Image: Di, realidad

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Poesía

Di, realidad

Rafael Fombellida

29 enero, 2016 01:00

Rafael Fombellida. Foto: FSC

Renacimiento. Sevilla, 2015. 80 páginas, 15€

Rafael Fombellida (Torrelavega, 1959) se sitúa lejos de los grupos de poetas y las modas literarias. Concentrado en su empeño de crear arte valioso, ha publicado media docena de libros de versos, una antología y un dietario. A pesar del reducido eco en los medios de comunicación, sus obras han sido acogidas por editoriales prestigiosas. Fue uno de los responsables de la revista Ultramar. Codirige un aula de poesía.

Las treinta composiciones de Di, realidad coinciden en la elegancia expresiva, el tono meditativo, la pasión atenuada por la madurez vital. Fombellida insiste en las propiedades de su libro anterior, Violeta profundo (Renacimiento, 2012). Utiliza un léxico selecto y en ocasiones, como si fuesen voces externas, intercala dichos populares. Se aproxima a cierto barroquismo, pero su fuerza verbal no tiene nada en común con la palabrería. La mayor parte de sus versos es una exhibición de serenidad majestuosa. Esta característica es compatible con la defensa de una convicción que el poeta sintetiza en dos versos: "Es terrible vivir en este tiempo. / Mientras viene, callémonos amando".

En el poemario se suceden imágenes poderosas hechas con vórtices, perros que aúllan, ráfagas de viento rojo, sedales, carrizos, hilaturas. También se incluyen una cabeza que rueda y los giros del mecanismo de una ruleta. Fombellida reconoce que Dios está ausente, pero de súbito usa el nombre de la divinidad para definir una armonía de susurros, destellos, fronda, agua. Impresiona su pericia para detectar los matices de la Naturaleza. Especialmente cuando describe los cielos, una ventisca amarilla, las luces o un camino que brilla bajo el aguacero de lo irreal. En sus textos, el frío huele y persiste el recuerdo de los días en que "nevaba con dolor". Ante tanta belleza, no pocas veces hallamos el contraste de algún hecho atroz cometido por el hombre. La Primera y Segunda Guerra Mundial son el escenario de las crueldades reseñadas en "Dobošnica, 1914", "Un soldado de la Gran Guerra", "Dem Deutschen Volke".

Rafael Fombellida mantiene un grado alto de exigencia estética en todo su libro. El fondo de los poemas aborda las principales preguntas del ser humano. La superficie está representada por los bellos títulos ("La casa verde ónice", "Ronda de lobos", "Cabalgando sobre un caballo muerto", "El canto que se esconde en mi entresueño", "La ley del río", "El cielo no tiene horizonte"). Y siempre se percibe el gusto por el idioma cuidado. A mi juicio, en este aspecto sobresale "Nadadores", donde el hijo del autor es observado desde la distancia que impone la edad adulta. Las palabras del poeta contienen una mezcla de despedida y celebración: "Me habla con mi voz, pero su idioma no es mi lengua muerta, es un desperdigarse / suelto, vivaz, sincero lo mismo que un galope de caballo".

La emoción es uno de los componentes notables del poemario. Gracias a ella, los textos llegan fácilmente al lector. Lo hacen sin perder una densidad que invita a la relectura. Las enfermedades, las escenas hospitalarias y la presencia del padre inspiran a Fombellida varias líneas estremecedoras. No existe nada gratuito en ellas; se refieren a experiencias vividas por el escritor. Asimismo destacan las complejas relaciones amorosas: "Desabrochaste el pecho, tus planetas rosados, el canal de la herida. / No podía tocarte. Me ahogaba en ese río de soledad y sauces".

Las citas primera y última del volumen pertenecen a Friedrich Nietzsche y Dante Alighieri. Son las únicas traducidas. Las restantes han sido conservadas en su idioma original porque Rafael Fombellida las quiere libres de mediaciones. Un detalle que transparenta su forma de concebir la literatura. En resumen, opino que Di, realidad confirma a su autor entre los creadores más relevantes de la poesía española contemporánea.

@FJIrazoki

Soy el padre de un hombre, un hombre grave, meditativo, oculto,

que se gobierna con pericia mientras cabe pensar

que su mano, ya enorme, clausurará mis párpados como se sella

[un ataúd de plomo.

Su cuerpo se ha acostado bajo la vena cárdena del cielo.

Miro su trazo hermoso, la cabellera untada con arcilla de un ocaso granate.

Él braceó más lejos con mi salud, mi fuerza, mi enconada constancia

y se reclina ufano como un bárbaro después de violentar a sus mujeres

Es la masa engreída que yo amo con el temple del nadador de fondo.

Es el rival que aguarda mi ahogamiento con el bravo estupor del aspirante.

Ocupa mi lugar porque es su padre joven, prematuro,

inconsciente de toda dentellada del tiempo. Disfruto esa codicia

de converger conmigo, arriesgada ambición de parecérseme.

Miro el milagro de su mocedad. La atmósfera bermeja

de la última hora da a su pecho el impulso de un incendio.

Ha cerrado los ojos. Silabea sin ganas Love, hate, love.

Despreocupado, ajeno. Sólo espera que el púrpura del aire

me desintegre. Adoro el esplendor de su avidez.