Image: Massimo Vitali. El infierno son los otros

Image: Massimo Vitali. El infierno son los otros

Arte

Massimo Vitali. El infierno son los otros

25 noviembre, 2004 01:00

De Haan 300 Low-Kiss, 2001

Fundación BBK. Aula de cultura. Elcano, 20. Bilbao. Hasta el 8 de diciembre

Sorprende el salto de Massimo Vitali (Como, Italia, 1944), pulcro fotógrafo de publicidad y cine, al mercado del arte. Y no porque esa traslación sea inhabitual sino porque hizo su primera exposición en un centro de arte a los cincuenta años. Al parecer, sólo le quedó una cámara de placas 20 x 25 cuando le robaron todo su equipo fotográfico, y esta circunstancia fortuita le condujo a los grandes formatos de enfoque perfecto. En poco tiempo, Vitali encontró una fórmula (fundamental en la mercadotecnia artística) y, además, un argumento, con reducidas variantes, que añade a la apreciación formal de su trabajo una reflexión sociológica que le da mayor empaque. En lo formal, la aportación básica de Vitali es un "posicionamiento" respecto a la realidad. Desde hace años, se sube con su cámara a una torre desmontable de cinco a siete metros para vigilar el entorno. Permanece en su puesto, como un vigilante, el suficiente tiempo para que la gente se olvide de él, y entonces dispara. En un momento clave de su carrera había topado con el concepto de "el punto de vista del príncipe", que determinó el diseño de escenarios teatrales en el Renacimiento: desde su palco elevado, el rey tenía la visión más completa y cómoda. El resultado es una perspectiva que sugiere ideas de control y distanciamiento, y que tiene un antecedente remoto, con sus altos horizontes, en las escenas de multitudes de Brueghel; y otro más próximo, con sus desplazamientos laterales, en el Panorama decimonónico.

En esta exposición (su primera individual en España), que viene del Centro per l’Arte Contemporanea Luigi Pecci de Prato, vemos excelentes ejemplos de sus series más conocidas. Las playas italianas, las piscinas públicas, las estaciones de esquí... Lugares en los que los ciudadanos se concentran para disfrutar de su tiempo de ocio, a menudo en espacios naturales. Jon Bird sitúa su obra en el contexto del género del "paisaje con figuras", desprovisto de los valores simbólicos que suelen asociarse a él. Es desolador comprobar lo borregos que somos y cómo la industria del ocio se opone a toda veleidad de individualismo. Ni en el paisaje salvaje de las altas cumbres del Tirol o las costas no urbanizadas es posible librarse de la masificación, que asumimos en la ciudad pero que hace chirriar nuestras arraigadas concepciones de la naturaleza virgen, del silencio sublime. El paisaje artístico muta a causa de una transformación social del paisaje natural. Certera visión que el fotógrafo adapta, con cierto cinismo, a encargos comerciales.