Imagen | Obras con (y sin) pasaporte de salida

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Arte

Obras con (y sin) pasaporte de salida

De El Bosco a Picasso, de La Moncloa a una embajada... ¿Cuáles son las piezas que más se mueven y cuáles las que nunca viajan? Mapeamos sus entradas y salidas y nos asomamos a sus sedes más singulares

22 noviembre, 2021 08:59

Los museos prestan cada año miles de obras. Si se acercan a visitar La máquina Magritte en el Thyssen, por ejemplo, sepan que solo una de las 96 obras es del museo, el resto vienen de colecciones de Bélgica, Japón, Italia o Estados Unidos. Del Guggenheim de Bilbao salía hace poco su Ensayo de la desocupación de la esfera, de Oteiza, rumbo a la exposición Jorge Oteiza y Eduardo Chillida (1948-1969) que acaba de inaugurar la Fundación Bancaja de Valencia. Y a la mediática muestra de Goya en la Fundación Beyeler de Basilea han viajado 12 pinturas desde el Prado, una de ellas La maja vestida, que da imagen a la exposición y que sólo ha salido 7 veces de la pinacoteca desde 1990, la última hace ya casi una década.

Cada exposición conlleva un trabajo ingente en el que participan comisarios, coordinadores, equipos de montaje, restauradores y un largo etcétera. El primer paso es la idea, el qué y el quién, un boceto que dibujan los comisarios con una wish list de obras y autores que nunca es exactamente igual a lo que vemos finalmente colgado en las salas. Las obras se piden en préstamo a otras instituciones y colecciones, que aceptan o no su cesión, se aseguran, embalan y envían —por tierra, mar y aire— con empresas especializadas en su manipulación. Muchos recordarán la icónica llegada del Guernica a Madrid, en 1981, escoltado por guardias civiles con tricornio o, más recientemente, la vuelta de El Grito de Munch a su nuevo espacio en Oslo, diseñado por el arquitecto español Juan Herreros. Los datos curiosos son muchos, como cuando llegaron las 5 toneladas de las Sunflowers Seeds de Ai Weiwei al CAAC de Sevilla, en 2013, y el museo tuvo que pesarlas una a una a la entrada y a la salida, para asegurarle al propietario que no se perdía ninguna de estas pequeñas joyas de porcelana en el camino.

“Casi todo puede viajar, la pintura es un bien que se pensó con esa intención de exportación”. Alejandro Vergara

Dalí, Van Gogh o Calder

En esto consisten las exposiciones del siglo XXI. En dar y recibir. "Siempre que no sean muy frágiles, tratamos de corresponder. El sistema de los museos se sostiene gracias a ello, beneficia a proyectos de investigación y a los públicos de otros lugares", explica Guillermo Solana, director del Museo Thyssen. Con todo, hay una serie de obras que se llevan el palmarés a las más ansiadas de cada colección. "El Dalí —continúa Solana— nos lo piden cada 2 o 3 meses, si lo prestáramos solo a la mitad de los sitios estaría siempre fuera. La petición de obras tiende a concentrarse en un 2 % de la colección, eso produce más estrés para las colecciones. Es un círculo vicioso: los cuadros que se ven más se publican más y se piden más".

Goya: 'El quitasol', 1777 (Museo del Prado)

El procedimiento es siempre el mismo. El museo recibe una petición de préstamo y el director lo eleva al patronato con un informe favorable (o desfavorable). Algunas de las obras que más piden al Museo Thyssen son de Cézanne, Dalí, Van Gogh, Kandinsky, Berthe Morisot y Renoir. También Dalí y su Muchacha en la ventana está muy solicitada en el Reina Sofía, junto a los dibujos preparatorios del Guernica de Picasso. Y se suma a este periodo el IVAM con su estupenda colección de esculturas y dibujos de Julio González, de las que Femme au miroir, la pieza estrella del museo, viaja solo excepcionalmente. El Calder del MACBA está entre sus top 10, junto a nombres como Alberto y su Signo de mujer rural en un camino, lloviendo y otros más contemporáneos como Martha Rosler, con su ya icónico vídeo Semiotics of the Kitchen, Gordon Matta-Clark o Felix Gonzalez-Torres.

