BORGES. “…Muertos de barba derrumbada y ojos en vela/ muertas de carne desalmada y sin magia…”. Estos dos versos pertenecen al poema La Chacarita, de Jorge Luis Borges, dedicado al cementerio bonaerense del mismo nombre, construido aprisa y corriendo durante la epidemia de fiebre amarilla que asoló la capital argentina en 1871. Murieron más de 14.500 personas, el 8 por ciento de los habitantes de la ciudad. “Trapacerías de la muerte”, dirá el poeta.
Llegaron a fallecer más de 600 porteños en un solo día. Centenares de cuerpos permanecían sin enterrar, los sepultureros no daban abasto. Tampoco los fabricantes de ataúdes, convertidos en objetos de negocio y, al igual que las casas de los muertos y de los huidos, en botín de pillaje.
“Era el diablo el autor de aquel espectáculo”, dice una frase de Joseph Conrad que encabeza uno de los tres extensos relatos de Las esferas invisibles –“creadas en el terror”, según Herman Melville en Moby Dick–, libro de Diego Muzzio (Buenos Aires, 1959), recién editado por Las afueras. Los tres cuentos –casi aspirantes a nouvelles, sobre todo el tercero– están ambientados –plano general y planos de detalle– en la epidemia de fiebre amarilla de 1871.
LOVECRAFT. Muzzio combina las dotes de narrador eficiente con una notable ambición e imaginación literaria. El decorado y los detalles documentales de la catastrófica enfermedad –muy presentes en El ataúd de ébano, el segundo relato– derivan hacia atmósferas terroríficas y fantásticas en las que se dan la mano resortes del realismo mágico e incrustaciones de un Lovecraft desatado, alucinado y alucinógeno. Las esferas invisibles es un libro potente, que señala a un autor en una primera madurez que presagia un futuro interesante.
Muzzio publicó originalmente su obra en 2015, antes de la pandemia, pero a nadie se le escapa que la COVID-19 (y otros variados acontecimientos posteriores) han reforzado en parte de la opinión pública un sentimiento de fin de época (o de trayecto), sin duda azuzado por la ignorancia y la crisis de valores, y también instigado por fuerzas oscuras que pretenden imponer un nuevo orden autoritario. No entraremos ahí. Pero recordemos que, cuando la pandemia, se evocaron libros que recreaban antiguas plagas y pestes que, en su día, fueron vividas con ecos de trompetas apocalípticas.
'Las esferas invisibles' es un libro potente, que señala a un autor en una primera madurez que presagia un futuro interesante
CAMUS. Hubo un renacimiento, que persiste, del interés por La peste (1947), la novela de Albert Camus, que parecía tomar pie en la epidemia de peste bubónica que afectó a Orán (Argelia) en 1945, solo que el escritor francés había desarrollado su proyecto con anterioridad. La gran capacidad metafórica del texto camusiano –que se interpretó y se sigue interpretando como una alusión al nazismo, en concreto, y a las dictaduras, en general– ha convertido La peste, con la contribución imprescindible de su calidad literaria y de su contenido filosófico, en un clásico del siglo XX.
Clásico rotundo de las letras universales y de todos los tiempos sigue siendo Decamerón (1353), que describe en sus inicios el azote de la peste bubónica sobre Florencia cinco años antes. Giovanni Boccaccio reunió a diez jóvenes que, huyendo de la ciudad toscana, se refugian durante dos semanas en una villa y llegan a narrarse un centenar de cuentos, la mayoría de ellos muy eróticos.
Los clásicos “pestíferos” se prolongaron con Diario del año de la peste (1722), de Daniel Defoe, y con los muchos pasajes, a partir de experiencias vividas en directo, de los Diarios (1660-1669), de Samuel Pepys, ambos sobre la peste negra que se abatió sobre Londres en 1665.
La otra gran novela sobre la peste es sin duda Los novios (1827), de Alessandro Manzoni, un clásico de la literatura moderna italiana, con la peste bubónica de Milán, en 1630, como bastante más que telón de fondo de las angustias y quebrantos de una pareja de enamorados.