Image: Álvaro Martínez-Novillo: Picasso tenía un sentido muy museográfico de su obra. Estaría encantado

Image: Álvaro Martínez-Novillo: "Picasso tenía un sentido muy museográfico de su obra. Estaría encantado"

Arte

Álvaro Martínez-Novillo: "Picasso tenía un sentido muy museográfico de su obra. Estaría encantado"

4 abril, 2017 02:00

Álvaro Martínez-Novillo en 1981 durante el montaje del Guernica en el Casón. Foto: Jesús González

La exposición del Museo Reina Sofía nos cuenta el viaje que Picasso hizo hasta llegar al Guernica. Pero, ¿cómo llegó a España su cuadro más famoso? Hablamos con Álvaro Martínez-Novillo que intervino, como subdirector general de Bellas Artes entre 1979 y 1982, en las negociaciones para la recuperación de la tela. Lo cuenta con detalle en el epílogo del libro El Guernica recobrado que, firmado por Genoveva Tusell, hija de otro de los protagonistas, prepara la editorial Cátedra para el próximo mes de mayo.

La historia del viaje del Guernica a España empieza el 1 de noviembre de 1937. Nada más acabar la Exposición Internacional para la que fuera concebido, el cuadro regresó al taller de Picasso en París y fue entonces, como explica Genoveva Tusell en El Guernica recobrado, el libro que pronto verá la luz en Cátedra, cuando el artista manifestó a Josep Lluís Sert, arquitecto del Pabellón de la República, su deseo de que la obra fuera a Madrid. Pero la guerra española truncaría los planes del artista y llevaría al Guernica a un largo exilio que no acabaría hasta el 10 de septiembre de 1981. Ese día, a bordo de un Boeing 747 de Iberia, el Lope de Vega, la tela, cuidadosamente enrollada y embalada, aterrizaba en Madrid.

De este último viaje y de los detalles que lo rodearon, hemos hablado con Álvaro Martínez-Novillo (Madrid, 1948), subdirector general de Bellas Artes entre 1979 y 1982 y uno de los protagonistas, junto con el director general, Javier Tusell, de las negociaciones por parte del Gobierno español con la familia Picasso, los abogados y el MoMA de Nueva York, donde Picasso había depositado el cuadro en 1939, después de una itinerancia por toda Europa y Gran Bretaña, y con motivo de la retrospectiva que el director del museo neoyorquino Alfred H. Barr organizó en noviembre de ese mismo año. Era un préstamos temporal que se alargó más de lo deseado.

Pregunta.- ¿Cuándo empieza su relación con el Guernica?
Respuesta.- Yo empecé a trabajar en el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid en otoño de 1968 y ya se empezó a hablar del Guernica entonces. Yo era entonces el último mono, un simple testigo, pero se hablaba de ello y era un tema candente. El asunto se había zanjado abruptamente durante el franquismo, pero siempre hubo intenciones de no renunciar al Guernica. De ser una obra maldita pasó a ser una obra del pueblo español y que viniera a España empezó a ser prioritario. Aunque los años cruciales de la negociación fueron entre 1979 y 1981, con Javier Tusell como director general de Bellas Artes. Con él todo se desarrolló de una manera natural: era profesor de Historia Contemporánea y no solo sabía inglés y francés sino que los hablaba muy bien por teléfono, lo cual facilitaba mucho las cosas. Su tesón y compromiso fueron claves.

