La cantante Aya Nakamura desfila en la alfombra roja del Festival de Cannes.

La cantante Aya Nakamura desfila en la alfombra roja del Festival de Cannes. EE

Europa

Aya Nakamura, la cantante que Macron quiere en los JJOO y ha polarizado Francia: "No estás en Mali"

La derecha ha lanzado una campaña contra la propuesta de que la artista de origen maliense abra París 2024: "Canta en una cosa que no es francés".

2 mayo, 2024 03:04

El pasado 29 febrero, Emmanuel Macron se estrenó como director artístico. El presidente francés recibió en el Elíseo a la revista L'Express, y contó a sus periodistas que tenía una propuesta para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de este verano, que se celebrarán en París. En la entrevista, el mandatario reveló que su apuesta era Aya Nakamura, la cantante francesa más escuchada en el extranjero. La elección tenía sentido.

Los últimos dos meses, esta decisión anecdótica —aparentemente apolítica— ha caído a los franceses como un meteorito. Que el presidente de un Gobierno moderado haya elegido a una artista de la banlieue parisina, originaria de Mali y en las antípodas del academicismo para representar al país ha herido sensibilidades. Varias voces de la derecha y la ultraderecha han acusado a Macron de querer "humillar a los franceses" con el plan para la apertura de los JJOO. Para más inri, Nakamura se ha mostrado dispuesta a entonar en la ceremonia músicas de un emblema nacional: la leyenda de la chanson francesa Édith Piaf.

Aunque la participación de la artista urbana no está confirmada, el caso Nakamura está acaparando la opinión pública francesa en la antesala de los JJOO. La compositora e intérprete ha estado en los titulares por los abusos racistas que ha recibido los últimos meses. El pasado mes de marzo, un grupo de ultraderecha llamado Les Natifs desplegó una lona en el Sena que rezaba: "De ninguna manera, Aya. Esto es París, no el mercado de Bamako" [Y'a pas moyen, decía el cartel, en referencia a la letra de su mayor éxito, 'Djadja']. La Fiscalía de París no tardó en abrir una investigación.

Marine Le Pen, diputada de la Asamblea Nacional, declaró en conversación con France Inter que, lejos de representar a los franceses, el arte de Nakamura es "vulgar": "No es un símbolo agradable. Sinceramente, no es más que otra provocación de Emmanuel Macron. Debe de despertarse cada mañana preguntándose cómo va a conseguir humillar a los franceses". Éric Zemmour, líder del partido ultraderechista Reconquista, despachó recientemente: "Los bebés detectan la belleza y votan a Mozart en un 91%, pero no al rap, la lambada o Aya Nakamura".

La ministra de Cultura de Macron, Rachida Dati, ha advertido contra el "racismo puro" de las declaraciones que varias figuras de la política institucional francesa han hecho sobre Nakamura. El comité organizador de las Olimpiadas también ha intentado limitar los daños de la polémica sobre la cantante: "Estamos muy conmocionados por los ataques racistas contra Aya Nakamura. Apoyo total a la artista francesa más escuchada en el mundo", declaró en un comunicado.

[El gobierno francés prohíbe a su equipo olímpico el uso del velo: ¿por qué unos países sí pueden usarlo y otros no?]

La derecha argumenta que su problema con Nakamura no está en los orígenes de la cantante, sino en el arte que hace. "Dicen que no tendrían ningún problema con ella si sus letras no denigraran el idioma y su música fuera clásica o legítima", cuenta a EL ESPAÑOL Michel Guerrin, redactor jefe de Cultura de Le Monde. Y ahí se escuda la indignación de Le Pen, que reprochó en la radio pública: "Lo que canta no es francés, tampoco canta extranjero, canta no sabemos qué. no es métissage, son pamplinas".

Hello papi, mais ¿qué pasa?

Las "pamplinas" de Nakamura a las que se refiere Le Pen gustan a sus 9 millones de oyentes mensuales en Spotify y a sus más de 20 millones de seguidores en redes sociales en todo el mundo. Su fórmula para el éxito es única, y en ella juega un claro papel su juego con el idioma. Las letras de Nakamura son una infusión del francés con el español, el árabe, el inglés, lenguas del África occidental —como el bambara o el nouchi—, el romaní, el verlan —una forma de crear jerga que consiste en dar la vuelta a las palabras por sus sílabas—, y giros innovadores que a veces no tienen sentido. La artista también combina con maestría géneros como el R&B, el afropop o el zouk haitiano.

