Forrest Gander. Foto: Ashwini Bhat

Forrest Gander. Foto: Ashwini Bhat

Poesía

'Dos veces vivo': la enorme fuerza lírica de Forrest Gander, mezcla adictiva de exuberancia y precisión

El poeta recoge la herencia de la vanguardia y revela una curiosidad inquisitiva en su nuevo libro, donde confluyen lo personal y lo doméstico.

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Publicada

Poeta y narrador, geólogo de formación, viajero compulsivo, traductor de numerosos poetas hispanoamericanos (y buen conocedor de la poesía española reciente, como evidencia su antología Panic Cure), Forrest Gander (Barstow, 1956) se mueve en esa llanura fructífera donde confluyen los muchos cursos de agua venidos de la cordillera Whitman: amplitud de miras y de registros expresivos, amor por la infinita abundancia del mundo –sobre todo el natural–, el don para hablar de él con rigor científico sin dejar de percibirlo con el asombro debido, variedad formal y curiosidad inquisitiva, el talento para recoger la herencia de la vanguardia (Olson, Ammons, incluso Rexroth, a quien se homenajea en estas páginas) sin dejar de lado el gusto por lo demótico…

Dos veces vivos. Una ecología de intimidades

Forrest Gander

Traducción de María Gómez de León. Vaso Roto, 2025
152 páginas. 20 €

En su escritura alienta un impulso expansivo que se traduce en el uso de estrategias formales muy distintas, ya sea el poema en prosa, el fragmento, la tríada de William Carlos Williams, el haibun japonés (como ocurría en su poemario Core Samples from the World) y un largo etcétera.

Con todo, la extrañeza muchas veces es más aparente que real. Tómese, por ejemplo, un poema como "Alborada", que abre este volumen, donde la disposición de los versos como frases separadas por un punto negro no amortigua la enorme fuerza lírica con que se describe un despertar alucinado, envuelto aún en las brumas del sueño: "¿Puedes oír el amanecer acercándose, oír la luz tenue con sus dedos de vacío empuñando la pared de la recámara?".

El poema traduce un instante preñado de posibilidad, en el que la irrupción inocente de la naturaleza hace más patente aún el hueco de la ausencia, "hablándote íntima y directa… una vibración grave en tus huesos". El libro está lleno de instantes así, en el que lo personal y lo doméstico se ven atravesados por las mudanzas que tienen lugar a su alrededor.

Lo mismo sucede en "El bosque tras el incendio", donde el hablante se interna entre "sombras de sombras sin dosel, falanges / de troncos y árboles muertos en pie / carbonizados, su ímpetu interno un corto- / circuito". Él se está moviendo, pero a sus ojos "lo único / que se mueve es la niebla, levantándose, demasiado / indistinta como para llamarla fantasmal". Y al cabo, tras la debacle del incendio, su propio optimismo, ese "talento para ser feliz" que confiesa al final del poema, se le vuelve algo ajeno: "Me pregunto cómo / valorar eso".

Dos veces vivo se apoya en la noción de sangam, que es el nombre que recibe el corpus de la antigua literatura tamil. Pero es también, según los hindúes, el punto sagrado donde se unen varios ríos, lo que a su vez explica que pueda referirse, como afirma el epílogo, "a un grupo de individuos unidos espiritualmente, que comparten una misma visión".

Gander recurre a este concepto para reforzar su vieja idea de una intercomunicación constante del todo con sus partes, de unas partes con otras, una fuerza vital que fluye por todos los planos y nos implica en sus redes. El libro se construye sobre varias series –"Pastoral", "Dos veces vivo", "Acústicas de Sangam", "Hacia nosotros"– que se van entretejiendo, esbozando un tapiz acusador sobre nuestro papel en esta tierra no exento de luz ni de esperanza: "todo debe tener / la levadura del arrepentimiento / para que la emoción se alce".

El otro correlato explícito del poemario es el liquen, en el que "los organismos originales se transforman por completo en su unión". Gander nos recuerda que "la colaboración es transformadora" y sus poemas, líquenes verbales, lo expresan con una mezcla adictiva de exuberancia y precisión: "Lo que / hicimos lo hicimos hasta que no hubo intervalo entre nosotros".

[…] Porque el exceso era lo que se necesitaba
para transformarnos, para refulgir. Tú proyectaste
tu vida más allá de sí misma. ¿Acaso
no puedes sentirme en tu apertura extática
como lluvia mezclándose con el rojo de la tierra?
Con tu ausencia, sobreviví, y contigo
vivo otra vez, en un radical aumento
de identidad, pues hemos
borrado nuestros límites externos, pues
nos hemos convocado. En tu interior,
proyecto mi vida más allá de ella misma.

"Hacia nosotros III" (fragmento final)