Cuentan algunos veteranos periodistas barceloneses que Luis de Galinsoga, director a la sazón de La Vanguardia, a la que Franco impuso el adjetivo de “española”, increpó a un sacerdote que en la misa dominical predicaba en catalán: “Hable en español, hijo de Satanás”, clamó el periodista.

Aunque él me negó personalmente el relato, la verdad es que la dictadura franquista persiguió hasta la náusea a una lengua, tesoro de la cultura española, y que más pronto que tarde ganará el Premio Nobel de Literatura en la figura de ese inmenso poeta que es Pere Gimferrer.

Fue José María Pemán quien reaccionó frente a las tropelías, publicando en la tercera del ABC verdadero un artículo titulado El catalán, un vaso de agua clara. Bello, profundo, revelador el texto del autor de El divino impaciente.

Un centenar de intelectuales de muy varia ideología difundió un manifiesto a favor del artículo pemaniano. Fui yo uno de los que firmaron aquel texto desafiante y nunca me he arrepentido de haberlo hecho.

En más de una ocasión conversé con Jordi Pujol, inolvidable presidente de la Generalidad, hombre serio e inteligente, político de gran capacidad. No aceptaba que algunos dirigentes catalanes persiguieran el castellano como Franco hizo con el catalán.

Año tras año las cosas han ido a peor, en un estúpido esfuerzo de erradicar de Cataluña el idioma de Cervantes y Juan Marsé, de García Lorca y Pere Gimferrer, de Miguel de Unamuno y Josep Pla.

A pesar de ciertos histerismos secesionistas, la mayor parte de los representantes de la vida intelectual catalana está deseando que termine la estúpida guerra idiomática

Califico de estupidez la maniobra del sectarismo político porque el idioma castellano, el español, ocupa destacadamente como lengua internacional el segundo lugar en el mundo. Nadie discute que el inglés arrolla en los seis continentes y es el indiscutido primer idioma internacional. El mandarín que se va imponiendo entre los dos centenares de dialectos chinos no es una lengua internacional.

Muy cerca de 600 millones de personas hablan español. A pesar de los errores políticos de nuestras autoridades culturales, se desarrolla año tras año. Que una parte de los niños y adolescentes catalanes carezcan del dominio completo del español hablado y escrito constituye un inmenso error. La absurda política actual perjudicará a los catalanes al dificultar la comunicación con una veintena de naciones cada año más fuertes y más prósperas.

En su desmedida ambición de poder, un sector de los independentistas catalanes no quiere darse cuenta del daño que están haciendo. Pueden defender ideológicamente lo que les plazca. Pueden y deben estimular el conocimiento de la bellísima lengua catalana, pero la persecución del castellano es un despropósito cultural de grueso calibre.

Desde Carlos I, como ha explicado el profesor Varela Ortega en su libro España, un relato de grandeza y odio, el idioma español ha vertebrado una parte de la cultura europea, americana y universal.

Once premios nobeles, cinco españoles, seis iberoamericanos, respaldan la lengua de Pablo Neruda y San Juan de la Cruz, de Octavio Paz y Francisco de Quevedo, de Gabriel García Márquez y Benito Pérez Galdós, de Mario Vargas Llosa y Ramón María del Valle Inclán

Me consta que, a pesar de ciertos histerismos secesionistas, la mayor parte de los representantes de la vida intelectual catalana está deseando que termine la estúpida guerra idiomática que padecemos en España.