Image: La última pincelada de Eduardo Arroyo

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Arte

La última pincelada de Eduardo Arroyo

El Jardín Botánico de Madrid inaugura El buque fantasma, una exposición que reúne 38 obras de Eduardo Arroyo realizadas en los últimos 18 años

11 enero, 2019 01:00

El Buque Fantasma, 2018 © Eduardo Arroyo

En julio de 2018 empezó a trabajar en El buque fantasma y la pincelada final, con la que estampó su firma, la dio en agosto. Esta obra, que se convierte en la última que consiguió acabar, es la que da nombre a la exposición que le dedica el Real Jardín Botánico de Madrid. Allí se han reunido 38 piezas que Eduardo Arroyo realizó desde el año 2000 hasta su muerte el pasado 14 de octubre. El artista, dice Isabel Azcárate, su viuda, quería seguir viviendo y esta exposición le rinde homenaje a ese pintor incansable que se dedicó a su profesión hasta el último aliento. Gran representante de la figuración narrativa, Arroyo (Madrid, 1937 - 2018) trabajaba con antelación. De hecho, estuvo inmerso en los preparativos de esta muestra que se podrá ver hasta el próximo 17 de marzo. Las dos salas en las que se despliegan los lienzos de gran tamaño están repletas de máscaras tras las que "Arroyo se esconde", admite Fabienne di Rocco, comisaria de la muestra. El lienzo que da nombre a la exposición tiene un origen jugoso. En septiembre de 2018 inauguró en Segovia, dentro del marco del Hay Festival, una exposición titulada Tríptico. Teatro, arte y literatura en el Torreón de Lozoya. De camino de vuelta a Madrid se le ocurrió que podría crear la escenografía para una versión de Tristán e Isolda y cuando llegaron a la capital ya tenía la idea armada en su cabeza. El resultado: un submarino con ruedas, dos caballitos de mar rojos que lo flanquean y un mar de máscaras de Fantômas, personaje literario creado por Marcel Allain y Pierre Souvestre.

El divorcio de Fantômas, 2016 © Eduardo Arroyo

Como señala la comisaria, "a partir de la famosa leyenda del marinero maldito recreada en la música de Richard Wagner, Arroyo inventa una gran composición en forma de fantasía literaria donde el amarillo y los colores primarios compiten con la máscara negra del personaje de Fantômas, que juega como en un jeroglífico contra otros fantasmas presentes en la exposición". Esta obra la pintó de noche, recuerda su viuda, "cuando se encontraba mal y ya no tenía fuerzas. Aunque él no se daba cuenta, cuando estaba mejor se levantaba, pintaba y consiguió terminarlo. Cuando dejaba de pintar El buque... iba a ver a la obra de la biblioteca". A Arroyo siempre le gustó disfrazarse, taparse, jugar a estar y no estar. Junto a la alegoría wagneriana, en la exposición se advierten referencias literarias a Dorian Gray, Moby Dick, Don Juan Tenorio o Doña Inés. "Era un gran lector y un gran amante del cine", asegura Di Rocco. La muestra, coproducida por La Fábrica y la Fundación Enaire, culmina la trilogía que empezó en 2017 en la Fundación Maeght de Saint-Paul-de-Vence, en Francia, y siguió el pasado año en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Esta parada en el Jardín Botánico de Madrid fue el lugar que él mismo escogió para exponer sus últimas creaciones. Además, Pedro Saura, secretario de Estado de Fomento y presidente de la Fundación Enaire, ha adelantado que será esta muestra con la que se inaugure el futuro centro cultural La Nave de Gamazo de Santander en 2020.

Las obras inacabadas

Una vez concluyó El buque fantasma Eduardo Arroyo continuó pintando y empezó dos lienzos, uno en su taller de Madrid y el otro en el de León. El primero lleva por título Tres visitadoras en la cocina de Agatha Christie, en el que retrata a la escritora británica "con gran textura", explica Azcárate. En la segunda, La Bella y la Bestia, tan solo pudo acabar el retrato de Lenin, aunque tenía pensado añadir a Stalin, Mao, Marx y un león. "Pero no voy a hacer una lectura sobre su significado", bromea la comisaria.

Moby Dick, 2018 © Eduardo Arroyo,

Aunque su viuda aún no sabe qué harán con estas dos obras sí ha adelantado que continuarán con la construcción de la biblioteca que empezó en vida en Robles de Laciana (León). Su memoria es aún reciente pero es posible, asegura, que los dos estudios del artista se abran al público como sucede con los de otros artistas como Miró en Barcelona y Palma de Mallorca, Giacometti en París o Francis Bacon en Dublín. Sin embargo, Arroyo nunca quiso una fundación con su nombre pero lo que sí pidió a su familia, asegura Azcárate, fue que guardaran tanto su producción artística como sus libros. Con todo, el pintor se fue con "la satisfacción de hacer siempre lo quiso. Nunca pensó en tapar nada, fue valiente y libre", admite. "Terminó como él quería -concluye Isabel Azcárate-, trabajando". @scamarzana