Daniel Ferreiro, cocinero, en un montaje de El Español

Daniel Ferreiro, cocinero, en un montaje de El Español E.E.

Pescado y marisco

Daniel Ferreiro, cocinero gallego: "Para congelar el marisco sin que pierda sabor, la clave es cocerlo 12 minutos"

Si lo compramos fresco ahora, aguantará perfecto para disfrutarlo durante todas las fiestas.

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Comprar marisco unos días antes de Navidad puede suponer una clara ventaja económica para cualquier consumidor bien informado que sepa cómo manejar el producto.

En víspera de las fiestas, la demanda se incrementa de forma brusca y provoca subidas de precios significativas, especialmente en alimentos muy solicitados como percebes, centollas o gambas. Por eso, adelantar la compra permite acceder a los precios más estables previos al pico de consumo.

Además, si tenemos opción de comprar en lonjas o mercados mayoristas, estos suelen ofrecer mayor variedad y calibres con menor presión comercial, lo que facilita comparar calidades y precios.

Una vez adquiridas las piezas, solo será necesaria una correcta conservación mediante refrigeración o congelación que mantendrá el producto en condiciones óptimas hasta su consumo. Esta planificación reduce el gasto sin renunciar a la calidad y permite mayor control sobre el presupuesto navideño.

La centolla: la reina de la fiesta

Los grandes crustáceos son, con permiso de los percebes, los reyes de cualquier banquete de marisco. Centollas, langostas y bogavantes son las especies que, por su precio menos asequible, se reservan para un consumo ocasional en fechas señaladas como las fiestas navideñas.

Coincide que el mes de diciembre es plena temporada de la centolla, el gran cangrejo marino que vive en aguas del Cantábrico y el Atlántico, y muchos lo eligen para celebrar la Nochebuena.

La centolla, un crustáceo decápodo que cuenta con ocho patas locomotoras y dos, las delanteras, con pinzas -aunque mucho más pequeñas que las de los cangrejos-, es uno de los más deliciosos manjares que ofrece el mar. Un alimento que no necesita aderezos para brillar en cualquier mesa cuando se trata de ejemplares de calidad.

Aunque pueden llegar a superar los 25 cm y pesar más de 2 kg, la talla de venta habitual está entre los 15 y 20 cm con un peso que suele estar entre los 500 gramos y el kilo.

Las más apreciadas -y caras- son las centollas gallegas. Se distinguen de las francesas en que las primeras son de color marrón parduzco -las francesas son más anaranjadas aun estando crudas- y tienen las patas más largas con las uñas más afiladas.

Cómo cocer, congelar y descongelar un centollo para que quede como si fuera fresco

La centolla es un marisco que no solo debe comprarse fresco, sino que debe estar vivo, por lo que, si compramos una centolla con intención de congelarla, lo que haremos será congelarla ya cocida.

La mejor forma de hacerlo que es un truco que se usa en Galicia y que es casi desconocido en otras regiones de España. La técnica la ha compartido en Instagram @capitantarteras, el alter ego de Daniel Ferreiro, un chef gallego que cocina para los tripulantes de un atunero y se ha hecho famoso en redes por compartir las recetas que cocina a bordo.

Es importante realizar correctamente cada uno de los pasos para que la centolla no absorba olores extraños mientras está en la nevera y no pierda nada de su sabor.

Paso 1: La cocción

Partimos de piezas vivas y, para cocerlas, prepararemos una olla que sea lo suficientemente grande con agua abundante -a temperatura ambiente-, sal (50 gramos de sal por cada litro de agua) y unas hojas de laurel (el laurel es costumbre en muchas zonas de Galicia, pero no es imprescindible).

Seguidamente se introducen los centollos en el agua con el caparazón hacia abajo y se pone la olla al fuego. La centolla viva siempre debe manipularse con precaución, agarrándola siempre por el caparazón y sin meter la mano entre las patas o cerca de las pinzas.

Cuando el agua rompa a hervir, contaremos 12 minutos para piezas de 1 kg. En la publicación de Instagram se indica que los 12 minutos son para piezas de 2 kg, pero es una errata, si nos fijamos en el vídeo, el peso de esas piezas es del orden de 1 kg y, según mi propia experiencia, 12 minutos es el tiempo necesario para centollas de 1 kg, si pesase 1,5 kg, necesitaría unos 17-18 minutos.

Paso 2: La congelación

Cuando la centolla esté lista, la sacaremos de la olla, la envolveremos en un trapo limpio de algodón empapado en agua fría y la dejaremos reposar una media hora, siempre con el caparazón hacia abajo. Es importante que el trapo no tenga tintes que se puedan transferir al crustáceo y que no tenga olores ni a suavizante, jabón o lejía.

Pasada la media hora, metemos la centolla envuelta en el trapo en una bolsa de congelación con cierre hermético -zip o al vacío- y la llevamos al congelador.

Paso 3: La descongelación

Para una centolla de un kilo, la sacaremos del congelador unas cuatro horas antes de consumirla, la sacaremos de la bolsa y la dejaremos descongelar dentro del trapo, con el caparazón hacia abajo, hasta que se atempere.

Una fuente de nutrientes

El dicho ese de que "todo lo bueno de esta vida engorda" no se cumple en absoluto para este alimento que, según la Fundación Española de la Nutrición, es una excelente fuente de proteínas de alto valor biológico (20 g por cada 100 g de porción comestible, que representa el 44 % del producto fresco). La carne de centollo, una vez limpia, aporta del orden de 120-130 kcal por cada 100 gramos.

Es fuente de ácidos grasos insaturados (omega-3). Su contenido en colesterol es también elevado, aunque conviene matizar que la relación entre el colesterol dietético y el sanguíneo no es una relación directa.

Respecto al contenido en minerales, el centollo es una fuente de selenio, fósforo, zinc y yodo. Una ración de centollo aporta el 74 % de las ingestas recomendadas de fósforo en hombres y mujeres de 20 a 39 años que practican actividad física de forma moderada.

En cuanto a las vitaminas, los aportes de niacina y vitamina B6 son los más significativos, seguidos de los de vitamina E.