José María López, el 'padre coraje' de Albacete, habló con la menor en ruso.

José María López, el 'padre coraje' de Albacete, habló con la menor en ruso.

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El calvario de José María: su mujer se fugó con su hija a Kirguistán y la ha recuperado tras 9 años

La menor fue sustraída por la madre tras el divorcio de los progenitores. Este mes de diciembre ha conseguido hablar con la menor.

2 enero, 2022 02:08

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Es el segundo domingo de diciembre y las calles ya se visten con luces de Navidad. José María López prepara su conexión a internet, papel, bolígrafo y un diccionario de ruso. Va a comenzar una videoconferencia tan importante como emocionante para él, le acompañan una interprete para facilitar la comunicación y algunos familiares. La conexión es entre Albacete y Kirguistán. Allí está su hija Lucía, de 11 años, a la que no ve desde que tenía 20 meses.

José María explica tranquilo y con una sonrisa de satisfacción cómo vivió aquél momento. “Cuando he hablado con ella, lo primero que le he preguntado ha sido si se acordaba de mí y me ha dicho que no mucho”.

Comienza su explicación con neutralidad. Un gesto normal para cualquier padre como es hablar con una hija a él le ha costado un calvario judicial entre dos países. Sin apenas terminar la explicación, su voz denota cada vez más emoción.

Comenta que, en la primera conversación, la menor le dijo que había visto fotos de él: “Y por la explicación creo que es cierto”. Habla más despacio conforme acaba de relatar este primer encuentro mientras afirma con la cabeza: “Los recuerdos que ella tiene de mí son ninguno”.

Estos más de nueve años de espera le han permitido a José María aprender ruso: “Me he estado preparando para el momento, practicando con amigos rusos, aunque más bien chapurreo el idioma, pero ella me entiende”.

En la conversación mantenida, Lucía le mostró interés por aprender castellano, este padre no puede obviar su satisfacción.

Su asignatura pendiente ya no es retomar el contacto, eso ya lo ha conseguido. Ahora “es como si tuviéramos que volver a reconocernos”, lamenta. Aunque no lo dice, le duele haberse perdido tantas cosas, mientras explica que se pone al día con su hija enseñándole fotografías de estos años de distancia: “Es muy emocionante”.

José María no se deja arrastrar por la nostalgia y es conocedor de lo mucho que ha avanzado. “Me sorprendió cómo la sangre tira. Y, de algún modo, se le notaba muy receptiva y bastante ilusionada”.

Los miles de kilómetros de distancia y los años sin verse no han impedido que compartan afición por la pintura. “Tengo pensado, en breve, cuando el trabajo me lo permita y ajuste con la embajada algunos trámites poder viajar allí y abrazarla en persona”. Esta Navidad ha recibido el regalo que más tiempo llevaba esperando.

Todo comenzó en una misión

José María y la madre de Lucía se conocieron en Kirguistán en una base satélite durante la International Security Assistance Force (ISAF), conocida como el despliegue de seguridad en torno a la Guerra de Afganistán. Una misión que comenzó en 2001 y a la que España se sumó en 2003 aportando 1.500 militares. En ese momento Kiguistán era un país recién creado, y tenía una base de la ISAF a la que él fue destinado.

En 2020, Kirguistán apareció en numerosas ocasiones en la prensa internacional por unas elecciones que terminaron con un cambio de gobierno tras la dimisión del presidente Sooronbai Jeenbékov, por la escalada de turbas populares en la capital. Según la “Ficha País” del Ministerio de Exteriores, allí vivían sólo siete españoles.

José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores.

José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores. Efe

José María, militar de carrera, estuvo en este destino casi tres años, en los que España sólo participó en labores de seguridad. Cuando su misión termina, vuelve a España con su hija y la madre de su hija. Desde hace once años, José María desempeña su actividad profesional en la Base Aérea de Albacete.

La relación de la pareja termina por una denuncia “que se demostró falsa en un juzgado”, recuerda. Comienza un proceso de divorcio del que sale un régimen de visitas “que se cumplía a rajatabla, muy bien y con un amplio contacto con la menor”, recuerda José María.

El mandato judicial de visitas comienza a principios de 2012 y el 15 de junio de ese mismo año la madre le entregó a Lucía por última vez. Posteriormente, desparece llevándose con ella a la menor y José María pone una denuncia por sustracción.

La pequeña Lucía tenía 20 meses y en España nadie sabía dónde estaba.

De juzgado a juzgado

Tras esa denuncia comienza un periplo judicial para José María entre dos países separados por 8.000 kilómetros, idiomas distintos y sistemas judiciales diferentes.

En el momento de poner la denuncia por sustracción de la menor, el juez de Albacete no puso en busca y captura internacional a la madre y a la hija, como ocurre en algunos casos.