P.- Además de a Javier Tusell, ¿a quiénes debemos que el Guernica esté hoy en Madrid?
R.- Fueron muchas las personas que cumplieron con su obligación y a las que debemos agradecer que el cuadro esté hoy en Madrid. Roland Dumas, abogado de Picasso, con quien el artista había hablado de los términos de la llegada del Guernica a España, fue una de las personas clave. Picasso no hizo testamento (era muy supersticioso) pero sí aclaró lo quería que fuera del gran cuadro y de las obras que acompañaban al mural. Dumas lo publicó en sus memorias según se lo comunicó el pintor: "El Guernica es la obra maestra de mi vida y quiero que se recupere para España". También fueron importantes los amigos de Picasso que hicieron que él no perdiera el nexo con España: Miguel y Joan Gaspar, Gustavo Gili y su esposa Ana María; Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé, a quienes en época de Franco llegaron a ofrecer una sustanciosa contrapartida si mediaban y ellos fueron impecables y antepusieron su amistad a cualquier suma de dinero. El notario Raimundo Noguera fue una persona providencial en las gestiones para la donación de Sabartés, germen del Museo Picasso de Barcelona. Rafael Fernández Quintanilla, el diplomático, que busca y encuentra la documentación de la República… El pacto que firmaron el ministerio de cultura y el ayuntamiento de Barcelona para no enzarzarse entre ellos y cumplir la voluntad de Picasso; la carta de Suárez que impresionó tanto a Maya Picasso, la más beligerante… Hay muchas personas, cada una en su momento, y sin esa suma de momentos no se hubiera conseguido. Fue un trabajo muy colectivo.

P.- Porque con la familia también hubo problemas, claro.
R.- Había un aparente vacío legal y nadie quería renunciar a sus supuestos derechos, hasta que se demostró que los derechos morales eran incompatibles con la voluntad de Picasso y eso fue una enorme ventaja. Al igual que el apoyo de Jacqueline, la viuda, que siempre quiso que se hiciera la voluntad de Picasso y nunca reclamó nada.

¿Y si no se restablece la República?

P.- Además, Picasso pensó en devolver el cuadro a la República pero supongo que hubo un momento en que él mismo vería que la República no va a volver…
R.- Efectivamente, Picasso hizo este testamento en contra de su idiosincrasia, porque en época de Franco ya se empezó a hablar de la vuelta del Guernica. Dumas, que era una persona muy inteligente, que había sido profesor y magistrado, vio que el hecho de que el futuro de España no pasara por la República podía ser un escollo, de modo que a la hora de redactar el documento que se entregó al MoMA fue muy listo y escribió que el cuadro volvería a España "cuando las libertades públicas estuvieran restituidas".

P.- Y, a pesar de todo, cuando llegó el momento, el MoMA no agilizaba el regreso, ¿por qué?
R.- Desde España se veía como un rapto que, aun habiendo una resolución favorable del Senado de Estados Unidos, el museo no la cumpliera inmediatamente. Pero es que legalmente tampoco estaban obligados. El MoMA es una institución privada, con un patronato privado, y no un organismo público, por lo que no era perentorio para ellos. El museo decía que si daban salida al cuadro y su legado complementario podía ser demandado por alguno de los herederos y esa amenaza estuvo presente hasta el final. Tras la gran exposición dedicada a Picasso en mayo de 1980, en Nueva York todo parecía listo para que organizasen la despedida. Pero la gran muestra concluyó en septiembre y el museo no daba señales de que fuera a descolgar el cuadro. Y no solo eso, tras el golpe de Estado del 23F, empezó a considerar la democracia española demasiado frágil. Finalmente encargaron la negociación a Cyrus Vance, un peso pesado de la abogacía y exsecretario de Estado del presidente Carter. Cuando nos enteramos se nos cayó el alma a los pies, aunque al final su experiencia y buen hacer fue más una ayuda que un impedimento.

Con todo esto, los últimos meses de negociación fueron una pesadilla para el equipo negociador. Se pensó incluso en acudir al Tribunal internacional de La Haya. Pero el contencioso era entre un gobierno (el español) y un particular (el MoMA), por lo que, en todo caso, el asunto debía ser llevado ante un tribunal de Manhattan y, con un juez desconocido, arriesgarse a una sentencia desfavorable. "Por otro lado, el Guernica tampoco había sido pagado por el procedimiento habitual y nunca hubo expediente de adquisición y, si lo hubo, nunca apareció", explica Martínez-Novillo. "Todos esos contratiempos de pronto, en los últimos meses, minaron nuestra moral. Estábamos muy fatigados, con excepción de Javier Tussel que era inasequible al desaliento". Afortunadamente Cyrus Vance acabó facilitando a España una solución satisfactoria. Fue a París, se entrevistó con los herederos y con Dumas y tuvo una visión exacta de la situación. "Su informe final fue positivo: el cuadro tenía que ir a España y una negación por parte del MoMA se iba a interpretar como un ejemplo de imperialismo norteamericano, y creo que este argumento fue el más eficaz y todo lo que habían sido dilaciones fueron de pronto facilidades".

