La pequeña Emily Vaquero, junto a su padres, Alejandro Vaquero e Iryna Palii.

La pequeña Emily Vaquero, junto a su padres, Alejandro Vaquero e Iryna Palii. ced

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Habla el padre de la niña secuestrada por su madre y llevada a Ucrania: "Lo peor es que llegue a Rusia"

Alejandro Vaquero lleva 13 días viviendo un calvario. Iryna Palii, su mujer, se ha llevado a Ucrania a la hija de ambos. Entraron en el país el 22 de mayo.

1 junio, 2023 02:47

El calvario de Alejandro Vaquero comenzó hace 13 días. Pasaban las 8 y media de la tarde del 19 de mayo cuando, tras una jornada laboral, este físico teórico regresó a casa y se topó con una escena escalofriante: no estaba su mujer, Iryna Palii, ni su hija, Emily Vaquero, ni tampoco la mayoría de sus pertenencias. La madre de la menor había cumplido su amenaza y se había llevado de España a la pequeña de dos años en un presunto nuevo caso de sustracción parental.

“Cuando solicité la demanda para divorciarme, en un momento le dije a mi abogada que tenía miedo de que mi mujer abandonara el país porque en alguna discusión que habíamos tenido ella me había dicho 'me voy a ir con la niña y tú te quedas aquí'. Pero, claro, mi mujer dice muchas cosas cuando se enfada, entonces no sabía si iba en serio o no”, dice a EL ESPAÑOL Alejandro Vaquero (Zaragoza, 1983), un padre con la voz a punto de quebrársele por la “preocupación” y el “miedo” que está soportando.

Y es que los peores presagios de Alejandro se han cumplido. Iryna Palii (Ucrania, 34 años), la madre de la menor, ha conseguido secuestrar y llevarse a la pequeña hasta su país, que está azotado por la guerra desde febrero de 2022. “Me lo ha notificado ya la Policía. Ayer [por el martes] me llamó el subinspector que lleva el caso y me dijo que había una buena noticia: había conseguido hablar con mi mujer, que había visto a la niña y que estaba bien, pero la mala noticia es que esa tarde había recibido una notificación de Interpol de que habían atravesado la frontera de Ucrania el día 22 de mayo”, dice Alejandro, que no oculta el tono de desesperación por su niña. “¡Me preocupa ella, su bienestar, su futuro!”, clama.

Pregunta.– ¿Usted cómo se siente? ¿Tiene miedo de que ahora la niña esté en Ucrania?

Iryna Palii ha secuestrado y se ha llevado, presuntamente, a Emily Vaquero a Ucrania.

Iryna Palii ha secuestrado y se ha llevado, presuntamente, a Emily Vaquero a Ucrania. Cedida

Respuesta.– Sí, porque allí puede ocurrir cualquier cosa. Hay ataques todos los días. Aunque ella no vaya al frente, hay muchos peligros. Imaginemos que está en Kiev, ahí las defensas antiaéreas están trabajando todas las noches. No es un lugar seguro. No es un lugar donde te llevas a una niña de dos años.

Estoy muy preocupado por eso. Y también porque tenía la esperanza de poder resolver este asunto de una manera rápida, pero ahora mismo no. Tal y como están las cosas, esto va a ser un problema largo. Me preocupa la niña, me preocupa su bienestar, me preocupa su futuro. Ahora mismo ¿qué hará en Ucrania? Aunque estuviera en una zona controlada por el Gobierno, que no lo sé, no deja de ser un país en guerra.

P.– Tengo entendido que la madre de la niña quería llegar con ella incluso hasta Rusia. ¿Es esto cierto?

R.– No, eso es una suposición mía, pero no lo sé. Aunque Iryna es ucraniana, su familia vive en Rusia. Y, quizá, incluso su familia a día de hoy sean ciudadanos rusos. Por ejemplo, su familia más directa, que son su madre y su hermano, vive en Crimea, que desde hace años está bajo control ruso. Por ello, ellos adquirieron el pasaporte ruso. Su hermano, incluso, estuvo trabajando en el Ejército ruso hasta hace pocos años.

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P.– ¿Teme que sea cierto y puedan llegar a Rusia?

