Image: Variaciones sobre el vaso de agua

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Poesía

Variaciones sobre el vaso de agua

Andrés Sánchez Robayna

22 mayo, 2015 02:00

Andrés Sánchez Robayna. Foto: Diego Moneva/web del autor

Galaxia Gutnberg. Barcelona, 2015. 140 páginas, 8'99 €

El vaso de agua, la humildad, la cotidianidad de un vaso de agua, ese objeto a la vista, a la mano, se diría que intranscendente y al que se le da en este libro todo su valor. Un vaso y no una copa y mucho menos un cáliz; el agua y no el hidromiel de los dioses griegos, ni el champán u otras bebidas prestigiadas socialmente. Tan sólo un vaso, nada más que agua, un vaso de agua, "la menor de las cosas" como dice Francis Ponge en uno de los poemas que sirven de punto de partida para este libro de Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas de Gran Canaria, 1952), un libro que es una conjunción perfecta de inteligencia y belleza.

Del autor convendrá recordar que lo es de un conjunto poético de primerísima calidad, en la que la cuestión del saber ocupa un importante lugar, de numerosos estudios sobre literatura siempre esclarecedores -tanto sobre escritores contemporáneos como sobre clásicos, de hecho es un reconocido investigador de la obra de Góngora-, de otros textos sobre arte y de varios volúmenes memorialísticos, además de fundador en 1995 del Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna, y había que enumerar estas actividades porque todas ellas vienen a confluir en la factura de este Variaciones sobre un vaso de agua.

Sánchez Robayna ha reunido aquí veintidós poemas y ocho piezas plásticas, cuadros y fotografías, que tienen como motivo el humilde y cotidiano vaso de agua, y ha escrito un excelente ensayo, de tal poderío poético que cada uno de sus veinticuatro capítulos podría ser tenido por uno más de los poemas. Con textos de, entre otros, Wallace Stevens o e. e. cummings a Jorge Guillén, del ya mencionado Ponge a Carlos Edmundo de Ory, de Nuno Júdice a Dónall Dimpsey o José María Micó, incluidos dos poemas del recolector, el conjunto es de lo más selecto y de indiscutible altura poética. Y reproducciones, por cierto magníficas, de Velázquez, Jean-Siméon Chardin, Juan Gris o Josef Sudek, a las que se podría haber añadido alguna de las interesantes piezas de vasos de agua de Ricardo Calero (Del Alba, 2008).

Esta reunión de textos hace que el libro sea, en cierto modo, una antología de naturaleza temática, hoy no muy comunes y son de recordar las que José Manuel Blecua dedicó a principios de los cuarenta del pasado siglo a los pájaros y a las flores en la literatura española, pero este Variaciones va más allá tanto por la inclusión de piezas artísticas como por el hecho de que los textos, todos ellos contemporáneos, provienen de diversas tradiciones lingüísticas. Pero verlo como antología supondría el olvido del ensayo, que es profundo y una lectura de lo más grato. Con toda la información e inteligencia exigibles a un trabajo de investigación, su escritura prescinde del aparato académico y del estilo que le es propio para adoptar una expresión que es un verdadero placer de lectura.

Y, hablando de lectura, lo que se pone de relieve en cada una de las páginas es la potente capacidad de lector de Sánchez Robayna. En su lectura de los textos, el vaso de agua es creador de frescor y claridad, siendo el agua lo que fluye es en el vaso la quietud, si cristal es metáfora para el agua, ésta lo es para el cristal, en él confluyen la sed y la saciedad, su presencia puede apuntar a la memoria y a la muerte, es también el espejo, dar un vaso de agua, como en El aguador de Sevilla de Velázquez, es una donación de vida que convierte ese gesto banal en sacro, y esto son sólo algunos de los sentidos que surgen del humilde vaso de agua dichos con palabras más bellas que éstas.

Excelente libro este Variaciones sobre un vaso de agua, libro hecho con amor y sabiduría, que cumple con el docere et delectare horaciano y es una invitación a la reflexión del lector sobre cómo lo que es mínimo o lo parece es una puerta que se abre al pensamiento y al disfrute.

El misterio de la belleza

El absoluto se manifestó en un vaso de agua, cuando el sol apareció detrás de una nube y le dio un brillo inesperado en la más gris de las mañanas. A veces, piensa el agnóstico, lo inverosímil nace de una pura explicación lógica, como si el azar no existiera. Lo que hace, sin embargo, es colocarse en el lugar del hombre que no acepta que la belleza pueda nacer de la nada, al descubrir que tiene el pie en la frontera entre lo que sabemos y lo que ni siquiera necesitamos comprender. Por eso, al beber el agua, sentí el brillo de la mañana llenarme el alma, como si el agua fuera algo más que un líquido incoloro e inodoro. Sin embargo, cuando posé el vaso vacío, sintiendo la falta de luz que lo había llenado, pensé en lo frágil que es esa pequeña belleza, y que tal vez hubiera sido mejor quedarme con sed.

NUNO JUDICE