Marta Marín, una de las principales promotoras del cheso, en una calle de Hecho (Huesca).

Marta Marín, una de las principales promotoras del cheso, en una calle de Hecho (Huesca). RM

Reportajes DEBATE LINGÜÍSTICO

Cheso, belsetán... el aragonés pide ser cooficial como el bable: en el pueblo donde todos lo hablan

En Hecho hablan una de las variantes del aragonés que se resiste a morir. Algunos quieren seguir los pasos de Asturias para blindar una lengua que tiene 10.000 hablantes.

29 noviembre, 2021 05:59
Hecho (Huesca)

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¡Chárrame en cheso!” es la coletilla que Marta Marín, de 55 años, no se cansa de repetir cada vez que habla con algunos de sus vecinos. Lo lleva haciendo desde hace décadas. Ni se acuerda cuándo comenzó. “Les doy mucha caña”, confiesa a este periodista, antes de seguir en el corrillo con su hermano Eloy y un grupo de jóvenes a las puertas del bar La Madre de l’Agua. Es el único local abierto el jueves por la tarde en Hecho -o Echo- (Huesca), un pueblo de 642 habitantes. Y aquí, como insiste Marta, se charra en cheso. Se habla en cheso.

El cheso es una variante del aragonés que solo existe en el valle de Hecho, en los Pirineos Occidentales de Aragón. Según la última estimación -nada menos que de 2007- sus hablantes no llegaban a los 700. “Es una lengua que se muere”, reconoce Marta. “En 20 o 15 años es probable que casi nadie la use, es una pena”. Personas como ella, sin embargo, no se dan por vencidas. Mientras vivan, mantendrán con ellas sus dialectos y, con ellos, el aragonés, una lengua que ahora mira a Asturias con admiración, y también con envidia sana.

Allí, en el Principado, el presidente socialista Adrián Barbón, espera sacar adelante una reforma del Estatuto de Autonomía que incluya la cooficialidad del asturiano. Tan solo depende de un voto, el de Foro Asturias, para que el bable pase a ser la quinta lengua cooficial en España, tras el catalán, el euskera, el gallego y el aranés. El aragonés, sin embargo, parece haberse quedado atrás.

Adrián, Nicolás y Eloy, a la entrada de un bar en Hecho (Huesca).

Adrián, Nicolás y Eloy, a la entrada de un bar en Hecho (Huesca). RM

Con un número de hablantes entre los 10.000 y los 12.000, según datos de 2017, la fabla (habla) aragonesa tiene que pelear con la resistencia de los propios aragoneses a usarla y con la desidia de las administraciones a impulsarla. Hecho, a pesar de ser uno de los pueblos de Aragón donde el idioma tiene más arraigo, es un ejemplo de ello. Frente al bar, Nicolás, de 23 años, y Jorge y Adrián, de 21, hablan cheso entre ellos. Son de los pocos jóvenes que lo hacen. Pero basta la presencia de un extraño para que cambien al castellano.

“No lo hablamos ni entre nosotros”, lamenta Marta presente en el grupo, en referencia al cheso. Para ella, esto se debe a que, durante muchos años, hablar aragonés estaba mal visto. “Se consideraba la lengua mal hablada, la de los pueblos, siempre se ha visto como algo que se hablaba en casa, pero no fuera”, señala.

Explica que ni siquiera los habitantes de los diferentes valles, al usar modalidades distintas de aragonés, optan por usar su lengua autóctona. Porque el aragonés es cheso en Hecho, pero panticuto en el valle de Panticosa, belsetán en el de Bielsa, chistabino en el el de Gistau, benasqués en el de Benasque, ansotano en el de Ansó, grausino en Graus y, así, un largo etcétera.

Por su lado, los padres, tampoco insisten a sus hijos en que hablen aragonés. No tanto por rechazo, sino “por comodidad”, dice Marta. En la escuela de Hecho solo hay siete niños matriculados en la asignatura de cheso. Es una asignatura que, además, es voluntaria y se imparte en horario extraescolar. Se introdujo en el currículo hace apenas cinco años. 

“A pesar de que desde la democracia la lengua cuenta con todas las herramientas para reflorecer, la globalización es bestial y casi nadie valora el aragonés como un patrimonio cultural. Pero la cultura, o te la creas, o no te la trae nadie”, añade Marta.

