
Dibujo hecho en un taller del programa “Colorful Syria” (ONG Solinfo) con agentes locales, 2014
Didi-Huberman y la cámara de las maravillas que encierra a Lorca, a la guerra y al duende
La exposición En el aire conmovido... que viene del Museo Reina Sofía y se depliega ahora en el CCCB de Barcelona, parte de Federico García Lorca y su Romancero Gitano.
Más información: Néstor, el príncipe olvidado del simbolismo español resucita a lo grande en el Museo Reina Sofía
El punto de arranque de la exposición es el célebre poema “Romance de la luna, luna” contendido en el Romancero gitano (1928) de Federico García Lorca. En él se evoca la mirada de un niño y la luna en que acontece una suerte de vibración o turbación fatal. Entre los dos se produce una alteración, de ahí “En el aire conmovido” que da título a la muestra.
Así como una piedra lanzada sobre el agua quieta que provoca unas ondas concéntricas que se van expandiendo, este poema, metafóricamente, es un manantial poético que genera –o desencadena– de todas las imágenes y obras de la exposición.
Complemento del mencionado poema es otro texto de García Lorca que sobrevuela la exposición, “Teoría y juego del duende”, en el que el escritor andaluz se enfrenta conceptualmente y reflexiona sobre esta “conmoción”, la emoción que sacude al espectador y la magia del arte.
Este texto posee muchas derivaciones, pero nos interesa retener una cita: García Lorca, parafraseando a Goethe, entrevé la “conmoción” y por extensión el “duende” como el “poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”. Esta es la clave o problemática que trata la exposición y que no es otra que el misterio de la poesía, el misterio del arte, el misterio de la creación.
El recorrido de la exposición se inicia con niños. Niños que miran absortos pantallas de cine –los del El espíritu de la colmena (1973)– de Víctor Erice o los que capta José Val del Omar en su documental Misiones pedagógicas (1931-1936), por ejemplo.
Termina con la sonrisa de un bebé de Alepo (Para Sana, 2019, de Waad Al-Kateab) pese los bombardeos y la guerra que azotan la región. No hay duda de que los niños –y el niño del poema de García Lorca– son un desdoblamiento de Georges Didi-Huberman, el comisario de la exposición, y también un desdoblamiento del mismo visitante de la muestra. Los niños miran asombrados como por primera vez, descubriendo el espectáculo del mundo y la vida y, al mismo tiempo, llevan un mensaje de esperanza.
La exposición es una de aquellas muestras río, un río extremadamente caudaloso que aglutina más de trescientas piezas de diferentes soportes (libros, fotografía, instalación, cine, pintura, etc.) y de creadores tan diferentes como Bertolt Brecht, Camarón, Colita, Salvador Dalí, James Ensor, Harun Farocki, Lucio Fontana, Alberto Giacometti, Goethe, Julio González, Francisco de Goya, Victor Hugo, Yves Klein, Käthe Kollwitz, Oriol Maspons, Mercadier, Henri Michaux, Joan Miró, Pier Paolo Pasolini, Picasso, Auguste Rodin, Medardo Rosso, Fred Sandback, Esther Shalev-Gerz, Michael Snow, Tatiana Trouvé y Unica Zürn.

Goya: 'El caballo raptor', 1824. Foto: CCCB
Se supone que las emociones se exploran grosso modo, conforme a diferentes ámbitos: las caras, los gestos, los sitios… articulando una suerte de iconografía o cartografía de la “conmoción”. Asimismo, se da un paso más porque se introduce una dimensión política. Las palabras, los cuerpos, los gestos, los espacios se comparten en sociedad, y es precisamente por esta razón que, según el comisario, no son inocentes.
Y, sin embargo, alguien ha calificado todo este empeño como un gran caos, un fuego de pirotecnia sin más. Nadie discute el valor de las piezas individuales que sin duda, una a una, conmueven, pero no se observa sentido en esta acumulación.

Colita, 'Carmen Amaya en el rodaje de Los Tarantos. Montjuic, Barcelona, 1963'. Foto: CCCB
Pocos se han percatado de que la subjetiva propuesta de Didi-Huberman de asociaciones libres que relaciona creadores y periodos dispares, sin ningún tipo de conexión a priori, es un método de conocimiento o, mejor, de aproximación a aquel poder misterioso del arte y que ningún filosofo podía explicar como decíamos más arriba. Si uno se plantea el porqué de la poesía, no es posible una respuesta racional, es necesario proponer un rodeo.
Uno de los referentes de la exposición y del mismo Didi-Huberman es el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg, un procedimiento en el que a partir de una idea y a través del montaje y el collage se crean agrupaciones de imágenes de diversa naturaleza que descubren entre sí nuevos significados y relaciones. Se trata de confrontar imágenes para hacer saltar chispas de sentido latentes e inadvertidas en virtud del dialogo o del intercambio entre ellas. Este es el método de Aby Warburg y también el de Didi-Huberman, un método para pensar las imágenes.
Si tuviéramos que definir la exposición de Didi-Huberman, la calificaríamos como una Wunderkammer o gabinete de curiosidades, esto es un microcosmos de objetos singulares, raros y heterogéneos que con sus relaciones son el reflejo del universo, una representación, sin embargo, mágica del mundo más allá de una explicación racional.