Soldado Ucraniano en Donetsk

Soldado Ucraniano en Donetsk Reuters

Europa

Comandantes del ejército ruso piden una tregua-trampa para un posterior ataque letal

El objetivo sería llegar a una situación de parón total que generase una tregua más o menos formal sin movimientos por ambas partes. 

19 agosto, 2023 02:17

La idea viene flotando en el ambiente desde hace meses, pero Alexander Khodakovski, comandante del Batallón Kostov, encargado de la defensa de los territorios rusos en el sudeste ucraniano, ha insistido en ella en las últimas horas.

Ante la incapacidad rusa de avanzar y la consiguiente obligación de estar permanentemente a la defensiva -recordemos que al final no hubo ofensiva de invierno más allá del empeño del Grupo Wagner en Bakhmut y que las últimas grandes conquistas del ejército regular datan de julio del año pasado, cuando entraron en Severodonetsk y Lisichansk-, el alto mando sugiere 'congelar' la guerra, según informa el Institute for the Study of War.

¿Y en qué consiste eso de 'congelar' la guerra? En la práctica, es lo que ya está haciendo Rusia: afianzar las posiciones defensivas y apenas lanzar contraofensiva alguna.

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Atrincherarse en lo ya conquistado y asumir que no se lograrán los objetivos previos: ni se “desnazificará” Ucrania (signifique eso lo que signifique), ni se la “desmilitarizará” (más bien ha sido al contrario), ni se conseguirá crear un corredor desde Odesa a Járkov equivalente a la llamada “Novarossiya” en el imaginario nacionalista ruso, ni se pretenderá recuperar lo perdido en las cuatro regiones (Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón) que Rusia decidió anexionarse por las bravas hace ya casi un año.

El objetivo sería llegar a una situación de parón total, una guerra de trincheras sin apenas movimientos por ninguno de los dos bandos que derivara en una tregua más o menos formal.

Bajo la apariencia de esta asunción de la derrota, Rusia trabajaría en la recomposición de sus tropas, su reabastecimiento y la movilización de más recursos para lanzarse de nuevo al ataque en cuanto tuviera ocasión. Igual que esperó de 2014 a 2022 refugiada en Crimea y el Donbás, puede esperar otros tantos años a que se dé una circunstancia militar o política que invite a conseguir una victoria total y contundente, sin necesidad de negociaciones ni medias tintas.

Agarrarse a los prejuicios

Inasequible al desaliento, Rusia cuenta con que la oportunidad geopolítica tarde o temprano le favorezca. Hay que recordar que la intervención de Putin en febrero de 2022 partía de dos prejuicios: en primer lugar, que había una división real en Ucrania tan fuerte -y así lo habría demostrado la guerra civil de 2014-, que medio país caería en sus manos sin oponer resistencia alguna, casi entregando jovialmente sus ciudades al ejército 'liberador'.

En segundo lugar, que Occidente estaba en decadencia y que no iba a meterse en estas disputas vecinales como no se metió en 2008 cuando Rusia invadió Georgia. Al igual que en 2014 cuando se anexionó Crimea y, en la práctica, la casi totalidad de la cuenca minera del Donbás, con el varapalo económico que eso supuso para Kiev ante la casi total indiferencia europea y estadounidense.

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Ambas premisas se han demostrado falsas -Ucrania ha luchado por su independencia como un puño cerrado, incluso en localidades tan prorrusas como la propia Járkov, y Occidente ha desoído todas las amenazas nucleares para volcarse en el apoyo a Zelenski-, pero en Moscú siguen pensando que lo mismo no iban tan desencaminados.

Tarde o temprano, entienden, tendrá que haber unas elecciones en Ucrania… y tal vez el presidente vuelva a ser Zelenski o tal vez no. ¿Y si acabara ganando uno de su cuerda, como en su momento ganó Yanukovich, y pusiera fin al conflicto bajo los términos establecidos por Putin?

¿Y si la clase política que ahora mismo permanece unida en torno al presidente acabara por dejarle aislado y cada uno tirara por su cuenta? Es algo que hemos visto permanentemente en Ucrania desde su independencia en 1991. Obviamente, podría volver a pasar. Y ahí quiere estar Rusia, al acecho.

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También es posible que Occidente se canse de la guerra y de sus inconveniencias económicas, por supuesto. Que quieran volver al barato gas ruso y al barato grano ucraniano. O que Donald Trump gane las elecciones en Estados Unidos y, como él mismo ha prometido varias veces, “acabe con la guerra en veinticuatro horas”, es decir, retire el apoyo militar y económico a Ucrania y se alíe con su admirado Vladimir Putin.

Si cualquiera de estos supuestos se hiciera realidad, la tregua acabaría de inmediato. Mientras tanto, ¿para qué perder hombres y balas ahora a cambio de casi nada si la paciencia puede llevar al éxito total en unos pocos años?

Ucrania no es tonta

Ahora bien, todo esto parte también de un tercer prejuicio: que tanto los ucranianos como sus aliados son tontos. Algo que tampoco se ha demostrado cierto. Ucrania sabe que Rusia solo pretende defenderse. Sabe que está trabajando contrarreloj para minar más y más territorio y para cavar más y más trincheras.

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Sabe que no hay intención ofensiva alguna y que dan la operación militar especial, tal y como fue concebida, por terminada. No hace falta que lo diga en voz alta Prigozhin (lo hizo en abril) ni ahora Khodakovski. Es un hecho que observan desde hace meses en el campo de batalla.

Por eso, Kiev insiste en atacar allá donde puede pese a no haber recibido todo el armamento prometido y no contar con suficiente superioridad aérea. Por eso, busca los flancos en vez de lanzarse contra las ciudades fortificadas. Por eso, también, reserva hombres y recursos para el medio y largo plazo.

Ucrania no puede permitirse pausas: tiene que recuperar terreno antes de que se produzca el planeado reabastecimiento ruso y todo se haga mucho más complicado. Necesita al ejército de Putin lo más lejos posible de sus ciudades clave porque sabe que, tarde o temprano, el Kremlin lo volverá a intentar.

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En ese sentido, y salvo implosión -Ucrania es un país que desgraciadamente ha tendido a la autodestrucción política y social en su breve historia moderna como estado soberano-, es de prever que Kiev se niegue a levantar el pie del acelerador o a aceptar acuerdos, armisticios o propuestas de alto el fuego que no esconden sino una enorme trampa. De momento, sus tropas siguen avanzando al sudeste de Robotyne (Zaporiyia) y de Urozhaine (Donetsk). Puede no parecer mucho, pero es algo. Y, desde luego, menos da una tregua.