Sigue sin gustarme la política de las cuotas. Me parece una humillación para la mujer. No es el género, sino el mérito, lo que debe prevalecer al elegir cargos en la Universidad, la empresa, el Ejército, el periódico o las instituciones.

Paso a la mujer que se abre paso. Carme Riera se ha encaramado a lo más alto de nuestra República de las Letras no por ser mujer, sino por su calidad literaria, su imaginación que no cesa, su inteligencia siempre en carne viva, su conocimiento profundo de la condición humana.

Hace un año escribí sobre ella: “Carme Riera no necesita cuotas. Son muchos sus relatos, sus ensayos, sus novelas admirables, y ahí están, robusteciendo una obra abrumadora y unos éxitos que pocos escritores españoles pueden exhibir. La palabra pedernal de Riera bordonea año tras año su musculatura literaria”.

A lo largo de una vida de creación, Carme Riera ha desarzonado a los tenaces caballos del racismo, a la xenofobia, la intransigencia, la exclusión, el fanatismo, el sectarismo. La verdad, la búsqueda de la verdad, la ha hecho libre. Y su novela grande Una sombra blanca, sus Llamaradas de luz, La voz de la sirena, Las últimas palabras y tantos otros títulos la han colocado en cabeza de la novela española.

Crítica literaria, implacable pero flexible, no se puede entender cabalmente la obra poética de la escuela de Barcelona –Barral, Gil de Biedma, Goytisolo– sin la lectura de sus erizantes ensayos.

Se presenta ahora Carme Riera ante sus lectores tras incendiar su biografía, 'Gracias. Cincuenta años después', con las llamas del talento

Se presenta ahora Carme Riera ante sus lectores tras incendiar su biografía, Gracias. Cincuenta años después (Alfaguara), con las llamas del talento. Y una escritura exigente en la belleza de la palabra, la construcción sintáctica, la certera metáfora, la adjetivación sutil.

Y claro, aparecen en el libro sus preferencias literarias, que no son pocas, pero con la prevalencia de un Cervantes leído a fondo, estudiado de forma tenaz, admirado desde el ser profundo de una escritora auténtica por cuyas venas circula a borbotones la sangre literaria.

Afirma Carme Riera que Cervantes leyó la Filosofía antigua poética, de López Pinciano y por eso derrama sobre su Quijote historias varias sabiamente intercaladas. Y añade: “El éxito de la primera parte (del Quijote) le mantiene casi patitieso. El éxito es peligroso e incluso puede llegar a ser perjudicial, basta recordar lo que supuso para Carmen Laforet el premio Nadal”.

No sé qué pensará José Manuel Lucía Megías de la explicación de Carme Riera sobre los motivos que llevaron a Cervantes a la elección de Barcelona para uno de los pasajes claves del caballero de la triste figura.

Coincido con el elogio que Carme Riera hace de Emilio Lledó y su Silencio de la escritura. El filósofo es en muchos aspectos el heredero de Ortega y Gasset entre la juventud universitaria de hoy.

También me parece certera al referirse a Paloma Díaz-Mas y a su idea de la esencia en la creación literaria, “combinación extrema de anécdotas triviales y de recuerdos trascendentales”. Faulkner, Rulfo, García Márquez, Camilleri... respaldan esta idea al “inventar lugares personales para crear sus historias”.

“Con admirable maestría, Carme Riera va atrapando personajes memorables como quien atrapa escarabajos para clavarlos con alfileres dentro de una caja”, afirmó Julia Navarro, excelente periodista, novelista de relieve, mujer inteligente que también ha sabido abrirse paso en la vida literaria española.

Respaldada por un abrumador equipaje de varias docenas de libros producto de su imaginación desbordada, de su capacidad para la fabulación, de su vocación para la reflexión y el estilo, Carme Riera, que tiene todavía muchos años por delante para atizar su capacidad creadora, ocupa lugar preferente en el mundo literario e intelectual.

Y cincuenta años después permanece en ella lo esencial de su vida, “el compromiso moral con la libertad, la tolerancia y la dignidad humana”.