Image: Rosa Montero

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El Cultural

Rosa Montero: "No me gusta la novela histórica, el corsé de datos ahoga el aliento narrativo"

8 septiembre, 2005 02:00

Rosa Montero. Foto: Kike Para

Sólo han pasado unos días desde que volvió de sus vacaciones en Islandia, uno de los lugares que tanto se parecen a su paraíso perdido (“montañas norteñas y solitarias, un valle alto verde y jugoso entreverado de bosques naturales, lagos quietos en prados perfectos”), y ya se ha sumergido de nuevo en la Francia medieval de su Historia del Rey Transparente. Quizá porque es, confiesa, la novela de su vida, la ha tenido enredada más de ocho años: “Ya sabes que una novela no se escribe sólo mientras se teclea en el ordenador, sino que se escribe, sobre todo, en la cabeza. O por lo menos ése es mi método. A mí se me ocurre una idea primera, el germen de una novela, y voy desarrollándola durante años, mentalmente y tomando notas en diversos cuadernillos, hasta tener toda la historia, la estructura, los personajes, incluso fragmentos enteros escritos a mano en los cuadernos. Entonces es cuando me siento al ordenador. Pues bien, hará cosa de nueve o diez años me dió una temporada de pasión lectora por los libros de historia medievales y también por textos de autores medievales como Chrétien de Troyes o María de Francia. Leí muchos libros de este tipo por puro gusto personal, y por eso, porque estaba sumergida más o menos en ese hábito mental, es por lo que se me ocurrió la novela. Empecé a tomar notas y a desarrollarla, y en este caso el proceso ha sido más largo que en otros libros míos. De hecho, escribí otras cosas entre tanto. Al fin, hará dos o tres años, decidí que la historia ya estaba madura para pasar al ordenador, pero entonces tuve que releerme casi todos aquellos libros que ya había leído años atrás, tomando notas, porque mi primera lectura fue de puro placer”.

Tras esa primera etapa vino “un trabajazo tedioso y tremendo, te lo aseguro, porque me tuve que releer y anotar varias decenas de textos. Después comenzó la fase final, la de la escritura en el ordenador, y ésa me ha llevado como año y medio. Y sí, reescribo mucho, corrijo mucho, soy una maniática perfeccionista”.

Pregunta. ¿Por qué es el libro que toda su vida ha querido escribir?
Respuesta. Porque está en la huella, en la estela que dejaron en mi corazón y mi cabeza aquellos maravillosos libros de aventuras con los que aprendí a amar la literatura y a entender un poco el misterio del mundo. Aquellos libros primordiales y emocionantes que me hicieron ser en parte lo que hoy soy. He intentado acercarme a ese sentimiento, a esa emoción esencial, a ese dibujo básico y metafórico de la vida.

En la mesa de la cocina


P. ¿Cómo combinó el trabajo de documentación y redacción de un libro sobre los siglos XII y XIII con sus artículos de actualidad?
R. Nunca he tenido ningún problema en compaginar mi trabajo periodístico y mi trabajo narrativo... es decir, el único problema que existe es el del tiempo, porque tanto el periodismo como la escritura de una novela son actividades enormemente absorbentes. Por fortuna, hará ya unos diez años que me despedí de “El País” y me quedé en régimen de colaboración, cosa que me ha permitido invertir más tiempo en la ficción. Pero incluso antes me las arreglé para escribir varias novelas. ése es el gran problema de los novelistas, compaginar el trabajo que te da de comer con la redacción de tus libros. Siempre digo que la inmensa mayoría de las novelas de la historia de la literatura se han escrito a las 5 de la mañana y en la mesa de la cocina: a las 5 porque a las 7 el novelista se tiene que ir a trabajar, y en la mesa de la cocina porque a menudo no dispone ni siquiera de una mesa propia. Y aún así, los libros se terminan escribiendo, porque surgen de una necesidad imperiosa para el escritor.

"Muy dentro de mí yo soy así, tengo una parte tremendamente racional, muy lógica, y otra parte muy loca y muy fantasiosa. Para mí la vida está compuesta de todos esos matices"

P. Sí, pero ¿casa bien un mundo lleno de caballeros, superstición y magia con la racionalidad del siglo XXI?
R. Tampoco hay ningún conflicto. Muy dentro de mí yo soy así, tengo una parte tremendamente racional, muy lógica, y otra parte muy loca y muy fantasiosa. Para mí la vida está compuesta de todos esos matices, de todas esas facetas, y no tengo ningún problema en habitar en uno u otro lado de la realidad.

