Maria Helena Vieira da Silva: 'Autorretrato', 1930. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Maria Helena Vieira da Silva: 'Autorretrato', 1930. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Arte

Vieira da Silva, la pintora que no perteneció a ningún movimiento pero supo integrarlos todos

El Museo Guggenheim de Bilbao recupera la figura histórica de esta artista portuguesa que se identificaba con la Alicia de Lewis Carroll

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“A veces, cuando trabajo bien, me da la sensación de que me convierto en un personaje de Lewis Carroll. He realizado mis mejores obras en los momentos en que me he hecho pequeñita: ¡por fin soy de la misma escala que el cuadro! Ahí es donde me sitúo. Es una manera de estar en el espacio”.

Maria Helena Vieira da Silva. Anatomía del espacio

Museo Guggenheim. Bilbao. Comisaria: Flavia Frigeri. Hasta el 22 de febrero

Esto afirmaba Maria Helena Vieira da Silva (Lisboa, 1908 - París, 1992) a su amigo y coleccionista Trevelyan en 1937. Cuando era pequeña, la artista se perdió en un laberinto y esta experiencia, lejos de ser traumática, se fijó en su memoria como un axis mundi, una retícula donde encajar el mundo.

A partir de ahí creó una narrativa de arquitecturas blandas: espacios que se expanden y se derriten, que se imponen, asfixiantes, entre lo constructivo y lo fragmentario.

Fíjense en la primera pintura que ilustra este texto. Se titula El juego de cartas y es de 1937. Cuando lo pintó, llevaba ocho años viviendo en París, donde se había trasladado con su madre para proseguir sus estudios de arte en la Académie de la Grande Chaumière, por la que pululaban, como asistentes, Giacometti o Richier.

Allí conoció a su futuro marido, el pintor húngaro Árpád Szenes, con quien mantendría una relación de amor verdadero el resto de su vida. Él nunca la eclipsó mientras ella sobresalía (en 1937 ya había vendido su primer cuadro a Solomon R. Guggenheim a través de Hilla von Rebay, asesora, primera directora y fundadora del museo homónimo).

Maia Helena Vieira da Silva: 'El juego de cartas', 1937. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Maia Helena Vieira da Silva: 'El juego de cartas', 1937. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Los naipes de El juego de cartas se deconstruyen en un vertiginoso movimiento alucinatorio. Recuerdan al capítulo octavo de Alicia en el País de las Maravillas, cuando la reina pilla a unos jardineros-naipes pintando de rojo unas rosas blancas y exclama: “¡Que le corten la cabeza!”. Y, si se fijan bien, a la izquierda verán quizá los primeros emojis de caritas sonrientes –smiley– de la historia de la pintura : )

Las barajas danzantes, el juego de ajedrez, el damero y el baile de los arlequines son influencias directas de Los jugadores de cartas de Cézanne. Da Silva tamiza la realidad a través de los grandes temas –la metrópolis moderna y su arquitectura– que se repiten una y otra vez en sus 50 años de producción. Sus trazos se deshacen en miles de líneas que, a su vez, se convierten en millones de cuadrados que no son, ni más ni menos, que el mundo entero alicatado en azulejos portugueses.

Vieira da Silva: 'Composition', 1936. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Vieira da Silva: 'Composition', 1936. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Creo que he vivido toda mi vida en laberintos. Es mi manera de estar en el mundo”, afirmaba. La artista vivía por y para la pintura. Acudía diariamente al taller, donde se encerraba felizmente durante horas; podemos afirmar que era su obsesión. Sus orígenes de familia pudiente lisboeta, educada en casa como hija única, le habían proporcionado cuantiosos conocimientos de la historia del arte; conocía en profundidad los problemas de perspectiva, escala, color, encaje…, y los trabajaba con devoción.

"Cuando empiezo un cuadro, me gusta tenerlo al menos un año. En ocasiones mucho más tiempo, hasta que encuentro la solución. Trabajo varias obras a la vez, incluso mientras contesto al teléfono o recibo a alguien”.

Francotiradora solitaria, la artista no pertenece a ningún movimiento pero supo aprehenderlos todos

La Segunda Guerra Mundial obligó al matrimonio a mudarse a Brasil en septiembre de 1940. Szenes, que era judío, incluso se convirtió al catolicismo para permanecer en Portugal, pero, aun así, le denegaron la ciudadanía. En Brasil, Da Silva se sumió en un estado de profunda tristeza.

Las noticias de la guerra, la añoranza de su madre y el sofocante clima derivan en un intento de suicidio al que sobrevivió, aunque la angustia y la ansiedad la acompañaron el resto de su vida. La artista canalizó su dolor a través del arte. Incorpora de nuevo la figura humana, antes desaparecida.

María Helena Vieira da Silva: 'Le couloir ou Intérieur', 1948. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

María Helena Vieira da Silva: 'Le couloir ou Intérieur', 1948. Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

La tragedia se convierte en su gran tema. Ahora realiza piezas fascinantes como Naufragio (1944), la que pueden ver en la parte inferior, o El incendio, del mismo año. Son composiciones asfixiantes, abigarradas, plenas de horror vacui. Infinitas pinceladas y líneas se entrecruzan en movimientos ondulantes que arrastran y atrapan a los personajes –es decir, a la humanidad entera– en celdas gráficas. Fondo y forma se confunden en una misma experiencia alucinatoria.

Su pintura resuena con múltiples movimientos artísticos. Con catorce años ya había leído el manifiesto futurista, que la inspiraría en sus composiciones centrífugas, llenas de movimientos circulares. Viajar a Italia y la pintura del Renacimiento también la marcarían profundamente.

Estudió a fondo a Paolo Uccello y Piero della Francesca, con su perspectiva lineal, su sensación de profundidad, sus colores y la contracción del espacio pictórico –sobre todo en los cuadros dedicados a la Batalla de San Romano, donde las lanzas de los caballeros dibujan diversos puntos de fuga en un mismo lienzo–.

También parece haber algo de Klee, de Munch, de Kandinski… Jueguen a buscarlos cuando paseen por el Guggenheim y deléitense en sus infinitos y deliciosos detalles.

Maria Helena Vieira da Silva: 'Naufragio', 1944  . Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Maria Helena Vieira da Silva: 'Naufragio', 1944 . Foto: Maria Helena Vieira da Silva, VEGAP, Bilbao 2025

Esta exposición nos descubre a una pintora apabullante, que despliega una mirada propia, auténtica. Vieira da Silva es una francotiradora solitaria que no pertenece a ningún movimiento artístico concreto, pero que supo aprehenderlos todos.

Sus mapas del mundo, sus retículas infinitas y sus ciudades invisibles emergen como laberintos construidos para escapar, jaulas que se convierten en brújulas, redes que te atrapan al mismo tiempo que te liberan.