Ignacio Vleming. Foto: Berta Delgado

Ignacio Vleming. Foto: Berta Delgado

Poesía

Poesía entre escaleras mecánicas: Ignacio Vleming convierte el centro comercial en un escenario lírico

En Rincones de ambigua geometría, el poeta madrileño traza un mapa humano de la vida precaria y el deseo entre limpiadoras, vigilantes y niños de excursión.

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En una nota final, Ignacio Vleming (Madrid, 1981) cuenta que al redactar este libro se proponía mostrar “las vidas de varios personajes”, a los que sitúa en un centro comercial: dos vigilantes de seguridad, Emilio y Andrés; una limpiadora, Fátima; Andrea, un comisario de arte, y un grupo de niños acompañados por su profesora.

Rincones de ambigua geometría

Ignacio Vleming

La Bella Varsovia, 2025. 80 páginas. 12,90€

Cabría añadir, como se ha dicho de París en las novelas de Balzac, que el centro comercial es un personaje más: un espacio cotidiano en apariencia ajeno a la poesía, pero presente desde el verso inicial: “¡Aquí se sirven corazones, cerebros e intestinos!”.

Con estos materiales, Vleming presenta cuatro poemas, divididos en varias secciones, en los que se cuentan anécdotas de estos personajes, un elenco de antihéroes. Fátima recorre con su carro de limpieza pasillos y rampas; con manos agrietadas por su trabajo, su rutina se ve interrumpida por sus encuentros con Emilio —“la pana caliente, la cremallera atascada. / Vamos, solo un ratito”—.

Encuentro expresado con lenguaje coloquial que pronto adquieren un tono lírico: “Floreció una guirnalda de rosas en el arco”.

Andrés, que ve a Emilio robar una pieza de bisutería que regalará a Fátima, tendrá un encuentro sexual con Andrea. En otro momento, Andrés se masturba y se ofrece una comparación insólita: “Andrés se masturba / igual que se masturban los ángeles, / con sus alas de pavo real y ave del paraíso”.

El centro comercial, en una cadena de metáforas —“Falso invernadero, / cárcel de cartón, / célula cautiva, / inminente síntoma, / o erupción urbana”—, es también, para los niños que lo visitan como si fuese un museo, un lugar de aprendizaje de la vida real: “Queridos inocentes, / os vamos a enseñar las reglas básicas / de la economía. / La ley de la oferta y la demanda / será siempre parte de vosotros”. Y enseguida se menciona una de las profesiones más antiguas: “el robo lo conocerán pronto”.

Esto es la vida: todo tiene un precio, lo que da pie a reflexiones sobre el dinero, ennoblecidas por un lenguaje poético: “El círculo perfecto de las monedas / es una metáfora del sol / o del ciclo de las estaciones / o de esa pequeña víscera / que palpita dentro del pecho”. En este universo capitalista, se afirma: “La gente tiene algunos valores. / No es cierto que hayan desaparecido del todo”. Para rematar con ironía: “Se los guardan en el monedero”.

El lenguaje de los poemas está salpicado de intertextualidades diversas: desde versos de una jarcha (“¡Tant’ amáre, tant’ amáre, / habib, tant’ amáre!”) a palabras de una canción de Elvis Presley, pasando por una cita de Ojos verdes (“Apoyado en el quicio / de la garita”), hasta cerrar con “arda el mar”, referencia al título de Pere Gimferrer de 1966.

Vleming, autor de varios libros de poesía y otras publicaciones, además de implicado en espectáculos teatrales, ofrece unos poemas de gran interés, retrato de una parcela de nuestro mundo que vale por todo él, contado con una fusión de tonos de potente eficacia.

Las ruinas

[...]El roce de los cuerpos que sudan,

de los cerebros deshidratados

por la codicia.

¡Yo soñaba con derribar al menos los cimientos,

por el placer de crear una ruina!

Solo hay una columna que no puede tirarse,

que resiste al paso de la historia.

Me refiero al rincón donde

Andrés y Andrea,

Fátima y Emilio...[...]