Del Museo del Prado lo que más sale es arte español y pintura italiana. Entre las obras que más han viajado en los últimos años encontramos el Autorretrato y El quitasol, de Goya, y dos telas de Tiziano y su taller. Mientras que en el Museo de Escultura de Valladolid ha sido La Santa Faz de Zurbarán, que ha viajado en 20 ocasiones desde el 2000. Pero en el caso de esta colección, el préstamo más recurrente y singular es el conjunto de pasos que salen cada Semana Santa en procesión por la ciudad.

Tintoretto en Washington

En el ánimo de todos los museos está que sus obras viajen a otros centros y puedan ser saboreadas por el mayor número de espectadores posible. "Incluso nuestro Tintoretto estuvo en la National Gallery de Washington", recuerda Solana, refiriéndose a la enorme tela de 174,5 x 494 cm. que ocupa el hall del museo. Para descolgar este lienzo hizo falta una grúa y para su transporte un marco especial de viaje y la construcción de una caja climática y anti-vibración, que conservara estable la temperatura y la humedad. Todos estos gastos de desmontaje y preparación para el viaje, junto con los de transporte y seguro, los asume siempre el museo que pide la obra.

Alexander Calder: 'Sin título' (detalle), 1923 (MACBA). FotoGasull. © Alexander Calder, VEGAP, Barcelona

¿Y hay ligas? "Hay un quid pro quo –apunta Solana–, una relación de confianza mutua a lo largo de mucho tiempo. El Thyssen tiene una relación muy sólida con la National Gallery de Washington desde sus inicios, igual que con el Metropolitan de Nueva York, la Fundación Beyeler, el Musée d'Orsay, el Pompidou… pero muchos de ellos son de una liga muy superior, el Thyssen es pequeño, tenemos muy pocas obras y nuestro estatuto nos obliga a exponerlo todo".

“La solicitud de préstamos se concentra en un 2 % de las obras del museo y eso produce más estrés en las colecciones”. Guillermo Solana

Hay algunas obras que no se prestan habitualmente por razones de fragilidad aunque existan siempre excepciones y se tenga en cuenta la relevancia de las exposiciones de destino. En el Museo Reina Sofía no encontrarán nunca un cartelito diciendo que una obra está temporalmente fuera, pues nunca se prestan obras que no se pueden sustituir por otras piezas de sus fondos (más de 23.000) o que sean fundamentales en su discurso expositivo. Algunas son insustituibles, como el Guernica, muy aclamado por los visitantes y en un estado de conservación delicado. Pero hay otros casos como Un Mundo, de Ángeles Santos Torroella, que se acaba de restaurar y no conviene que viaje.

No hay aquí normas absolutas. La tabla de Ghirlandaio Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni, del Thyssen, se prestó hace mucho a una exposición en Washington y al Museo del Prado para El retrato del Renacimiento (2008) y seguramente no salga nunca más. Santa Catalina de Alejandría, de Caravaggio, ha salido en tres ocasiones muy distanciadas en el tiempo, para la exposición de Caravaggio en Barcelona, Ámsterdam y el Museo del Prado, pero no viajó a la gran retrospectiva que le dedicó la ciudad de Roma. Y el Joven caballero en un paisaje, de Carpaccio, no se había prestado nunca desde que se creó el museo y con ocasión de la gran retrospectiva de Venecia y Washington se decidió, por la excepcionalidad de la ocasión, que viajara a la National Gallery.

"Casi todo puede viajar –ilustra Alejandro Vergara, jefe de conservación de Pintura Flamenca del Museo del Prado–, los cuadros están hechos para exportarse, la pintura es un bien que se pensó con esa intención. Lo primero es comprobar que la obra no esté comprometida con otro préstamo y que esté en condiciones de viajar, para lo que se pide un informe a restauración. Estamos al servicio de la historia del arte y tenemos que contribuir a dar visibilidad a los artistas pero hay que tener en cuenta también los riesgos que corren las obras, nunca ha pasado nada pero ¿y si se cayese un avión? Hay ciertas piezas con las que no podemos jugárnosla, pienso por ejemplo en El jardín de las delicias de El Bosco, la obra más representativa de uno de los pintores fundamentales de la historia del arte. O en Las tres Gracias, de Rubens, o El Descendimiento de Van der Weyden". Lista a la que se suman otras dos obras icónicas de Velázquez, Las meninas y Las lanzas.

Vittore Carpaccio: 'Joven caballero en un paisaje' (detalle), h. 1505 (Museo Thyssen).

