Sí, estoy hablando de esa salsa adictiva que sirven en restaurantes asiáticos para que mojes las gyozas, esa que al principio parece una inocente salsa agridulce pero que según la vas degustando es toda una descarga de rock and roll. Si ya nos vuelve locos la versión comercial de colores fluorescentes que ponen en la mayoría de los sitios, imaginad la fiesta que es si la hacemos casera. ¿Lo mejor? Que se hace en un momento.

Ingredientes

  • Zumo de piña, 150 ml
  • Vinagre de manzana, 125 ml
  • Azúcar moreno, 100 g
  • Ajo, 2 dientes
  • Guindillas rojas frescas, 2 o 3 (según lo quieras más o menos picante)
  • Agua, 75 ml
  • Fécula o almidón de maíz, 15 g

Paso 1

Pelamos los dientes de ajo y los espachurramos con un prensador de ajos. Reservamos.

Paso 2

Con unos guantes puestos, lavamos bien las guindillas, las abrimos a lo largo, retiramos las semillas y las secamos bien con papel de cocina. Las picamos muy finamente en trozos de un milímetro -brunoise-. Reservamos. Nos quitamos los guantes, los desechamos y nos lavamos muy bien las manos. Tendremos cuidado de no tocarnos la cara ni mucho menos los ojos antes de lavarnos, pues el picante de las guindillas puede jugarnos una mala pasada.

Paso 3

En un cazo lo suficientemente amplio ponemos el zumo de piña, el vinagre de manzana, el azúcar, los ajos prensados y las guindillas picadas. Disolvemos la fécula de maíz en el agua y la añadimos también. Ponemos al fuego, llevamos a ebullición y dejamos reducir durante 10 minutos manteniendo un hervor ligero.

Paso 4

Echamos la salsa en un bote esterilizado, lo cerramos, lo ponemos boca abajo y lo dejamos enfriar completamente antes de guardarlo en la nevera. Aunque parezca que está muy líquida, es normal, pues al enfriarse espesará más.

Notas

Si embotamos la salsa al vacío nos durará meses como cualquier otra conserva casera. Una vez abiertos los botes, la salsa aguanta entre tres y cuatro semanas en la nevera.