Image: Impugnación

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Mínima molestia

Impugnación

Por Ignacio Echevarría Ver todos los artículos de 'Mínima molestia'

11 enero, 2013 01:00

Ignacio Echevarría


Una vez más, los suplementos culturales de los grandes diarios nacionales han dedicado sus últimos números del mes de diciembre a seleccionar "lo mejor" del año que concluye. Como siempre, los resultados son desalentadoramente previsibles, y ponen en evidencia la estrechez de miras y los criterios tan rutinarios con que operan la mayoría de los consultados, representantes señalados de lo que el común de los lectores entiende que es "la crítica" de nuestro país, una etiqueta que amalgama confusamente el trabajo de reseñistas, comentaristas y periodistas culturales.

Lo de menos, aquí, es impugnar el contenido concreto de las listas resultantes. No hace mucho que dediqué una de estas columnas a subrayar -y justificar hasta donde cabe- el mal gusto generalizado de la mayor parte de los reseñistas que, semana tras semana, se ocupan de evaluar las novedades. Más preocupante es, a mi juicio, que esos mismos reseñistas delaten una acusada tendencia a transitar por los mismos circuitos, consumir los mismos productos, y enjuiciarlos conforme a categorías que coinciden de modo cada vez más bochornosamente zafio con las del mercado.

Así ocurre, en grado prácticamente idéntico, con todos los suplementos culturales y, dentro de los mismos, en casi todos los ámbitos (libros, cine, teatro, danza, música, artes plásticas). Me ceñiré, para ilustrarlo, a este mismo suplemento, más en concreto a la selección que hizo de los diez mejores libros de narrativa en español publicados en 2012. En la edición digital puede consultar el lector la lista de los títulos y las votaciones que la precedieron. En estas votaciones participaron ocho críticos, todos familiares para el usuario de El Cultural.

Me limito a hacer unas pocas observaciones significativas. La primera: en una lista de las diez "mejores obras de ficción publicadas los últimos doce meses por autores españoles e hispanoamericanos" no aparece ningún autor hispanoamericano. ¡Ninguno! Y eso en un momento en que hay unanimidad al destacar la vitalidad de la narrativa que se produce en un continente vastísimo del que no cesan de llegarnos todo tipo de novedades. Sólo la mitad de los críticos consultados mencionan algún autor hispanoamericano, y el total de menciones apenas alcanza la media docena, entre un total de ochenta. Sin comentarios.

Algo semejante cabe decir respecto a la presencia de escritoras en la lista de los "mejores". Una sobre diez. E igual proporción en las listas de los votantes. Sin comentarios.

Otra observación: el más joven, entre los autores seleccionados, es Menéndez Salmón, nacido en el año 1971. Le siguen Clara Usón, nacida en 1961, y Javier Cercas, nacido en 1962. Todos los demás son autores nacidos en las décadas de los cincuenta o cuarenta. Pese a que se habla de la de 2012 como una "buena cosecha", en ella no parecen despuntar talentos jóvenes, entendiendo por tales -da risa decirlo- a los autores menores de cincuenta años. Sí parece, en cambio, que se repiten incansablemente los mismos nombres: Merino, Landero, Mateo Díez, Pérez-Reverte, Trapiello, Cercas... Es decir, más de lo mismo: los autores consabidos en constante rotación, según hayan publicado o no libro nuevo.

Más. En unos tiempos caracterizados, a una y otra orilla del Atlántico, por la efervescencia de pequeños y activísimos sellos editoriales que ensayan sin cesar, con más o menos atrevimiento, propuestas nuevas o alternativas, apenas se tienen éstas en cuenta. Alfaguara, Tusquets, Destino, Seix Barral, Mondadori, Anagrama, como mucho Galaxia Gutenberg, acaparan la inmensa mayoría de los títulos seleccionados. No llegan a media docena, entre ochenta, las menciones a editoriales como Adriana Hidalgo, Menoscuarto, Impedimenta... ¿Será que nuestros críticos apenas asoman la nariz fuera de los cauces establecidos, o es que comparten enteramente los valores que promueven las plataformas ya consolidadas y hegemónicas, las más conspicuas redes de distribución y de difusión?

Repito: observaciones semejantes cabe realizar acerca de todos los suplementos culturales españoles, y a propósito de todas sus secciones. Se trata de un problema crónico y -me consta- de muy difícil remedio. Abotargados en sus rutinas, haciendo gala de una inconsciente docilidad, los agentes culturales se revelan en su mayor parte incapacesaces, o simplemente perezosos, de rebuscar, de transmitir, de poner en juego otros productos distintos que los que les brindan las programaciones de las grandes corporaciones e instituciones, y tienden a actuar como simples amplificadores de las consignas del mercado, del gusto dominante, de las reputaciones ya consagradas, perpetuando la obviedad al precio de desentenderse de cuanto exige una atención nueva, por no decir alerta; el empleo de unos baremos distintos, el riesgo de apostar.