Cooficialidad

La solución a estos problemas, pasa, para otros, en seguir los pasos del asturiano hacia la cooficialidad. El pasado marzo, de hecho, se presentó en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley que instaba al Gobierno de Pedro Sánchez a abrir los cauces para que el aragonés, junto al ya mencionado bable, pasase a ser una lengua cooficial en la comunidad autónoma de Aragón.

“La diferencia entre ser cooficial o no serlo es como usar billetes de verdad o billetes del Monopoly”, dice el abogado y periodista Jorge Pueyo, de 26 años. Pueyo, que también es coordinador de la comisión de política lingüística del partido regionalista Chunta Aragonesista (CHA), se ha convertido en una de las mayores celebridades del aragonés. Presentó el primer programa en esta lengua en Aragón TV y, hace un año, arrancó por su cuenta con el primer informativo emitido exclusivamente en aragonés, a través de Twitch y de YouTube. Tiene miles de seguidores.

“Mi abuela se crió en aragonés y apenas entiende el castellano. Si va al médico, la mayoría no sabrá qué le duele. Si hubiese cooficialidad, mi abuela podría tener una atención sanitaria adecuada, a la que tiene pleno derecho”, defiende Pueyo en conversación telefónica con EL ESPAÑOL. Pone otro ejemplo: “En mi pueblo, Fonz, los plenos son en aragonés, pero el Secretario los tiene que traducir al castellano para transcribirlos. Si el aragonés fuese cooficial bastaría con reflejar el pleno en la lengua en la que se desarrolla, que es el aragonés”.

Jorge Pueyo durante uno de sus informativos en aragonés.

Jorge Pueyo durante uno de sus informativos en aragonés. Cedida

-Pero, ¿no es exagerado duplicar actas oficiales, rótulos y enseñanza, entre muchos otros, para atender a unas pocas personas? ¿O para que el pleno de un ayuntamiento pueda transcribirse?

-No, porque precisamente al ser pocas personas, necesita de una protección especial. Igual que en la sanidad pública no se deja morir a un enfermo grave, aunque solo sea uno, en favor de los demás, tampoco hay que dejar morir una lengua porque sea minoritaria.

Pueyo defiende que las propuestas de aragonesistas como él no van en detrimento del castellano. “Es maravilloso que existan la RAE y el Instituto Cervantes pero, con más motivo es necesario dotar a lenguas minoritarias como el aragonés de estructuras oficiales para que sobrevivan. Lo segundo no es incompatible con lo primero”, afirma.

El joven abogado señala, eso sí, que antes de alcanzar la cooficialidad, el aragonés tiene que socializarse, a través de la educación y la pedagogía, e ir hacia una uniformidad que aglutine a las diferentes variedades. “Sería necesaria una Ley de Lenguas que impulsara el uso del aragonés. Y una vez extendido, podríamos plantearnos la cooficialidad”, asegura Pueyo.

Lejos de Asturias

Los pasos institucionales que ha dado el aragonés en los últimos años no han sido pequeños. En 2013 se creó la Academia Aragonesa de la Lengua y, en 2015, la Dirección General de Política Lingüística. Ambas instituciones se encargan, además, del catalán de Aragón, que, según datos censales, tiene alrededor de 35.000 hablantes. 

Pese a la puesta en marcha de estos organismos, Chusé Inazio Nabarro, residente en Huesca y miembro del Consello d’a Fabla Aragonesa, se queja de que el aragonés se ha quedado “en el vagón de cola”. Sobre todo, respecto al bable.

“Tras muchos años en democracia, con un artículo 3 de la Constitución que no aconseja, sino que obliga a las comunidades autónomas a promover y proteger sus propias lenguas, no se han tomado pasos firmes hasta hace muy pocos años. Al aragonés nunca se le ha dado importancia desde las instituciones, y ahora vamos con retraso. ¡En Asturias tenían academia de la lengua desde 1980!”, advierte Nabarro, que atiende por teléfono a este periódico.

En el debate de las lenguas, otro de los argumentos que más pesan en contra de la cooficialidad es el económico. ¿Cuánto costaría que el aragonés fuese cooficial? Nadie ha hecho el cálculo, pero mientras los partidos que se oponen a la cooficialidad -Vox, PP y Ciudadanos- hablan de cifras millonarias, Nabarro apunta que la cantidad sería “irrisoria”.