P. Niega la mayor, que Historia del Rey Transparente sea una novela histórica, y la define como de aventuras y fantástica. ¿En qué las diferencia, tratándose de un relato que transcurre en el siglo XII, y por el que campan Leonor de Aquitania, Ricardo Corazón de León, María de Francia o la Eloísa de Abelardo?
R. Me refiero a lo que habitualmente se entiende como “novela histórica”, es decir, a esos libros que, sobre todo, son como “dramatizaciones” de períodos históricos. A mí me encanta la historia, pero la historia de verdad, es decir, los libros de historia, y lo cierto es que no me gusta demasiado el género de novela histórica, porque me parece que el corsé de datos ahoga el aliento narrativo. Eso sí, hay novelas maravillosas ambientadas en otras épocas, como Yo, Claudio, de Graves, o Juegos Funerarios, de Mary Renault, a las que no considero novelas históricas, porque el afán primero de esos libros no es explicar cómo era el mundo de la antigua Roma o el efímero imperio de Alejandro el Magno, sino que aspiran a explicar cómo es el mundo, sin más. Es decir, aspiran, como cualquier otra novela, a poner un poco de luz en las tinieblas de la vida. De toda vida, de nuestra vida.

P. ¿Y no sería mucho peor que relacionasen el libro con otros best-sellers que también tratan de los templarios, los cátaros, la Edad Media y los cruzados...?
R. Yo no puedo controlar lo que otra gente pensará del libro. Ni puedo, ni debería preocuparme por ello. Yo me he limitado a escribir mi novela con toda la necesidad (es decir, necesitaba escribirla, justamente esta novela, justamente esta historia) y con todo el corazón. Y hasta tengo la soberbia de creer que Historia del Rey Transparente es una obra lo suficientemente original como para que los lectores que la lean se den cuenta enseguida de que mi libro es algo distinto.

"Yo no puedo controlar lo que otra gente pensará del libro. Ni puedo, ni debería preocuparme por ello. Me he limitado a escribir con toda la necesidad y con todo el corazón"

P. ¿Qué le ha prestado a la protagonista de la novela, a Leola, de sí misma?
R. No lo sé bien. Supongo que muchas cosas, pero los novelistas somos los primeros en no saber bien qué es lo que estamos escribiendo. Uno escribe de lo que no sabe que sabe, porque las novelas surgen del subconsciente. La novela comienza diciendo: “Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre”. Pues bien, ¿quieres creerte que hace unas semanas, con el libro ya impreso, me di cuenta de que estas frases eran en realidad una metáfora de mi vida? Y no sólo de la mía, me parece, sino de la de muchas mujeres. Pero no lo advertí hasta hace unos días.

Disfraces necesarios

P. O sea, que sigue siendo revolucionario proclamar, como hace su protagonista, “soy mujer y escribo”.
R. Metafóricamente sí. Literalmente es obvio que no, por fortuna.

P. ¿Todavía las mujeres tenemos que disfrazarnos de guerrero para sobrevivir?
R. Sí, desde un punto de vista simbólico creo que las mujeres tenemos que seguir siendo bastante hombrecitos para poder manejarnos y sobrevivir en el mundo exterior. Aunque sin duda las cosas han mejorado muchísimo en Occidente a lo largo de todo el siglo XX.

P. En la novela los personajes femeninos (Leola, Nyneve, la Dama Blanca) son mucho más ricos que los masculinos...
R. ¿Te parece? La verdad es que no estoy muy de acuerdo. Hay personajes masculinos que me encantan, hermosos y positivos, como el Maestro Roland, que enseña a combatir a Leola, o como el caballero de Ballaine, que le enseña lo que es una vida y una muerte dignas. Y sobre todo León, que me gusta muchísimo, a mí me encantaría tener un León en mi vida real... León es muy importante porque es el contratipo positivo de Dhuoda. Ambos han tenido un pasado cruel, y mientras Dhuoda hace de su dolor una excusa para su malignidad, porque cree que su sufrimiento le da derecho a todo, León convierte su dolor en sabiduría y compasión. Son dos ejemplos opuestos de cómo los humanos podemos hacer frente a nuestro sufrimiento. Es cierto, eso sí, que la protagonista absoluta de la novela es una mujer, y que su acompañante y alter ego es otra mujer. Pero ya sabes lo que siempre digo: me desespera que, cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, todo el mundo piense que está escribiendo sobre mujeres, mientras que cuando un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, todos piensen que está escribiendo sobre el género humano... No sé, salvando las distancias, a nadie se le ocurre decir que en El Quijote los personajes masculinos son mucho más ricos que los femeninos.