Esta es la misma tónica que siguen otros museos internacionales como el Rijksmuseum de Ámsterdam, que presta prácticamente todos sus fondos a excepción de La ronda de noche de Rembrandt. O el Pompidou de París, con el que el Reina Sofía tiene línea directa. En el caso de los franceses, Le magasin de Ben, de Benjamin Vautier, una instalación de 15 metros cuadrados forrados con todo tipo de objetos encontrados o Le Jardin d'hiver, de Dubuffet, no se mueven.

Hay otras piezas más recientes que fueron pensadas para espacios concretos del museo y que perderían sentido en otras ubicaciones. Es el caso de Installation for Bilbao, de Jenny Holzer o de Arcos Rojos, de Daniel Buren, ambas en el Guggemheim de Bilbao, y de otras piezas de su colección cuya desinstalación y posterior instalación conllevaría tal logística y coste que, en la práctica, nunca viajan. Así ocurre con la gran araña de Louise Bourgeois, la enorme escultura serpenteante de Richard Serra o el Puppy de Jeff Koons. Incluso imagínense que se trasladara la inmensa sillería de coro de San Benito el Real del Museo de Escultura de Valladolid, ¿con qué reemplazarla?

'Muchacha en la ventana', de salvador Dalí, y los dibujos preparatorios del 'Guernica' son las obras que más se piden al Reina Sofía

A todo esto se suman casos dignos de novela policiaca como el del famoso Pissarro del Thyssen, expoliado en origen por los nazis y actualmente con su propiedad en disputa en el Supremo de Estados Unidos. Por prudencia no sale de la casa. Y otro tipo de depósitos semi-permanentes en museos. El Thyssen tiene 44 obras en el MNAC de Barcelona, una virgen de Fra Angelico entre ellas. El Prado 3.188 en otros centros, como el Museo de Escultura de Valladolid, y el Reina Sofía, 677.

En la reunión de ministros

Existen también obras depositadas en instituciones no museísticas, la mayoría de ellas órganos representativos del Estado. Durante la pandemia nos cansamos de ver al consejo de ministros reunidos, con amplia distancia de seguridad, delante de El taller de esculturas de Barceló. Provenía de la colección del Reina Sofía, que junto al Prado y Patrimonio Nacional decoran todos estos espacios oficiales. El único artista de las vanguardias que ha prestado el Reina Sofía es Miró, que está solo en Presidencia del Gobierno. Está enmarcado con un marco vitrina que impide el paso de los rayos ultravioleta.

Todas estas obras están aseguradas con una póliza clavo a clavo. "Primero visitamos los espacios para asegurarnos de que estén en buenas condiciones –explica Salvador Nadales Zayas, conservador de la colección del Reina Sofía–y después hacemos una propuesta. Durante la presidencia de Rajoy, se pedía que hubiera representación de artistas de todas las Comunidades Autónomas, mientras que el gobierno actual, prefiere que haya más artistas mujeres. Tenemos en cuenta que haya un diálogo entre las piezas que conviven, en este caso Barceló, Campano, Broto, Soledad Sevilla… autores que generacionalmente encajaban bien y que en los años 80 tuvieron una proyección internacional importante. Se intenta además que las obras armonicen con los espacios. En La Moncloa se opta por pinturas, como las de Esteban Vicente, que con sus naturalezas y composiciones inviten a la acogida".

Goya como embajador

El Museo del Prado, el Reina Sofía y Patrimonio Nacional tienen también obras depositadas fuera de nuestras fronteras. Lo hacen por tres años (renovables) y tras un examen minucioso de los conservadores de cada institución de las condiciones de temperatura, humedad e iluminación en las que se van a mostrar. En su mayoría ocupan las salas de representación de las embajadas, nunca espacios privados de sus trabajadores, y se escoge siempre obras de artistas españoles. En la Embajada de España en EE.UU., por ejemplo, hay dos Gustavo Torner procedentes del Reina Sofía, que tiene un total de 77 obras distribuidas por el mundo. Aunque la sede más representativa es la de la embajada de Berlín, que reúne 31 obras de nombres como Alfonso Albacete, José Manuel Ballester, Franscisco Bores, Rafael Canogar, Abraham Lacalle o Yturralde. También Patrimonio Nacional participa en esta “diplomacia cultural” con sus fondos. La sala de recepciones de la Embajada de París está decorada con un tapiz de Goya, de seda y lana, y el comedor con la serie de Don Quijote armado caballero.

@LuisaEspino4