Infantino celebra su elección.

Infantino celebra su elección. Ruben Sprich Reuters

Fútbol

El suizo que aprovechó el vacío de Michel Platini

El nuevo presidente de la FIFA, secretario general de la UEFA desde 2009, llenó el hueco dejado por su jefe y pretende acabar con la cultura de la corrupción en una entidad putrefacta.

26 febrero, 2016 18:56

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El suizo Gianni Infantino es una cara muy conocida para aquellos que siguen los sorteos de la UEFA por televisión. El flamante presidente del fútbol mundial, suizo de origen italiano, es un abogado enamorado del balón que llegó a la entidad rectora del balompié sin hacer ruido y fue ascendiendo hasta convertirse en secretario general del fútbol europeo y convertirse en un rostro familiar en los sorteos de la Champions League. Pero jamás esperó tan alta distinción: “Fue el destino el que me llevó a comenzar el viaje… Un viaje emocionante y fantástico”, afirmó hace unas semanas. “Hace cinco meses ni siquiera pensaba en ser candidato, pero han sucedido muchas cosas”.

Infantino emerge como cara nueva de una institución podrida, una de las más desprestigiadas del planeta, que ocupa más titulares por corrupción que por ninguna de sus numerosas actividades como organizadora del deporte más popular del planeta. El suizo emergió de forma casi natural (pero inesperada) tras la abrupta caída en desgracia de su jefe, Michel Platini, el hombre que hasta junio del año pasado actuaba como ‘delfín’ natural del inhabilitado ex presidente de la FIFA, el también suizo Joseph Blatter.

Abogado políglota

Quizá lo primero que sorprenda en Infantino es su juventud (apenas 45 años), atributo poco frecuente en el comité ejecutivo de la entidad que preside desde hoy. Su solvencia en materia legal, unido a su carácter políglota (habla sin ninguna dificultad español, italiano, inglés, francés, alemán y árabe) y a su amor por la pelota hicieron que abandonase en el 2000 su cargo de secretario general del Centro Internacional para el Estudio del Deporte (CIES), adscrito a la Universidad de Neuchatel (Suiza), y se mudase a Nyon para formar parte del cuerpo de abogados de la UEFA. Traía como bagaje sus estudios de derecho deportivo y experiencia previa como asesor en los campeonatos nacionales de España, Italia y su país natal.

El abogado comenzó a progresar en la institución, hasta el punto de ser nombrado director del Comité de Asuntos Legales y Licencias de Clubes en 2004. Tres años después fue designado director de Gobernación y de la División de Asuntos Jurídicos. Y sin tener que esperar demasiado, a mediados de 2009, ascendió sin aparente esfuerzo al cargo de secretario general que aún hoy ostenta, siempre a la sombra de Michel Platini.

'Fair Play' financiero

Desde entonces, además de actuar como principal apoyo del hoy desahuciado dirigente francés y de aparecer por televisión con las bolitas blancas en los sorteos, Infantino destacó como artífice de la figura del Juego Limpio Financiero, un esquema dirigido a acabar con las deudas de los clubes (todas: con empleados o instituciones privadas o públicas) y que ha tenido bastante éxito pese a las críticas de los clubes pequeños (se arguía que dificultaba la emergencia de nuevos campeones por la prohibición de endeudarse). También se benefició de los vaivenes de la UEFA respecto a los plazos y dureza de su aplicación: al final se permitió a los clubes negociar y no se materializaron las expulsiones de la competición anunciadas para los clubes díscolos (aunque sí se decretarían castigos pecuniarios y limitaciones de fichajes).

Su llegada anuncia una ruptura con el negro pasado de la FIFA, a pesar de que su rápido ascenso (además de su lugar de origen, el mismo valle alpino) muestre similitudes con la trayectoria de su predecesor, hoy desdichado, que ni siquiera pudo hablar en la ceremonia de clausura del último Mundial para evitar abucheos. Infantino hereda un organismo en descomposición.

Quizá la mayor crítica a su carrera electoral estos meses ha sido su presunto eurocentrismo (su candidatura fue propuesta por la UEFA para mantener su rol central en el caso de que Platini, como al final sucedió, fuese suspendido de sus funciones y expulsado de la carrera de facto). Ha sabido, sin embargo, recabar el apoyo de otros continentes (fundamentalmente Sudamérica, con la ayuda de Ángel María Villar) y llega a su despacho con la vitola de la limpieza, el buen gobierno corporativo y la regeneración ética.

Infantino quiere crear un Mundial con 40 equipos (arriesgada jugada). E insiste en querer volver a las raíces del deporte: “¡El fútbol es pasión, el fútbol es la emoción, el fútbol es la tolerancia, el fútbol es el respeto, el fútbol es... magia!”, dice una frase suya que aparece citada en la página oficial de la UEFA. El tiempo dirá si está a la altura de semejante desafío.