
La nutricionista Andrea Cañas y una botella de vino Instagram
Andrea Cañas, nutricionista: "Todo lo que comes mientras estás bebiendo alcohol es más fácil que se convierta en grasa"
Una experta en nutrición habla alto y claro sobre los efectos reales del consumo de vino o cualquier otra bebida alcohólica y desmonta el falso mito de que "un vasito de vino a la comida es saludable".
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Durante años, el consumo moderado de alcohol -especialmente, el vino tinto- se ha presentado como una costumbre saludable, incluso cardioprotectora, dentro del llamado estilo de vida mediterráneo.
Pero cada vez son más los expertos en nutrición que desmontan esta visión edulcorada del alcohol, revelando lo que realmente sucede en nuestro organismo cuando lo ingerimos, sobre todo si lo hacemos en combinación con los alimentos.
La nutricionista Andrea Cañas, experta en salud metabólica, lo explica con contundencia en un vídeo subido a su perfil de Instagram (@andreaconzain).
“Lo importante no son solo las calorías del alcohol como hemos creído y nos han vendido siempre. Es todo lo que interfiere en tu salud metabólica, hormonal y digestiva”.
El alcohol es una toxina, no un alimento
Cuando bebemos alcohol, el cuerpo no lo interpreta como un nutriente, sino como una toxina. A diferencia de otros compuestos que se procesan de forma gradual, el etanol (principal componente del alcohol) se convierte en una prioridad metabólica.
Esto significa que el hígado detiene otras funciones, como la quema de grasa o la metabolización eficiente de nutrientes, para centrarse exclusivamente en depurar el alcohol.
Esto tiene un impacto directo en la manera en la que nuestro cuerpo gestiona los alimentos que consumimos al mismo tiempo. “Todo lo que comas mientras estás bebiendo alcohol y tu cuerpo lo está metabolizando, es más fácil que se convierta en grasa”, señala Cañas.
Esto ocurre porque al estar bloqueada la quema de grasa, cualquier exceso energético se almacena más fácilmente, favoreciendo la acumulación de grasa corporal, especialmente en la zona abdominal.
Impacto del alcohol en la glucosa y el apetito
El alcohol también altera la glucosa en sangre. Al interferir en el control de los niveles de insulina, genera picos y caídas bruscas de azúcar, lo que se traduce en más hambre, menos saciedad y un ciclo metabólico inestable.
Esto no solo complica la digestión y el equilibrio energético del momento, sino que a largo plazo puede contribuir a la resistencia a la insulina, una de las puertas de entrada a enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2.
Además, el alcohol aumenta el apetito de forma indirecta al afectar los centros cerebrales relacionados con la saciedad y la recompensa.
No solo sentimos más hambre, sino que tendemos a preferir alimentos más calóricos, salados o grasos. Esto explicaría por qué las comidas con alcohol suelen terminar en excesos alimentarios.
Efectos hormonales y digestivos
Más allá del metabolismo energético, el alcohol tiene efectos significativos sobre el equilibrio hormonal. Entre otras cosas, dificulta la síntesis de proteínas y, por lo tanto, la construcción de masa muscular.
También altera la producción de hormonas relacionadas con el sueño, el estado de ánimo y la recuperación física.
A nivel digestivo, el alcohol daña la mucosa intestinal y altera la microbiota. Este deterioro del intestino puede traducirse en inflamación crónica, peor absorción de nutrientes y aumento de la permeabilidad intestinal, un problema asociado con diversas patologías inflamatorias y autoinmunes.
Y el vino tinto ¿no decían que era sano?
Durante décadas, el vino tinto ha tenido fama de "saludable", respaldado por estudios que lo relacionaban con beneficios cardiovasculares.
Sin embargo, según Andrea Cañas, esta es una lectura equivocada. “Lo que era saludable cuando decían tómate una copita de vino comiendo, no era la copita de vino. Era el estilo de vida que había alrededor de esa dieta mediterránea que hemos ido adulterando a lo largo de los años”, explica.
En otras palabras, los beneficios no se debían al vino en sí, sino al conjunto de hábitos: comidas caseras, actividad física, bajo estrés, descanso adecuado y alimentos frescos y de proximidad.
Brindar para tener más salud
Esto no significa que haya que demonizar a quien toma una copa de vino en una cena.
La clave, según los expertos, está en la información. “Bebe si quieres. Pero sabiendo lo que haces y lo que te hace”, resume Cañas. La elección debe ser libre, pero también informada.
Para quienes desean socializar sin comprometer su salud metabólica, existen alternativas como la kombucha, el agua con gas y limón o los mocktails sin alcohol, que permiten brindar sin sobrecargar al organismo.
Reducir o eliminar el consumo habitual de alcohol no es solo una decisión de reducir calorías por cuestiones estéticas. Es una apuesta por mejorar el funcionamiento global del organismo, desde el metabolismo hasta el sistema inmunológico, pasando por el descanso, el rendimiento físico y la claridad mental.
Porque al final, como concluye Andrea Cañas, “no es solo el alcohol, es todo lo que hace el alcohol en tu organismo mientras lo metabolizamos”. Una verdad que puede resultar incómoda para algunos, pero que es necesario conocer.