HUMOR. Pasó desapercibido a comienzos de año un librito titulado Notas autobiográficas (Ediciones Azimut), de Edgar Neville (1899-1967), fruto de la investigación de María Luisa Burguera, quien firma la edición crítica y una introducción que opera como resumen de hitos del recorrido biográfico y creativo del director de La torre de los siete jorobados (1944) y Domingo de carnaval (1945): cineasta y dramaturgo, articulista y también novelista, cuentista, poeta y dibujante, actividades estas últimas –sobre todo, las dos finales– de menor calado.

Burguera, con hechuras académicas y con indudable entusiasmo, ha publicado varios libros y textos sobre el singularísimo e impar creador madrileño –incluyendo su tesis doctoral y una biografía pionera–, al que ella reivindica por su escritura y, especialmente, por su personal e indeclinable sentido del humor.

Ese humor lo contextualiza dentro de la llamada “Otra Generación del 27”, que habría estado formada, bajo la influencia reconocida de Ramón Gómez de la Serna –y también de Julio Camba y de Wenceslao Fernández Flórez– por un grupo de cinco: el mismo Neville, Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, “Tono” y José López Rubio.

Veremos cómo se organiza dentro de un año la celebración no solo de los poetas etiquetados como Generación del 27, sino de este grupo de dramaturgos humoristas –la actividad más común de todos ellos– y, además, de los artistas plásticos y los compositores acreedores a idéntico etiquetado.

INTERÉS. Traer hoy aquí Notas autobiográficas está justificado por el interés, pese a su brevedad, de los cuatro textos recogidos, dos ya publicados hace tiempo en libros distintos (“Recuerdos infantiles: las temporadas en Suiza y los veraneos en Alfafar” y “Pequeña autobiografía (Carta a Ramón Gómez de la Serna)”, el prólogo del autor, enviado desde Hollywood, a la edición de su novela Don Clorato de Potasa, 1929) y dos inéditos: “La época del couplet” y “La política: la caída de la Dictadura y el comienzo de la República”.

'Notas autobiográficas' ayuda a comprender cómo se fraguó el carácter liberal, librepensador, excéntrico y no poco ácrata del aristócrata y de su humor satírico

Y ese interés –que centraríamos en la ayuda para comprender, con gran regocijo, cómo se fraguó en su infancia y juventud el carácter liberal, librepensador, excéntrico y no poco ácrata del aristócrata (conde de Berlanga del Duero), diplomático, dandi y hedonista irredento y de su humor satírico y, tantas veces, autoparódico– se multiplica hoy con la enorme posibilidad de conocimiento, estudio y disfrute de su cine y de unas 3.000 películas españolas que ha supuesto, desde el comienzo de diciembre, la incorporación de dos canales de FlixOlé a Movistar Plus.

En esa plataforma ahora podemos ver nada menos que catorce películas, las más destacadas de su filmografía –aunque quizá falten un par más– de entre los aproximadamente veinticinco largometrajes de ficción que el director de La vida en un hilo (1945) y El crimen de la calle Bordadores (1946) rodó entre 1930 y 1960.

INDEPENDENCIA. La casi práctica totalidad de las películas –y del teatro– del autor de El último caballo (1950) y El baile (1959) permite comprobar que Neville ni simpatizó ni se sumó a la retórica dominante en el cine franquista, manteniendo una esforzada y trabajosa independencia de criterio y contenidos en su proteica y variada carrera. Vivió la vida y el trabajo por su cuenta.

Si vemos Frente de Madrid (1939) constataremos su fugaz adhesión al falangismo durante la Guerra Civil, con los equilibrios y debates internos que –entre la insatisfacción de los ortodoxos del nuevo régimen– tuvo en ese momento el director de Nada (1947), el liberal burgués e ilustrado que había militado en Izquierda Republicana y había sido amigo de Manuel Azaña.

El texto de Notas autobiográficas titulado “La política...” termina abruptamente con esta frase referida a 1931: “...lo malo no era la Monarquía ni la República, lo malo era la carencia de sentido político”. La carencia de genuino espíritu democrático, cabe entender.