Dabi Lahiguera en un encuentro promocionando el aragonés.

Dabi Lahiguera en un encuentro promocionando el aragonés. Cedida

“No sé qué podría costar, pero cualquier esfuerzo es poco para dotar a una lengua de estructura que terminase con la diglosia [que solo se emplee en ámbito privado] y la injusticia de no ser reconocida”, dice el lingüista. “La cooficialidad no garantiza la supervivencia del aragonés, pero es un paso fundamental”, añade.

Por su parte, Dabi Lahiguera, maestro de 46 años, residente en Tarazona y miembro de la Asociación Cultural Nogará, se expresa en el mismo sentido: “El dinero es una excusa. Los que hablamos aragonés también pagamos impuestos y como tal también pedimos que el erario público invierta en la conservación de nuestra lengua”.

Y prosigue: “No queremos obligar a nadie a que lo hable, ni imponerlo, que es lo que piensa la gente. La cooficialidad significa obligar a los gobiernos e instituciones a que usen la lengua y la protejan. Eso tiene un coste, pero hacer de ello el argumento principal en su contra es tan solo un arma política. Cualquier cosa puede convertirse en un chiringuito, pero no tiene por qué si se hace bien. ¿O es que los profesores de literatura o filosofía viven en un chiringuito por que sus materias no tienen demanda?”.

Lahiguera se crió en castellano con trazas de aragonés. Con el resurgir del aragonesismo político en las décadas de los 80 y 90, decidió aprender la lengua que, según él, le dota de identidad. El suyo es un camino que han seguido otros rostros principales de la lucha política por el aragonés, como el propio Nabarro: no son hablantes maternos, pero vieron en la reivindicación del aragonés una causa por la que implicarse. 

“Me empujó cierto romanticismo”, reconoce Nabarro cuando rememora sus inicios en el estudio del aragonés en los 70, cuando recorrió los pueblos del Pirineo.

Pueyo, Nabarro o Lahiguera persiguen, además de la difusión cultural, la cooficialidad y una estandarización como elementos clave que hagan perdurar el aragonés. Pero esto es algo que los hablantes originarios en los valles, como Marta de Hecho, reciben con cierto escepticismo. “Ahora se habla más aragonés en Zaragoza que en los pueblos donde siempre se ha hablado”, ironiza Marta.

"Que lo charre qui quiera"

En Hecho no son ajenos a estas reivindicaciones, pero les parecen algo “exageradas”, según dice Eloy, hermano de Marta. "Que lo charre qui quiera", apunta en cheso. Marta, por su parte, todavía se acuerda de un intento de estandarización a principios de los 80 que califica como “infumable” y el cual los pueblos rechazaron.

“Eliminaron las haches, las uves, hicieron un batiburrillo de variedades… Si en un dialecto se decía mesa y en otro tabla, elegían tabla, el término más complicado o diferenciador del castellano. En un esfuerzo por defender el aragonés estaban realmente trabajando en contra de los que realmente lo hablan”, continúa Marta, que aboga por que se enseñe la variedad de cada pueblo y no se use políticamente.

Poema escrito en cheso sobre la fachada de un edificio en Hecho (Huesca).

Poema escrito en cheso sobre la fachada de un edificio en Hecho (Huesca). RM

Lo mismo argumenta en cuanto a la inversión económica que supondría la cooficialidad: “Leí en prensa que solo en traductores oficiales habría que invertir 350.000 euros. Se haría mucho más por el aragonés si ese dinero fuese a dinamizar la lengua, a promover la enseñanza y las actividades culturales, a dignificarlo, que no con traductores en la administración”, dice Marta, mientras ojea en la biblioteca de Hecho unos libros escritos en cheso. Uno lleva su firma.

Ella, que no se cansará de decirle a sus vecinos y a sus hijos que le charren en cheso, se alegra por el asturiano. También alaba los esfuerzos que se hacen desde las asociaciones y las nuevas instituciones del aragonés, a las que considera necesarias. Pero para que el aragonés llegue algún día a lo mismo que el bable, hay todavía camino que recorrer. “Antes hay que socializar el aragonés y hacerlo sentir como propio que imponerlo”, concluye.