El restaurante de carretera en la A-1 donde mandan los huevos y la morcilla

El restaurante de carretera en la A-1 donde mandan los huevos y la morcilla

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El restaurante de carretera en la A-1 donde mandan los huevos y la morcilla

En el km 235, a las puertas de Burgos, Landa nació en 1959 como restaurante de carretera al que se añadió un hotel. Hoy sigue siendo uno de los mejores y referente en cocina tradicional.

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No descubrimos nada, pero venimos a recalcar una verdad universal: Landa es, fue y seguirá siendo el restaurante de carretera más importante de España.

A la altura de Burgos, en el kilómetro 235 de la A-1, este clásico lleva desde 1959 dando de comer con una persistencia y buen hacer que pocos logran mantener. Aquí se viene a lo que se viene. Algunos a sentarse y comer para seguir el viaje.

Otros, a pasar una noche y bañarse en esa piscina que ya es un icono. Sea como sea, todas tienen un mismo final: seguir viaje con el cuerpo más contento.

De restaurante de carretera a imperio gastronómico

Un viaje en carretera siempre es un desafío. Mirar las ruedas, planificar dónde echar gasolina, prever atascos... Muchos optan por llevarse un bocadillo de casa, otros tantos, prefieren parar a tomar algo. Y es que entre cafés anodinos y áreas de servicio impersonales, hay enclaves que aseguran que este alto en el camino será fantástico.

Opciones hay muchas. El Mesón Los Rosales, en la ruta de Valencia a Madrid. El Vasco en la A-3, el Área 103... A la altura de Burgos, exactamente en el kilómetro 235 de la Madrid-Irún, existe otro que se ha ganado estar entre los mejores. Uno que lleva 66 años haciendo lo mismo: cocina castellana de la buena y un plato deseado, huevos con morcilla de Burgos.

Ese lugar no es otro que Landa, a cinco minutos de la ciudad. Su historia arranca como la de tantos templos de la carretera, como la de un pequeño comedor pensado para quienes subían y bajaban entre Madrid y el norte. Con el tiempo, el negocio creció, añadió hotel y fama, pero la idea original permanece.

La postal más conocida llegó en 1964, cuando Jesús Landa decidió integrar en el conjunto la Torre de Albillos, una construcción medieval desmontada piedra a piedra y vuelta a levantar a las afueras de Burgos. Ese gesto, casi romántico, definió la personalidad del lugar.

La independencia también forma parte de su identidad. Landa fue uno de los primeros establecimientos en salirse de la cadena Relais & Châteaux. “Somos un restaurante con un hotel anexo”, explicaban. Y lo cierto es que esa frase resume bien su filosofía, aquí la prioridad no era el lujo -aunque lo haya-, sino el viajero.

Una carta por la que parar y volver a parar

Hay casas que se explican por un plato. Aquí mandan los huevos con morcilla y patatas, que se tarifan a 12 euros el plato. No fallan. La yema siempre está perfecta, la puntilla, también, la morcilla crujiente. No puede ser más sencillo ni estar más rico.

Dabiz Muñoz

Pero la cosa no se queda ahí y aunque sea uno de los más pedidos, hay mucho más. Desde los reconfortantes consomé de buey y ave y la sopa de ajo, hasta la empanadilla de bonito o el suizo con jamón de York, pasando por cecina de buey o croquetas. Y eso solo para empezar.

Para seguir hay ensaladas, como la de mollejas, empanadillas de codorniz y champiñones, pimientos rellenos de rabo de buey, albóndigas de bacalao y hasta un corderito lechal asado en horno de leña, que se pide para dos personas.

Hay platos más contudentes que piden siesta como el escalope de ternera a la milanesa, un guiso de manitas de cordero o el cochinillo asado en horno de leña. Todo esto si vas al restaurante y quieres sentarte con mesa y mantel.

La barra como termómetro

Cuando la idea es tomar algo rápido, el mejor lugar donde hacerlo es el bar. Ya que si uno quisiera medir el pulso de Landa, lo haría precisamente aquí, en la barra. Aquí para todo el mundo, desde comerciales en su ruta de un lado a otro del país, hasta familias a por un bocado para continuar el viaje.

Para esto, Landa tiene otra carta más sencilla. No faltan los huevos con morcilla, pero hay también un capítulo destacado de bocatas y preparaciones con pan. Y no son el típico bocadillo o montadito que encuentras en cualquier área de servicio.

Aquí se cuida todo, desde el pan, hasta el producto. No es de extrañar que muchos alaben el pinchito de riñones de cordero, mientras que otros hagan lo propio con su bocata de tortilla española, la pulga de bonito o el entrepán de chistorra y Idiazábal.

¿Más cosas? En pocas paradas encuentras una pulga de merluza o un pepito de ternera. Lo puedes pedir así o con solomillo y camembert y terminar con un montadito de roastbeef o con su lomito con brioche. Diferentes panes, diferentes rellenos. El resultado siempre el mismo, satisfacción en cada bocado.

¿De postre? Canutillos con crema templada, pastel de chocolate con cerezas, arroz con leche... Y que no falten fruta o helados durante el verano. La carta no cambia mucho, y eso es justo lo que la gente agradece. Tampoco los precios escapan al sentido común y son muy asumibles por todos. Que para cosas caras, ya está la gasolina.

Una tienda para comprar y bollería de primera

Aunque muchos paran a la hora de comer, otros tantos lo hacen a la de desayunar y aquí, Landa, sigue marcando la diferencia. Su bollería está elaborada por cuatro pasteleros profesionales incluidos en el equipo.

A diario, hornean croissants, suizos, brioche, caracolas y reinosas, tanto para los clientes del hotel como para el restaurante, el bar y la pastelería. "Cada mañana llenamos los dos muebles y durante todo el día se van renovando", afirman.

Una pasada por la tienda nunca está de más. Te puedes llevar desde un albornoz a los libros de cocina de Ángela Landa, pasando por bollería, chuletitas de cordero, patatas chips y hasta espárragos o piparras. Todo con el sello de esta casa ya mítica.

Y un hotel para cerrar el círculo

Landa es un restaurante de carretera pero se ha convertido en mucho más. Es un paraíso gastronómico y también un hotel boutique con 37 habitaciones, muchas en la propia torre medieval trasladada. Cada habitación es diferente y todas muy acogedoras.

La piscina interior es ya un emblema: abovedada, con aire casi gótico y la luz que se filtra por los ventanales, han hecho de los baños allí, una escena memorable.

Ya sea una parada para comer, desayunar o simplemente regocijarse con el propio espacio, Landa sigue demostrando, año tras año, que la rutina de un viaje por carretera, también puede convertirse en un placer.