Los señores del siglo XXI

P. ¿Quiénes son los señores feudales del siglo XXI? ¿Resultan quizá menos implacables que los del XII?
R. Uf... interesante y compleja pregunta, porque primero tendríamos que delimitar de qué parte del mundo hablamos. Porque en gran parte de este planeta siguen existiendo estructuras feudales semejantes a las del siglo XII. Pero si te refieres a Occidente, sin duda son igual de implacables, pero, por fortuna, el sistema de derecho de las democracias, por muy imperfecto que sea (que lo es), les impide aplicar su poder con el absolutismo de antaño.

P. ¿Y son hoy los escritores menos cortesanos con el poder que entonces?
R. En eso me temo que no hemos mejorado gran cosa, la verdad. Eso forma parte de las debilidades y miserias humanas.

"Nuestro momento actual tiene mucho que ver con la época histórica que describo, son mundos de trinchera en los que hay un combate en marcha entre la ley y la violencia"

P. De todas formas, describe un mundo que se está reinventando, tan incierto como es el nuestro. ¿Qué papel debería jugar Europa en el nuevo orden internacional que Estados Unidos está construyendo?
R. Sí, sí, creo que nuestro momento actual tiene mucho que ver con la época histórica que describo, son mundos de trinchera en los que hay un combate en marcha entre la luz y las tinieblas, entre la regresión y la democratización, entre la ley y la violencia. En cuanto al papel de Europa, yo soy profundamente europeísta y creo que una Europa fuerte (cosa de la que estamos muy lejos) sería esencial para fortalecer el marco de derecho internacional y hacer de este mundo un lugar más seguro y más habitable.

Palabras que lo envenenan todo

P. En la novela describe los errores y horrores de las Cruzadas y la lucha contra los cátaros, guerras santas como las que ahora han emprendido los islamistas radicales contra Occidente. ¿Qué truco de magia le gustaría hacer para favorecer el diálogo?
R. En primer lugar, no creo que los islamistas radicales hayan emprendido una guerra santa contra Occidente, sino contra la democracia, la modernidad y el progreso en general. Y sus primeros enemigos son los musulmanes progresistas. Recuerda que el terror fundamentalista está matando a más musulmanes que occidentales. De manera que creo que la única salida de esto es la evolución de los países islámicos hacia la modernidad y la democratización, y Occidente debe de ayudarles en lo posible.

P. ¿Qué poder tiene hoy la palabra? ¿No la hemos devaluado, con tanta prisa y ruido?
R. La palabra es, en realidad, lo único que tenemos. Es lo que nos diferencia de los otros animales, es el principio de lo que somos. Aunque, claro, la palabra construye mundos, pero también infiernos. Como digo en la novela, las hogueras de la represión no quemarían y el hacha del verdugo no cortaría si no hubiera antes palabras malas, palabras mentirosas que envenenan todo. No creo que hoy la palabra esté más o menos devaluada que antes.... siempre ha habido esa tensión entre la palabra verdadera y honesta y la palabra mentirosa, banal o criminal.

P. En alguna ocasión ha asegurado odiar al “escritor comprometido”, y sentir asco por lo que Julio Llamazares llama “el intelectual de guardia”. ¿Las guerras, el hambre, no le hacen cambiar de idea?
R. Yo creo que todos debemos comprometernos como ciudadanos con el mundo en el que vivimos. No sólo el escritor, sino el zapatero, la economista y la vendedora de Avon. Lo que me parece ridículo es pensar que el novelista tiene que tener más compromiso que el zapatero, o que sus opiniones sobre la situación política tengan que ser más atinadas. Todos conocemos a maravillosos novelistas que son unos zopencos en cuanto al análisis de la realidad. Para mí el compromiso del escritor, como escritor, es el de escribir de la manera más honesta, más libre, más necesaria posible. Y hablo de escribir aquello que de verdad necesitas escribir, intentando permanecer al margen de las presiones comerciales, la vanidad, el ansia de poder y demás. Luego, como ciudadana, claro que tienes que comprometerte. Pero eso es otra cosa.

P. Pasó de la ficción al periodismo y ha regresado a la ficción. ¿Qué le parece el periodismo actual español?
R. Uf. La verdad es que creo que estamos en un momento bastante chungo. Hay demasiadas rencillas, demasiados partidismos, demasiados intereses y, sobre todo, creo que hay una relación enfermizamente estrecha entre el poder político y los medios de comunicación, una promiscuidad entre políticos y periodistas que lo enrarece todo.

P. Sé que le gusta internet: ¿para cuándo su blog? ¿Le interesan, sigue alguno?
R. Sí, internet me encanta, pero dudo mucho que escriba algún día un blog. En mi página web hago a veces alguna notita de actualidad, pero nada más. Y sí, suelo leer el blog El Escorpión, de Gándara.