R.– Sí, porque me da mucha más seguridad jurídica Ucrania que Rusia. Es decir, entiendo que en Ucrania hay una oportunidad de que a través del Convenio de la Haya, Emily pueda volver a casa. En Rusia habría cero oportunidades. En Ucrania sí las hay, pero va a ser difícil porque el país tiene otros asuntos que atender, como la propia guerra. En todo caso, lo peor que puede ocurrir, sobre todo para la niña, es que llegue a Rusia. No sé qué piensa mi mujer al meter a su propia hija en un país en guerra. No sé qué está pensando…

El día del secuestro

El calvario de este padre zaragozano, no obstante, empezó hace 13 días, el pasado 19 de mayo, el día en el que Iryna secuestró a la hija de ambos. Un día antes, el día 18, la madre le había dicho a Alejandro que quería llevar a la bebé de dos años a un cumpleaños. “Yo le dije que sin problema, que pasara a recogerla al día siguiente por la tarde”, continúa Alejandro. Una acción de buena fe que terminó con el presunto secuestro parental.

Iryna Palii sujeta en un avión a Emily Vaquero. Alejandro, el padre de la menor sustraída, se encuentra detrás.

Iryna Palii sujeta en un avión a Emily Vaquero. Alejandro, el padre de la menor sustraída, se encuentra detrás. Cedida

Ese día, el físico teórico de la Universidad de Zaragoza recogió a Emily de la guardería a las 3 y media de la tarde y, después, la llevó un rato al parque. “Luego fui a casa de mis padres y a las 5 vino Iryna a recoger a la niña. Yo mismo la bajé al portal y ella se la llevó. A partir de ahí la niña desapareció”, explica Alejandro. Al parecer, el hombre se encontraba en casa de sus padres “teletrabajando” porque en la suya, aún compartida con Iryna, no podía hacerlo. Era algo que no era nuevo para él, pues en los últimos años la relación entre él y la madre de la menor estaba deteriorada.

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“A mí me pilló la Covid en Estado Unidos y para mí era ya muy difícil trabajar en casa con mi mujer y la niña porque yo esperaba que mi mujer atendiera a la niña cuando yo tenía trabajo, pero eso no era así. Me decía 'Cámbiale los pañales' y yo le preguntaba: '¿No se lo puedes cambiar tú, que tengo que trabajar?', y así. Entonces, para mí era muy difícil trabajar con mi mujer en casa, por lo que me iba a otro sitio. Por ello, en aquel día estaba en casa de mis padres, porque ellos podían atender a la niña mientras yo trabajaba y en cualquier momento podía descansar y estar con mi hija y jugar con ella. Así, cuando mi mujer recogió a la niña yo estaba trabajando y seguí ahí trabajando. Y sobre las 8 y media volví a mi casa…”, agrega Alejandro.

P.– ¿Y qué encontró en su casa al volver a las 8 y media?

R.– Me di cuenta de que había desaparecido una maleta de grandes dimensiones que mi mujer tenía llena con ropa. Ella muchas veces guardaba la ropa que no iba a usar en maletas, entonces yo no sospeché nada. También había desaparecido una mochila, un montón de carpetas con documentación, una bolsa con todos sus dispositivos electrónicos, incluidos los que no se solía llevar, como el portátil o una cámara Réflex. Vi también que habían desaparecido unas fotos de su familia que ella tenía pegadas en la pared y vi que había desaparecido su cepillo de dientes eléctrico y el de mi hija. Y, por supuesto, no había rastro ni de mi mujer ni de mi hija.

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Una historia de amor turbulento

Pese a este último –y preocupante– episodio de una relación que se encontraba “mal y deteriorada” desde hacía bastante tiempo, la situación no siempre fue así. Alejandro conoció a Iryna en 2011 en Chipre tras terminar su doctorado y allí iba a cursar un postdoctorado. “Allí vivía ella y estaba casada con un chipriota. Se divorció de él y empezamos una relación. En 2013 nos casamos”, cuenta el padre de familia.

Dos imágenes actuales de Emily Vaquero, la menor presuntamente secuestrada por madre y llevada a Ucrania.

Dos imágenes actuales de Emily Vaquero, la menor presuntamente secuestrada por madre y llevada a Ucrania. Cedidas

Fue en ese momento cuando empezó una vida de viajes internacionales “por motivos de trabajo” de Alejandro –“Ella nunca trabajó, salvo un año y medio en Estados Unidos”–. Así, los trabajos del padre de la niña llevaron a la pareja a vivir de 2014 a 2016 en Italia y luego a Estados Unidos, lugar en el que nacería la pequeña Emily en 2020. “Por tanto, adquirió la ciudadanía estadounidense automáticamente, pero como yo soy español y mi mujer ucraniana, también se le solicitaron sus otras nacionalidades”, cuenta Alejandro. Pero fue en Estados Unidos, donde la cosa se empezó a torcer “y medio año antes de volver a España la relación estaba siendo difícil”.

