de hacer y él mismo reconocía que todos ellos habían influido considerablemente en su manera de entender la pintura. De alguna manera, significaron su afirmación. A partir del viaje a Estados Unidos, trabajará con el gran formato y dilatados campos de color. Acaso, como el vampiro, el artista necesitaba sangre fresca para sobrevivir.

Lee Krasner: 'The seasons', 1957. Foto: The Pollock-Krasner Foundation

Lee Krasner: 'The seasons', 1957. Foto: The Pollock-Krasner Foundation

La exposición se articula a partir de artistas, episodios o temas vinculados con la experiencia americana de Miró, grosso modo: la amistad Calder-Miró-Sert; los exiliados europeos; el primitivismo, aspecto fundamental en su trayectoria, que sintonizaba especialmente con el arte emergente americano; el cenáculo que representó el taller de grabado Atelier 17 de Stanley William Hayter frecuentado por Miró; la edición de pochoirs (1959) promovida por Pierre Matisse.

Las obras seleccionadas“ilustran” este itinerario. La exposición se cierra con un documental: Around and About Miró (1953) de Thomas Bouchard. Cito literalmente el texto del panel que introduce el filme: “Este creador universal tiene sus raíces en las tradiciones culturales de Cataluña. Podemos estar o no de acuerdo, pero tal vez se tendría que explicar de otra manera para evitar la caricatura”.