Su lucha judicial le llevó a obtener la custodia de su hija en 2013, pero hacía dos años que habían desaparecido. “Hacía falta saber dónde estaba Lucía y tuve que buscarla por mi cuenta porque desde aquí no había posibilidad, no querían o no tenían competencias para hacerlo”, lamenta.

“Vi que esa batalla me tocaba solo a mí”, afirma el militar. En este punto había conseguido varias sentencias a su favor en el sistema judicial español, pero en la práctica no le servían para nada, ya que la madre y la hija no estaban en territorio nacional.

“Emprendí varios viajes, hasta que después de varios años las localicé”, narra. Lejos de ser el final de esta historia, 2014 comenzaba para este padre con un nuevo calvario legal en Kirguistán.

“Fue un proceso judicial muy costoso, nos han puesto muchas trabas las propias instituciones allí. Es cierto que ella tenía ciertos contactos que la podrían haber ayudado”, cuenta.

Terminó denunciando primero a un juez kirguiso por corrupción y, posteriormente, la inaplicación de la sentencia en Kirguistán. Todo ello para que se tomaran en serio su proceso judicial. Por ese compromiso, constancia y entereza frente a su causa, muchos de sus vecinos le llaman el “el padre coraje de Albacete”.

El militar español recuerda que en los viajes intentaba ver a su hija, “siempre que acudíamos a su casa para ver a la niña nos encontrábamos las puertas cerradas, o nos decían que allí no vivían y un sinfín de triquiñuelas que han utilizado para evadir todo el tiempo que podían el contacto con mi hija”.

Durante seis años han esquivado este momento, pero “a día de hoy no es así, y la presión que hemos hecho denunciando este tipo de corrupciones en aquel país nos ha dado fruto. Han tenido que dar su mano a torcer”, concluye el padre.

Durante estos seis años, Lucía ha estado escolarizada y ha mantenido su nombre y apellidos. En el ínterin de estos procesos judiciales encadenados, José María ha llegado a ser presidente de una asociación nacional contra la sustracción de menores que planteó la necesidad de que los pasaportes estén autorizados y firmados por los dos progenitores, tal como ocurre actualmente en España.

Sigue suscribiendo “la necesidad de que se dicte una orden de busca y captura lo antes posible”, como una garantía necesaria para no alargar procesos judiciales con menores. En la actualidad es voluntad de juez que instruya cada caso.

Las posibilidades actuales

José María ha recibido el mejor regalo: “Hemos pasado nueve años llorando cada Navidad”. Se refiere a todo su entorno familiar, padres, hermanos y amigos. "Tenemos una ilusión renovada, yo estoy sorprendidísimo”.

Reconoce no saber muy bien el motivo por el que ha cambiado la situación, aunque imagina que será por la presión judicial en Kirguistán. Tras hablar con la madre, que anteriormente había impedido esta comunicación, “ha dicho que podíamos hablar siempre que quisiéramos”.

Cuenta que posiblemente llegue el momento de explicarle a Lucía que tiene un padre español. En todo caso, esta toma de contacto abre muchas posibilidades aunque todas ellas pasan, de momento, por el país centroasiático.

“No veo posible una custodia compartida en Kirguistán, ni siquiera sé si eso existe allí”, comenta el progenitor. Él ofrecerá a su hija la posibilidad de viajar a España si le apetece y de estudiar en la universidad en el futuro. “Evidentemente, siempre y cuando ella quiera, yo no voy a cometer el mismo error que cometió su madre”.

El último mensaje

Según la asociación Niños Sin Derechos, que trabaja con sustracciones de menores producidas por alguno de los padres, unos 300 menores son apartados cada año de uno de sus progenitores en España. Esta cifra coincide con los datos ofrecidos por el Centro Nacional de Desaparecidos, dependiente del Ministerio de Interior que indican que en la década pasada, entre 2010 y 2020, un total de 3.000 menores fueron sustraídos por alguno de sus padres.

“En mi caso, me he sentido ignorado. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que el camino casi lo hice solo y nadie te ayuda, únicamente los amigos y gente que te quiere”, aduce denunciando la dejadez de la administración en general.

“[Este problema] es una asignatura pendiente muy grande para la justicia”. Eso sí, reconoce el trabajo del Ministerio de Exteriores y la embajada y comenta que le consta el gran esfuerzo que realizaron por comunicarles la sentencia a la madre.

José María tiene un mensaje de esperanza para esos 3.000 progenitores: “Es desesperante, llega el momento en el que decides dejarlo, pero, si yo el viernes lo hubiera dejado, el domingo no habría visto a mi hija”.

Más de nueve años preparándose para una conversación que ha cambiado su vida: “Les animo a pensar que el próximo día puede ser el día en que vean a sus hijos o hijas”. Él ha conseguido su regalo de Navidad más deseado.