Los últimos 15 días, al final del verano de 1981, fueron de vértigo. El Guernica tenía que estar en Madrid para el centenario de Picasso que se celebraba el 25 de octubre. Y a partir de ahí todo se desarrolló muy rápidamente. "Era finales de agosto y principios del vuelta de vacaciones y se pudo hacer de manera muy discreta. El 1 de septiembre viajamos a Nueva York José María Cabrera, director del Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte, y yo. Íbamos a ver el estado del cuadro y el inventario de todos dibujos que constituían el verdadero regalo de Picasso: antecedentes, bocetos y todo lo que pinta después alrededor del Guernica, unas 60 obras más en total", dice el que fuera director del Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC) y director del Instituto del Patrimonio Histórico Español (IPHE).

Con el Guernica en la bodega

Luego, la salida del MoMA, con los semáforos estropeados, comitiva por la Calle 54 a cruzar la Quinta, Madison, Lexington... "Íbamos hacia el aeropuerto y pasaban los camiones y los coches literalmente discutiendo con los taxistas... Tuvimos que irnos tan rápido que Cabrera y yo no llevábamos billete de avión. Lo tuvimos que comprar allí. Cargaron la tela en la bodega del Boing. Ya en Madrid, al aterrizar en Barajas, el piloto informó de que habíamos traído con nosotros al Guernica. Fue muy emocionante, incluso para nosotros que lo sabíamos, escucharlo así". La entrada en el Casón y el montaje se llevaron ya con normalidad "y naturalidad", insiste Martínez-Novillo.

P.- ¿Cuál es para usted la importancia de este legado?
R.- Picasso tenía un sentido muy museográfico de su obra. Quería arropar al Guernica, no necesita nada para crear impacto pero, en un segundo vistazo, para la reflexión, es muy interesante analizar todo lo que le acompaña. Él sabe que no puede competir con Goya, con los fusilamientos, con Los desastres de la guerra, porque Goya tiene la guerra mucho más presente y próxima y sabe que es esa proximidad lo que le falta. Picasso estaba muy preocupado por su familia pero él no padece la guerra y le cuesta encontrar el lenguaje que va a utilizar en el Guernica. Por eso elige un lenguaje simbólico. Para que no quede frío, como las pinturas neoclásicas, puebla el cuadro con una serie de personajes humanos y animales y consigue darle un ambiente de cierta luctuosidad, como las noticias, en el fondo es una esquela.

P.- El Museo del Prado era su destino inicial. ¿Qué pensaría Picasso, cuyo deseo era estar cerca de Goya, al verse ahora en el Museo Reina Sofía, rodeado de arte contemporáneo?
R.- Afortunadamente en esas decisiones no tuve que entrar. De todos modos creo que España ha cumplido con el deseo de Picasso y que pasan los años y el Guernica sigue teniendo el mismo impacto que en su momento. Es un grito de guerra que no ha perdido su vigor. Como el personaje central de Los fusilamientos del 2 de mayo de Goya, cuando te encaras con el Guernica, sus dimensiones, su fuerza, no envejece, no es un cuadro apolillado y esa intemporalidad se consigue muy pocas veces. Ocurre también con Las meninas, donde ya no ves a una infanta del siglo XVII… Pero que lo que él consideraba su obra maestra sea ahora un icono... eso a Picasso le tenía que encantar. Creo que se hubiera hecho cargo de la situación.

@PaulaAchiaga