
Vaughan Mabee, chef de Amisfield
El rosado español (de 200 euros) que fascina al chef más salvaje de Nueva Zelanda
Un rosado riojano de producción limitada y crianza insólita, convertido en objeto de deseo por coleccionistas y sumilleres del mundo, el vino favorito del chef neozelandés Vaughan Mabee.
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En la ciudad turística de Queenstown, Otago, en la Isla Sur de Nueva Zelanda, Vaughan Mabee ha convertido Amisfield en un santuario culinario que desafía los límites de la imaginación.
Neozelandés de nacimiento y explorador de vocación, Mabee forjó su camino en los mejores fogones del mundo: viajó hasta España para trabajar con Martín Berasategui e hizo parada en Copenhague para empaparse de la vanguardia de Noma y aprender que la cocina es un acto de amor al territorio y sus productos.
Su filosofía es sencilla y radical: la tierra manda. Mabee caza, recolecta y selecciona ingredientes que cuentan historias de la región, diseñando menús que son auténticos viajes sensoriales, donde cada plato es una postal viva del entorno.
El chef no busca solo alimentar, sino emocionar; sus creaciones, presentadas en su estado más puro, despiertan la curiosidad y el asombro, como si cada bocado fuera una conversación íntima con la naturaleza.
En la mesa de Amisfield, el comensal degusta y participa en una experiencia que trasciende lo gastronómico: es invitado a descubrir el alma indómita de Nueva Zelanda, guiado por la pasión y el respeto de un chef que, como un buen vino, mejora y sorprende con el tiempo. Su propuesta, desde luego, no es apta para veganos.

Wild boar mortadella Amisfield
Un vino para gobernarlos a todos
La selección de vinos de Amisfield destaca por su carácter y pureza, con especial atención a los varietales de clima frío que se dan en la zona, como el pinot noir, y blancos vibrantes como el sauvignon blanc, todos certificados orgánicos y reflejo fiel del terroir de Central Otago. Cada botella acompaña la cocina del restaurante con elegancia y autenticidad, convirtiendo la experiencia enológica en un acontecimiento aparte.
Pero fuera del restaurante, Mabee es un auténtico amante del vino. Un coleccionista con alma de sibarita. Durante una cena privada en su casa, que una pequeña selección de periodistas internacionales tuvimos la suerte de disfrutar, el chef sorprendió con todo tipo de referencias internacionales entre las que nos llamó especialmente la atención una: Viña Tondonia Rosado 2012.

Viña Tondonia Rosado 2012, en casa de Vaughan Mabee
“Lo probé por primera vez en una fiesta en Barcelona, en casa de mi amigo Sebastián. Después, lo llevamos al restaurante Succulent y lo maridamos con un plato de langosta; ¡me enamoré completamente!”, explica el cocinero neozelandés. “Para mí, a veces son los recuerdos de momentos increíbles los que hacen que el vino sea aún más especial y encantador. En este caso, esa experiencia lo convirtió en mi rosado favorito: tiene un sabor intenso, un final agudo y ¡es sencillamente espectacular! Además, es muy difícil de encontrar”.
Y tan difícil. Viña Tondonia Rosado es un vino mítico elaborado por Bodegas López de Heredia en La Rioja, considerado el único rosado Gran Reserva de la denominación. Su exclusividad se debe a que solo se produce en añadas excepcionales, cuando la calidad de la uva permite una crianza prolongada: cuatro años en barrica de roble y varios años más en botella antes de salir al mercado.

Amisfield Restaurant & Cellars, Lake Hayes, Queenstown Amisfield
Su proceso artesanal, con clarificación con claras de huevo y embotellado sin filtrar, le otorga una complejidad, elegancia y capacidad de guarda inusuales. Por su escasez, demanda y singularidad, es muy caro y difícil de encontrar, convirtiéndolo en un auténtico tesoro vinícola que puede superar fácilmente los 200 euros en las añadas más antiguas o consideradas especialmente valiosas, como sucede con la 2004.
“Es imposible conseguirlo en Nueva Zelanda, así que durante mi siguiente visita a España lo busqué por todas partes. Descubrí que los restaurantes solo lo tienen cuando compran grandes cantidades de vino tinto, pero tengo un amigo que tiene una tienda de vinos genial en Barcelona”, presume. “Al final, encontré seis botellas y me las llevé de vuelta a Nueva Zelanda, pero, para ser sincero, ¡ya me las he bebido todas!”.