Este atentado no será el último. Ni siquiera un ataque terrorista que inundara las cloacas de París con la sangre de todos y cada uno de sus habitantes lograría que los ciudadanos europeos cerráramos la línea de crédito moral concedida al mito del islamismo moderado. Como esas empresas y bancos a los que el Estado jamás dejará quebrar porque se les considera demasiado grandes para caer, las barbaries cometidas en nombre del Islam gozan de indulgencia plenaria en Occidente. Es la indulgencia del pero: “Condenamos los atentados pero…”.

Solo hay que atender al morbo masoquista de la penitencia en el que ayer se revolcaron con un admirable sentido de la oportunidad, como quien se pone a mascar chicle en un entierro, Dani Mateo, Máximo Pradera, Beatriz Talegón, Carlos Bardem, los dirigentes de Podemos y los lectores de eldiario.es y de Público. Utilizar al terrorismo yihadista como martillo para golpear a Israel y EE.UU. roza lo psicopático. Pero utilizarlo para golpearte la conciencia es puro instinto suicida. Es la versión local de la vieja frase del poeta Aimé Césaire: “Reclamo para mi rostro la gloria resplandeciente del escupitajo”. Solo que en Césaire, ideólogo de la africanidad, esa frase era orgullo de esclavo. Pronunciada por un occidental, es tan solo pura imbecilidad.

Mientras, en París, algunos bienintencionados se dedicaban a dibujar símbolos de la paz en cartulinas blancas y a tocar Imagine al piano frente a la sala de conciertos Bataclan. Hasta ahí llega la furia de Occidente. Ellos revientan cabezas con un AK-47 y nosotros tocamos la flauta y ponemos cara de intensidad. Con los muertos aún calientes.

Históricamente, cuando la ciudadanía ha fallado por pusilánime, por cobarde o por inconsciente y ha pedido a gritos ser protegida de sí misma, los líderes han dado un paso adelante. No es el caso de Hollande: "Castigaré al ISIS con todos los mecanismos del Estado de Derecho". ¿Cuáles son esos mecanismos del Estado de Derecho de los que habla Hollande y que lograrán castigar a un terrorista que planea volarse por los aires con un cinturón explosivo tras ametrallar a algunos cientos de parisinos?

El Estado de Derecho del que habla Hollande ha sido diseñado para rateros, violadores, corruptos y asesinos al por menor. En el peor de los casos posibles, para una guerra simétrica entre ejércitos regulares. Ese es su límite. Pero el Islam no es nada de eso. El Islam no es un virus que funciona de acuerdo a los mismos códigos y procesos electrónicos que rigen un ordenador. El Islam es un tipo con un martillo atizándole mamporros a ese ordenador. No existe antivirus, por muy Estado de Derecho que se llame, capaz de proteger a un ordenador de un martillazo. Dicho de otra manera: el Estado de Derecho es incapaz de luchar desde dentro contra aquello que pretende destruirlo desde fuera. Si no se entiende eso, somos piel.

Así que solo queda reconocer que la guerra está perdida, que los bárbaros andan a las puertas y que cuentan con cómplices en el interior de la fortaleza. Cómplices que serán degollados en cuanto caigan las murallas y ya no sean más que un puñado de tontos útiles de los que tanto han abundado a lo largo de la historia. Ya que no podemos evitar que nos traicionen, quizá solo quedaría pedirles que se callaran los días de luto.