P.– ¿Por qué era difícil?

R.– No lo sé. Mi impresión inicial es que cuando empecé a trabajar cuando la niña tenía cuatro meses, ella se vio desbordada. Pero, claro, yo pensaba que cuando nos mudásemos a España todo iría mejor porque aquí hay guardería, hay abuelos –mis padres–, entonces si se veía desbordada en cualquier momento podía decirles “tomad a la niña; necesito un respiro”. Y luego la guardería daría mucho tiempo libre, pero no fue así, y seguía la relación igual de mal. O peor.

La cosa era tan seria que intenté contactar con psicólogos del Hospital de Utah –donde estaba trabajando–, a ver si podían ayudarme y al final me llevaron a una Unidad de Menores, que tras describirles las situaciones que vivía en casa, me dijeron que incluso querían investigar.

Entonces, en aquel momento, quedaban pocas semanas para mudarnos a España y mi mujer estaba tonteando con la idea de no coger el avión y como la niña es estadounidense se dificultaba sacarla de allí. O sea, o nos subíamos todos en el avión o no subía nadie. Hubiese habido muchos problemas para sacar a la niña de allí.

Iryna Palii y su hija, Emily Vaquero, durante su etapa en Estados Unidos.

Iryna Palii y su hija, Emily Vaquero, durante su etapa en Estados Unidos. Cedida

Alejandro convenció a Iryna y se pusieron todos rumbo a Zaragoza. Él regresaba a casa con la ilusión de un nuevo trabajo en la Universidad de Zaragoza y con la esperanza de que su familia aliviase la presión que tenía en su hogar al ayudarles a cuidar de la pequeña Emily. Ese nuevo comienzo fue un espejismo. Todo seguía igual y la situación se desbordaba: desde las trabas que ponía Iryna para, por ejemplo, no empadronar a Emily, a la “situación horrible” que vivían a diario en casa.

P.– ¿Qué pasaba en esa “situación horrible”?¿Discutían delante de la niña…?

R.– Sí, discusiones, pero no creo conveniente dar detalles sobre ello… Pero, en suma, la situación era mala y por el bien de la niña consideré un divorcio, porque prefería que la niña estuviera un rato con su madre, un rato con su padre, pero sin mal ambiente, que no estuviéramos todos en casa discutiendo todo el día. Esa era la intención.

El divorcio se planteó y, según me comentó mi abogada, íbamos a buscar la custodia compartida. Y también me dijo: “Aunque estéis en separación de bienes, como tú tienes mucho más patrimonio que ella tendrás que pasarle una pensión unos años; es posible que ella se quede con el uso del piso durante ciertos años…” Es decir, el divorcio iba a ser en unos términos muy favorables para ella. Pero vamos, a mí eso me daba igual, yo quería el bienestar de la niña. Que creciera en un ambiente saludable.

P.– Por ello inició los trámites de divorcio, ¿no?

R.– Claro. Inicié los trámites de divorcio y hacia mayo ya me llegó la notificación de una vista para finales de julio. Mi mujer también recibió la notificación. Pero dos meses antes de recibir la notificación ya empecé a hablarle a ella sobre la idea de divorciarnos para que lo asumiera poco a poco y no de golpe, con la notificación.

Pero al poco de recibir la notificación ella se fue a la Embajada de Ucrania a hacer no sé qué trámites. Se había llevado a hacer fotos de pasaporte a la niña e incluso quiso llevar a la niña a la Embajada. En ese momento, yo cancelé un viaje de trabajo explícitamente para que no hiciera eso porque no quería que viajara a Madrid con la niña. La niña tenía que estar en la guardería, no dando vueltas por ahí visitando embajadas. No tenía que hacer nada ahí. Y ya el día 19 de mayo fue cuando cogió a la niña con la excusa de llevarla a un cumpleaños…

Ahora, 13 días después, Alejandro Vaquero sólo sabe que Iryna Palii, madre de la menor, presuntamente secuestró a su hija, Emily Vaquero Palii, y que el 22 de mayo entraron en Ucrania, un país en guerra. Su temor, ya de por sí bastante fundado por el conflicto bélico, se incrementa al pensar en la posibilidad de que lleven a su hija a Rusia, un país en el que la “seguridad jurídica” brilla por su ausencia.