El periodismo es ciencia de la información y a la vez género literario. Siempre me ha hecho sonreír cuando se califica a alguien como periodista y escritor. Todos los periodistas son escritores, aunque no todos los escritores sean periodistas. Todos los poetas son escritores, aunque no todos los escritores sean poetas. Todos los novelistas son escritores, aunque no todos los escritores sean novelistas.

La literatura significa, en sustancia, la expresión de la belleza por medio de la palabra que provoca en el lector un placer puro, inmediato y desinteresado. En el siglo XVI español la poesía fue el género literario predominante; en el XVII, el teatro; en el XVIII, el ensayo; en el XIX, la novela; y en el siglo XX, el periodismo.

No todos los periodistas, aunque conozcan muy bien la profesión como ciencia de la información, son capaces de expresar belleza por medio de la palabra. Julio Valdeón, sí.

Escribe como un relámpago. Dispara con bala. Maneja con regocijo la metáfora ofidia. Adjetiva desde la sobriedad del hierro. Construye las frases con la agresividad de la mandinga colombiana. Tiene gestos de vino rojo, mientras crujen las cuadernas de su nave periodística.

He comentado en esta misma página algunos de los libros que han instalado a Valdeón en el pelotón de cabeza del periodismo español.

Julio Valdeón repasa apoyado en el artículo periodístico la larga caravana de las cancelaciones y sus víctimas

Como ha escrito José María Albert, considera el wokismo una exacerbación de la corrección política, que estabula a los individuos en identidades, ensalza el agravio como motor de la historia e impone el reconocimiento sine die de los damnificados de la heteronormalidad, el racismo estructural o lo que dicta la incomprensible farfolla de los doctrinarios queer.

Julio Valdeón se ha dado cuenta de la actividad implacable de la extrema izquierda, y no solo en España, para eliminar a escritores, cantantes, científicos, artistas que no se arrodillan ante las exigencias woke, bien a través de tenaces campañas de acusaciones, bien por medio del silencio atronador.

En su último libro Matadero de reputaciones (La Esfera), Julio Valdeón repasa apoyado en el artículo periodístico la larga caravana de las cancelaciones y sus víctimas. La relación de nombres acongoja. La ultraizquierda ataca de forma insidiosa a mujeres y a hombres en una lista inacabable.

Julio Valdeón analiza casos especialmente significativos como Plácido Domingo y los sociópatas que le acosan. Como Michael Jackson, al que crucificaron “a partir de rumores”. Como Woody Allen, del que Mónica Hesse escribió en el Washington Post: “Si te has quedado sin papel higiénico, las memorias de W. A. también están hechas de papel”.

Como Francisco Camps, Dragó, Pablo Motos, Teddy Bautista, Paula Fraga, Salman Rushdie, García Pelayo, Nevenka Fernández, Yasmine Mohammed y tantas y tantos otros despedazados en los mataderos de los prestigios y las reputaciones.

Capítulo aparte para César González Ruano, al que se descalificó por sus indemostrados contactos con los nazis en el París de los cuarenta. Compartí redacción con Ruano, siendo yo un jovencito vehemente, y tengo conciencia del sufrimiento que la exacerbación de algunas campañas provocaron en aquel hombre, cínico a veces, pero una de las plumas grandes del periodismo español. Citaba, por cierto, para justificar sus artículos menores a Lope de Vega, “porque como las paga el vulgo es justo hablarle en necio para darle gusto”.

Jinete en el cielo de la Hispanidad profunda, soleado el vientre de su escritura, Julio Valdeón envuelve quejas y denuncias en sus palabras malheridas sobre las que cabalga la belleza literaria. Ni un punto y coma resulta vulgar en el estilo de Valdeón. Es un torrente de hallazgos, estupores y perplejidades. Como el arado unido a la mancera, la calidad y la actualidad desbrozan día a día las vainas de su espada periodística.