Lo multicultural de la música de Nakamura se entiende si se mira su biografía. Nacida en Bamako con una madre griotte —poeta o cantante tradicional maliense—, Aya se crió en Saint-Denis, un municipio de la banlieue parisina cercano al estadio donde podría actuar este verano. Por su nombre podría pensarse que es japonesa, pero la cantante, de apellido Danioko, escogió su pseudónimo de un personaje de la serie de televisión Heroes.

La estrella de barrio, de 28 años, se ha convertido en debate público a su pesar. Nakamura no ha manifestado estar más a favor del Renacimiento de Macron que de ningún otro partido político. Según declaró en una entrevista al New York Times en 2019: "Mis canciones hablan por sí solas". Y eso demostró en marzo con la publicación de su último tema, 'Doggy', donde responde a la polémica que la envuelve. "No tengo enemigos, son ellos los que no me quieren / Un montón de enemigos pero ni siquiera los conozco", dice la canción, o: "No necesito validación, salgo en la portada de las revistas".

Ahora, por primera vez, se ha visto obligada a intervenir más allá de sus letras. El pasado 10 de marzo, tuiteó: "Se puede ser racista pero no sordo... ¡Eso es lo que te duele! Me estoy convirtiendo en un tema de Estado primordial en los debates... pero ¿qué os debo realmente? Nada, nadita".

Una nueva brecha

Esta no es la primera vez que el racismo enfanga un acontecimiento cultural o deportivo en Francia. Antes de la Eurocopa de 2020, celebrada en 2021, la elección de un rapero de ascendencia congoleña para componer el himno de la selección nacional provocó furor. En 2016, se impidió que un artista cuyo abuelo senegalés luchó en el ejército francés apareciera en un acto conmemorativo de la batalla de Verdún. En la década de 2000, el padre de Le Pen, Jean-Marie, criticó el número de futbolistas negros en uno de los equipos nacionales más laureados de la historia de Francia.

La diferencia en el caso Nakamura es que las opiniones en contra de la artista son mayoritarias. En una encuesta realizada a raíz de la supuesta invitación de Macron, el 73% de los encuestados afirmaron que la compositora de 'Djadja' no representaba la música "francesa" y el 63% se mostró en contra de que encabezara la ceremonia inaugural. A pesar de ello, casi la mitad de los encuestados afirma conocer a Nakamura "solo de oídas".

"Estos sondeos confirman que el país se está derechizando", cuenta Guerrin. "Muestran que estamos muy lejos del desfile de los Campos Elíseos del 14 de julio de 1989 para celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa, cuando el tándem Mitterrand-Lang, emblemático de la izquierda cultural, convocó una celebración mixta con el epílogo de la soprano negra estadounidense Jessye Norman cantando La Marsellesa, con el cuerpo envuelto en un vestido tricolor diseñado por el modisto de origen tunecino Azzedine Alaïa. Un triunfo impensable hoy en día", opina. Cierto es que Norman era una cantante clásica, mientras que Aya Nakamura pertenece a un género desprestigiado.

¿Una estrategia de Macron?

El jefe de Cultura de Le Monde cuenta a EL ESPAÑOL: "El caso Nakamura ha abierto una nueva división en Francia, donde Macron es generalmente clasificado a la derecha casi en todos los temas. En este caso, Macron y Dati se desmarcan de su Gobierno y se acercan a los postulados de la izquierda. Esto supone rendir homenaje a nuestro pasado y volver a visitarlo, y obedece a su discurso [de Macron] de que hace falta que Francia devuelva a los países africanos el patrimonio que les fue arrebatado durante los años de colonización", sostiene.

Guerrin señala una contradicción: la música de Nakamura es todo lo contrario de la 'Francia cultural' que defiende y financia el Gobierno de la República. "Y aquí vemos que lo que ha cambiado es el método, que ya no busca al gran y legítimo cantante lírico: busca a los jóvenes. La paradoja es que [el Estado] busca una cultura que está fuera del radar de las ayudas y las subvenciones", valora.

Esto podría verse como una estrategia de Macron, que desde hace meses tiene la mirada puesta en las elecciones europeas de este mes de junio. "La cultura de los jóvenes no necesita al Estado para sobrevivir. Pero el Gobierno de Macron necesita el apoyo de su población. La mayoría de sus votantes tiene más de 60 años, por lo que se le está escapando todo un mundo. Elegir a Aya Nakamura no fue una elección tonta. Ella es la ventana a todo un segmento poblacional de Francia".